Jueves, 29 de Diciembre de 2011 12:54
Rogelio Fabio Hurtado
Marianao, La Habana, 29 de diciembre de 2011, (PD) En estos días, he
vuelto a frecuentar las oficinas del Departamento de Inmaltigración y
Extranjería del Minint. Puesto que vengo visitándolas desde 1980, y he
conocido buen número de locales donde ha funcionado la misma, desde 22 y
3ra, en Miramar hasta la actual, en el Reparto Flores, me siento
calificado para reflejar, como ciudadano, sus mutaciones.
Como sabemos, el tópico es una historia bastante antigua, que data de
las oficinas del Laguito, en los años 60 y 70, pero sólo las conocí por
referencias de amistades y familiares. Entonces, se consideraba sin más
al solicitante como un "gusano" y así se le trataba, poco más o menos.
Era la época de los demorados inventarios, cuando al desafecto se le
hacían vivir años de angustiosa espera por la salida., condicionada en
muchos casos a realizar labores agrícolas muy lejos de sus hogares.
En 1980, con el éxodo del Mariel, se cambió dramáticamente el ritmo y
los medios de salida. Este alboroto puso al departamento encargado en
primer plano. Ya la penalidad no fue la espera interminable, sino la
violencia callejera inmediata, con los malditos actos de repudio, que no
cesaron hasta cobrar vidas de ambos bandos.
Es a partir de esa fecha que me relaciono de cerca con estos
funcionarios y funcionarias, a quienes entonces era obligatorio llamar
por sus grados y a los rasos, como combatientes, norma creo que aplicada
también en cárceles y prisiones. A mí, salvo tratarme con la rispidez y
la concisión reglamentarias, nunca me agredieron. Por cierto, entonces
el personal estaba compuesto mayoritariamente por hombres, balanza que
ha ido cambiando a favor de las féminas, si bien los oficiales de mayor
rango siguen siendo masculinos.
Entonces, estuvo en una residencial en la esquina de Santa Catalina y
Juan Delgado, donde los ciudadanos ocupaban el patio, expuestos al sol o
la lluvia. Al que quiere azul celeste, que le cueste, parecía ser el
lema de la institución. Allí las esperas eran legendarias y el acceso a
los servicios sanitarios, precario, por no decir cochinísimos, los
apropiados para gusanos.
Acompañé allí a algunos parientes, pero cuando recibí yo mismo una visa
hondureña, con tránsito por Kingston, Jamaica, resultó que el
Departamento se había trasladado para el Reparto Aldabó, en las
edificaciones ocupadas hasta hacía muy poco, por una popular Posada.
Había mucho más espacio para el público, incluso unas áreas techadas,
con bancos de madera y algún bebedero. En aquel momento, allí se me
comunicó que mi salida del país no se autorizaría hasta más ver.
Esa situación se prolongó durante toda la década. Perdí aquella
pintoresca visa y poco después, una del Reino de España. Cada cierto
tiempo se me citaba por correo para que me presentase, una vez allí el
oficial tenía la relativa condescendencia de avisarme que no gastara un
centavo en la renovación del Pasaporte porque el cuartico seguía
igualito. El tratamiento a los ciudadanos, sin ser amable, era mucho
menos áspero. Al parecer, el tremendo verano del 80 había hecho del
trámite algo mucho menos insólito.
Aquí los solicitantes se relacionaban entre sí, y siempre encontraba uno
a alguien conocido. Recuerdo haberme encontrado allí con el ya
desaparecido Adolfo Rivero Caro y con el famoso cantautor Mikel
Pourcell. Se intercambiaban interminables historias y siempre alguien
aseguraba que cuando lograse salir de Cuba escribiría un libro contando
su odisea.
En aquellas mismas oficinas, recibí finalmente, a principios de 1990 mi
flamante primer pasaporte, el cual pude utilizar por primera vez en 1996
y luego en el 2000 y el 2006. Ahora, tramitaba en las oficinas
municipales de Marianao, donde siempre fui tratado con normalidad, Los
encuentros con gente conocida se habían reducido, al municipalizarse las
oficinas. Ya el personal que atendía era totalmente femenino.
El año pasado, como recordarán solo mis asiduos lectores, ya en el
Reparto Flores, mi solicitud fue rechazada. Ya entonces se había
producido un cambio, tanto en las funcionarias como en los solicitantes,
quienes son actualmente gente joven, sobre todo mujeres tan jóvenes como
bonitas y muy bien vestidas. Los países de destino se han diversificado
tanto que ya las funcionarias, estrenando ahora uniformes propios,
diferentes a los habituales del Minint, se ven obligadas a preguntar el
país de destino. El público mientras espera se ve más relajado y ya no
se conversa absolutamente nada de la actualidad política del País. Las
esperas se han reducido generalmente a menos de una hora y lo que antes
demoraba casi un mes, ahora está listo en tres días, a lo sumo.
Ayer recibí en menos de media hora, mi pasaporte con el correspondiente
permiso de salida, que me permitirá pasarme unos meses con mi hijo y su
familia en Carolina del Norte.
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