Lunes, 28 de Noviembre de 2011 00:00
Escrito por Orlando Freire Santana
Centro Habana, La Habana (PD) Resulta notorio el comportamiento soberbio
e intolerante de la mayoría de los líderes de las naciones que integran
la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA). Bien sea mediante sus
declaraciones a la prensa, o la manera en que se desenvuelven en
conferencias o reuniones de dignatarios, o pretendiendo tener para sí la
verdad absoluta, lo cierto es que estos señores asumen con frecuencia la
nota discordante en la palestra internacional.
Todos recordamos la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile hace varios
años, en la que Hugo Chávez calificó de fascista a José María Aznar. No
era solo una acusación contra un gobernante, sino contra las
instituciones democráticas españolas, como bien le aclaró en ese momento
José Luis Rodríguez Zapatero. Porque, para los españoles, fascista fue
Francisco Franco, que se apoderó del poder por la fuerza, pero de ningún
modo admiten que califiquen como tal a un político que llegó a la
presidencia del gobierno a través del voto popular. Muy merecido que el
rey Juan Carlos lo mandara a callar en esa ocasión.
Y esa no sería la única vez que Chávez la emprendiera contra un
gobernante u otra personalidad internacional. Cualquiera que se le ha
opuesto, incluyendo al secretario general de la Organización de Estados
Americanos (OEA), José Miguel Insulza, ha recibido los improperios del
hombre fuerte de Caracas.
Ahora, en la más reciente Cumbre escenificada en Paraguay, el desplante
estuvo a cargo del señorito ecuatoriano Rafael Correa. El mandatario
andino se retiró de la sala de conferencias porque no deseó escuchar los
argumentos de Pamela Cox, vicepresidenta del Banco Mundial. En momentos
en que el entendimiento y la tolerancia pugnan por abrirse paso, el
señor Correa no permite que se expresen ideas opuestas a las suyas. La
mayoría de las páginas digitales de los periódicos quiteños se
refirieron al hecho como "un nuevo bochorno para el Ecuador".
Los sucesos en Libia sirvieron también para colocar a los integrantes
del ALBA al margen de la comunidad internacional. Cuando todos en el
mundo, incluyendo a sus vecinos de la Liga Árabe, condenaban a Gaddafi
por los atropellos cometidos contra el pueblo libio, los voceros del
ALBA insistían en que el dictador de Trípoli era el auténtico y amado
líder de esa nación. El periódico Granma publicó una entrevista con el
periodista cubano Rolando Segura, que era el enviado de Telesur a ese
país africano, en la que este corresponsal afirmaba que, además del
conflicto armado, en Libia hubo una guerra mediática.
Según el criterio de Segura, fue la propaganda de los medios de prensa
occidentales la que posibilitó que el mundo satanizara a Gaddafi y
apoyara la acción de la OTAN a favor de los rebeldes. Sin embargo,
parece que la verdadera guerra mediática fue la realizada por la prensa
y los personeros del ALBA para tratar de distorsionar la realidad. ¿Cómo
se entiende que cuando ya hasta Rusia y China--- nada susceptibles de
ser influidas por la propaganda occidental--- reconocían al Consejo
Nacional de Transición (CNT) como el genuino representante del pueblo
libio, el ALBA siguiera afirmando que ese papel le correspondía a
Gaddafi? Claro, los estrechos vínculos entre Chávez y Gaddafi
justificaban el ridículo internacional.
Por supuesto, tanto Chávez como Correa son herederos del albero mayor,
Fidel Castro, quien durante mucho tiempo abusó de la paciencia de sus
colegas, y aprovechaba todas las tribunas internacionales para lanzar
diatribas contra Estados Unidos y cualquiera que se enfrentara a la
revolución cubana. Eso fue así hasta que el salvadoreño Francisco Flores
le saliera al paso en la Cumbre Iberoamericana de Panamá en el año 2000.
Sería, por cierto, la última presencia de Castro en esas citas.
http://primaveradigital.org/primavera/internacional/52-mundo/2762-la-arrogancia-del-alba
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