¿Fin del monopolio de acopio en la agricultura cubana?
Resulta una contradicción que se esté importando 1,5 miles de millones
de dólares anuales en alimentos que en su mayoría podrían producirse en
Cuba, mientras no se dedica una cantidad adecuada a comprar recursos
para la agricultura
Oscar Espinosa Chepe, La Habana | 30/11/2011
Según lo establecido en varias resoluciones publicadas en la Gaceta
Oficial Extraordinaria No. 38 del 15 de noviembre, han quedado
autorizadas las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), las
Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS), que agrupan a los campesinos
individuales, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y
las empresas estatales que tienen organopónicos, a vender directamente
sus producciones a los establecimientos hoteleros y gastronómicos del
Sector Turismo, sin la obligación de utilizar los servicios de la
Empresa de Frutas Selectas, de Cultivos Varios o Acopio, como estaba
establecido. Desde diciembre podrán venderse directamente los productos
agrícolas no industrializados, arroz consumo y carbón vegetal, utilizado
este último en la confección de parrilladas y otras comidas criollas.
Se reguló que los suministros se realizaran sobre la base de contratos
firmados entre las partes, fijándose los precios de mutuo acuerdo, pero
siempre en Pesos Cubanos (CUP). La medida, aunque puede calificarse como
incompleta, pues continúa el Acopio estatal como intermediario para el
resto del mercado nacional, con todas sus tradicionales limitaciones y
arbitrariedades (condiciones y precios fijados unilateralmente a los
productores, ineficiencia en la recogida y manipulación de los
productos, así como tardanza en pagar a los productores), constituye un
paso positivo que incrementará en la relación con el sector del turismo
el uso racional del transporte, disminuirá el porcentaje de merma en los
productos y aumentará la oferta y calidad de los artículos.
Esta medida deberá alentar el aumento y la calidad de la producción
agropecuaria, al ser el cliente más exigente. También beneficiará la
economía en su conjunto, al disminuir la elevada dependencia de las
importaciones de alimentos, por la carencia de ofertas de origen
interno. El periódico Granma en una nota publicada el 22 de noviembre
reconoció que el pasado año fue necesario comprar en el exterior "1.360
toneladas de alimentos tan comunes como cebolla, zanahoria, col y
limón". Una vieja historia de absurdos, ya que durante mucho tiempo se
ha estado comprando frutas tropicales, vegetales, carnes, determinados
cereales, productos lácteos en países vecinos, que perfectamente pueden
producirse en Cuba, para satisfacer total o parcialmente el consumo
nacional. Situación insostenible, si seriamente se desea incrementar el
turismo.
Por supuesto, esa medida por sí sola no permitirá el desarrollo que
necesita el país en la esfera agropecuaria, pues encierra
contradicciones y limitaciones fundamentalmente por no estar también
dirigida al mercado constituido por la población. Por otra parte, no es
justo que solamente se permita el cobro de los productos en CUP y no en
Pesos Convertibles (CUC). En Cuba la mayoría de las mercancías se venden
por el Estado en CUC y el producto final se comercializará a los
turistas en CUC. Por tanto lo justo sería que al igual que los precios,
se acordara entre las partes la moneda a utilizar en las transacciones.
Las regulaciones establecen que los campesinos individuales y los nuevos
usufructuarios de tierra tendrán que realizar sus ventas a través de las
CCS, entidades muy controladas por la oficialista Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP). Esas cooperativas fortalecidas desde hace
años para realizar controles más estrechos sobre sus obligados
asociados, deberían ser sometidas a un proceso de democratización para
elegir directivas menos controladas oficialmente. Para ello habría que
modificar sus reglamentos. También lo justo y más razonable sería que
los campesinos decidieran voluntariamente la forma de realizar sus
ventas al turismo, o sea, a través de las CCS, agrupados en cooperativas
independientes o individualmente.
Otra cuestión importante a considerar es que para producir, beneficiar y
transportar con calidad los productos para el turismo se requieren
recursos, actualmente fuera del alcance de los agricultores. Con arados
de bueyes, machetes y guatacas de pésima calidad, los campesinos cubanos
han demostrado que se puede producir, pero no con la eficiencia óptima.
Resulta una contradicción que se esté importando 1,5 miles de millones
de dólares anuales en alimentos que en su mayoría podrían producirse en
Cuba, mientras no se dedica una cantidad adecuada a comprar recursos
para la agricultura. Sería más racional dedicar financiamiento a la
compra de insumos e incluso equipamiento para la mecanización, que
redundarían en un incremento productivo y, por consecuencia, en la
reducción de la compra de alimentos en el extranjero. Además se debería
aceptar las ofertas que se están recibiendo de organizaciones no
gubernamentales, y de la comunidad cubana en el exterior, para ayudar
con financiamiento, recursos y asistencia técnica al avance agropecuario
del país.
Al mismo tiempo hay que buscar otras vías para aumentar la producción
agropecuaria. Aunque empiezan a constatarse algunos resultados positivos
por la entrega de tierras en usufructo, la experiencia parece indicar
que las medidas tomadas hasta el momento son insuficientes, lo que ha
sido reconocido por dirigentes del Gobierno. Es necesario ampliar los
pasos dados, a través de permisos para que los usufructuarios puedan
construir sus viviendas en los terrenos recibidos; se elimine el plazo
de 10 años, renovable a otros 10, para la tenencia de las tierras en
usufructo; y es necesario ampliar los actuales límites de superficie a
entregar, entre otras medidas que brinden garantías y estimulen a los
campesinos para desarrollar sus iniciativas. Existe tierra suficiente
todavía en manos del sector estatal, cuya improductividad ha sido muy
demostrada.
Los cambios no pueden demorar. La situación económica internacional cada
día se ensombrece más, y las posibilidades de recesión son evidentes.
Por ello hay que prepararse con rapidez, particularmente en el
aseguramiento de la alimentación del pueblo. Resulta indispensable que
los cambios en este sector se agilicen, de manera que los campesinos
estén motivados a producir con eficiencia y calidad. Las
transformaciones deben apresurarse. Aunque la decisión de ventas
directas al turismo es un paso correcto, muchos otros deberán darse,
para que la producción nacional de alimentos no solo abastezca el
mercado nacional, sino que constituya una segura fuente de divisas para
el país.
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