Friday, November 25, 2011

Cuba, la esclavitud aplaudida

Cuba, la esclavitud aplaudida
Jueves 24 de Noviembre de 2011 09:30
Gastón Baquero

Puede asegurarse ya, sin grave riesgo de error, que en enero próximo
lanzará Castro su gran ofensiva en busca de relaciones comerciales con
Norteamérica, que es la única tabla de salvación que le queda.

La oferta consistirá en anunciar unos cambios que en el fondo serán muy
poca cosa, pero se prestarán para dar la sensación de que en efecto el
Zar Antillano pone en práctica una modificación sustancial de su
régimen. Modificación, transformación, o evolución, son sinónimos de
perestroika. Él va a hacer finalmente su perestroika, a su manera, a su
conveniencia, pero afirmará de nuevo, al lanzar la oferta, que desde
hace tiempo él tiene implantada y en marcha una transformación mucho más
amplia y profunda que la de Gorbachov.

Los preparativos para la "sorpresa" de enero son tres, fundamentalmente:
cambios en el gabinete, sustituyendo a los intransigentes por figuras
nuevas, no dogmáticas, que traen nuevos programas para la economía y
para la educación; aumento de la propaganda internacional, iniciada con
la entrevista de García Márquez, para persuadir a todos de que el
poderío militar y la popularidad de Castro son tan grandes, que es
inútil seguir esperando una caída por rebelión interna; y finalmente,
defensa descarada de la limitación de las libertades, a la luz del
argumento del bienestar popular, de la igualdad reinante en Cuba, y del
alto nivel de sanidad pública y de educación.

Esto último, que es falso en el fondo, tiene sin embargo prestigio
suficiente para conseguirle a Castro el perdón por la dictadura aun en
medios y personas sinceramente demócratas y liberales. "Es cierto, dicen
estas personas, que en Cuba no hay libertad, pero en cambio no hay
niños con hambre, como en Colombia, en Brasil, y en los mismos Estados
Unidos. En ciertos barrios de Nueva York, de París, de Londres, se ven
cuadros de miseria que no se ven en La Habana. Los cubanos están
pagando la pérdida del disfrute de la libertad formal y de los derechos
del hombre, con el bienestar de todos, sin distinción de castas ni de
razas".

Hay que concederle a esta explicación para justificar el terror y la
dictadura, todo el valor que tiene. Todavía convence a muchos
desconocedores de la verdad de Cuba antes del desastre la versión
difundida por el comunismo internacional de que aquello no era más que
una colonia y un prostíbulo de los yanquis, quienes eran los amos
absolutos. A eso se añade que no había escuelas públicas que sirvieran,
ni atención médica y sanitaria para el pueblo. Como guinda o colofón de
este cuadro se propagó por el mundo la especie de que hay, es verdad,
ciertas dificultades, pero se deben al bloqueo norteamericano. Y como
nadie se detiene a considerar que llaman bloqueo a la falta de comercio
con Estados Unidos la falacia del bloqueo sigue dando frutos. La
conclusión es esta: el pobre Castro ha hecho mucho; y si no hace y
consigue más es porque los malditos yanquis, que sueñan con invadir a
Cuba y apoderarse de la Isla, lo obligan a mantener en pie un ejército
enorme. Toda la culpa es de los norteamericanos: si no hay libertades,
si no hay ropa, "si no hay" es la frase que se oye más en Cuba, sólo hay
un culpable: Estados Unidos, que quiere esclavizar "de nuevo" a Cuba,
ofreciéndole a cambio a los cubanos mantequilla y zanahorias.

En los medios cubanos de comunicación son recogidos diariamente los
testimonios de visitantes y cooperadores procedentes de todas partes
del mundo, que coinciden en el mismo punto: a pesar de las
dificultades, el pueblo está muy contento, y es evidente que todos
aceptan sin sufrimiento la pérdida de la libertad a cambio de la
igualdad y de la comida, poca o mucha, compartida entre todos.

Es lo del perro flaco que se encuentra con el colega gordo. Pero al
revés de lo que se decía en aquella fábula --que el flaco ve en el
cuello del gordo la marca de una cadena, y se felicita de pasar hambre,
pero ser libre-- el régimen cubano se las arregla para transformar el
oprobio máximo que es la falta de libertad en algo insignificante y
subordinado a bienes mayores. Y como tristemente es cierto que hay
demasiada hambre en el Mundo Libre, el Zar Antillano se siente tranquilo
y hasta feliz. Si la esclavitud es voluntaria, parece pensar, nadie
tiene que entremeterse ni criticar.

El pretexto, la coartada de la invasión norteamericana, no tiene ya ni
la milésima de fuerza que tuvo. Pero la coartada del esclavo que aplaude
sus cadenas y nadie tiene que meterse, sigue dando buenos resultados.
"Sarna con gusto no pica; y si pica no mortifica", decíamos antes. Para
la democracia y la libertad en América no hay mayor amenaza que ésta. La
comida y la justicia existen sólo en el papel, pero la gente parece
contentarse con las promesas.

Una primera versión de este artículo apareció en 1990. Cortesía El Blog
de Montaner

http://www.neoclubpress.com/opinion/cronicas-de-gaston-baquero/2478-cuba-la-esclavitud-aplaudida.html

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