Y dios creó a la mujer… cubana
Reflexiones sobre la evolución y desarrollo de la mujer en Cuba durante
las últimas cinco décadas
Maida L. Donate, Arlington (Virginia) | 28/10/2011
Hace muchos años, en Cuba escuché a una mujer de pueblo decir que el
éxito y el fracaso de los gobernantes, quienes mejor lo miden son las
mujeres, en particular las amas de casa. Le pregunté por qué ella
afirmaba eso, y me respondió que a fin de cuentas, las mujeres son las
que lidian con el día a día de la comida y la ropa de los miembros de la
familia, las que están pendientes de satisfacer las necesidades de los
hijos y cuidan a sus ancianos y enfermos, también son las que cubren la
retaguardia y apoyan a sus parejas, y añadió "lo que necesitamos es
igualdad con equidad". Confieso que en aquel entonces no le hice caso,
yo era muy joven y me parecía que declarar la igualdad de la mujer era
suficiente para erradicar los prejuicios y costumbres que limitan el
desarrollo de las féminas, porque igualdad es el principio que reconoce
a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos.
Pasó el tiempo y pasó un águila por el mar… y comprendí que aquella
sencilla mujer había expresado de manera simple y breve, la esencia del
problema de la discriminación por sexo. Es un hecho que el papel de la
mujer en la reproducción de la especie humana nos hace diferentes, pero
no inferiores; por tanto, la igualdad de la mujer solo se puede lograr
en sociedades donde existe la voluntad y la disposición del ánimo que
mueve a dar derechos iguales, reconociendo y respetando la diferencia.
Soy mujer, cubana y habanera, y quisiera compartir algunas reflexiones
sobre la evolución y desarrollo de la mujer en Cuba durante las últimas
cinco décadas.
Es verdad de Perogrullo que a través de la historia, la mujer cubana ha
jugado —y sigue jugando— un papel trascendente. Desde la instauración de
la república en 1902, y durante la primera mitad del siglo XX, las
cubanas tuvieron una participación activa y decisiva en el ámbito
político y social. Los congresos feministas de 1923, 1925 y 1929, dan fe
de ello, por solo citar algunos ejemplos. Sin embargo, desde enero de
1959 —yo diría hasta la fecha— se observa una deliberada y minuciosa
intención de presentar la situación de la mujer en Cuba sin continuidad
histórica.
Según el discurso oficial, antes de la revolución, la inmensa mayoría de
la población femenina eran empleadas domésticas, campesinas iletradas y
prostitutas. La redención de estos grupos de mujeres fue la
justificación oficial para la creación de la Federación de Mujeres
Cubanas (FMC), el 23 de agosto de 1960. Esta organización subsumió y
acaparó en exclusiva, cualquier intento de diversidad y posible
participación de la mujer como agente de cambio social y político. La
política estatal encontró la manera de entrar en la familia a través de
su elemento catalizador más dinámico: la mujer, sobre todo, las amas de
casa. Se aprovechó de la influencia emocional, útil y decisiva de la
mujer para comunicar y consolidar los valores sociales a nivel familiar.
La propaganda revolucionaria escogió, y ha mantenido por muchos años, a
la mujer militarizada como la imagen de la federada destacada. A Celia
Sánchez, la guerrillera por excelencia, se la fotografió con una flor, y
a Alicia Alonso, la etérea Giselle, la vistieron de verde olivo para
bailar "Avanzada", coreografía inspirada, paradójicamente, en la foto de
los US Marines en la batalla de Iwo-Jima. Quedó sentado, y si se les
olvidaba, se lo recordaban con firmeza, que ninguna mujer cubana,
federada-miliciana-cederista-destacada, podía preocuparse por las
condiciones de la vida cotidiana. Ninguna debía preguntar por qué se
gastó en acciones militares y se gasta para reprimir a la población, lo
que se debe gastar en comida, vivienda e infraestructura social y
técnica para mejorar las condiciones de vida de la población. Después de
la caída del muro de Berlín, en un intento de compensar la pérdida del
subsidio procedente de los países del ex campo socialista, la estatal
FMC se convirtió, de un día para otro, en una Organización No
Gubernamental (ONG), pero siempre intentando mantener su esencia de ser
la única institución femenina cubana, aunque cada día con menos éxito.
Pero, ¿qué pasó con aquellos grupos de mujeres a los que iba a redimir
la susodicha FMC?
A las empleadas domésticas se las envió a trabajar en posiciones
administrativas en los bancos o como taxistas y choferes de unos
vehículos de transporte público que le llamaban "polaquitos" porque
venían de Polonia. En ambos casos, con muy poco entrenamiento, por lo
que el éxito de aquellas chicas, dependió de las características
individuales de sus respectivas personalidades, más que del programa en
el que participaron y que duró unos pocos meses. A las campesinas las
desarraigaron de sus familias y zonas de residencia para estudiar corte
y costura, concentrándolas en la ciudad de La Habana y llevándolas a
vivir en las casas de los que estaban emigrando. El programa también
fracasó, la mayoría de aquellas chicas nunca regresó a su lugar de
origen, pero tampoco pudieron independizarse, por lo que tuvieron que
ubicarse por ellas mismas como mejor pudieron. Con el tiempo algunas se
convirtieron en ayudantes de confianza, para realizar las labores
domésticas en las casas de los altos dirigentes del Gobierno y el
partido. Ironías de la vida.
Las prostitutas fueron foco de atención desde principios de 1959. Una de
las historias de vida trabajada por Oscar Lewis en 1969, y publicada en
Cuatro Mujeres, relata la experiencia de una prostituta, Pilar, que
participó en el programa de rehabilitación. Para esta historia de vida,
también se entrevistó al proxeneta que la inició en la prostitución, a
la hermana y a las hijas de Pilar, a una trabajadora social que
participó en el programa y a mujeres y hombres ex militares, que
participaron en alguna fase de dicho programa.
Todos los entrevistados coincidieron en que en el segundo semestre de
1959, policías y soldados en uniformes verde olivo, visitaron los
prostíbulos, se reunieron con las mujeres y las llevaron a las unidades
de policía correspondientes. Les hicieron una ficha con sus datos
personales, les tomaron fotografías y las huellas digitales. Las
enviaron a un chequeo médico obligatorio cada tres meses, si no se lo
hacían, no podían ejercer el oficio e irían a prisión. Las vacunaron y
les hicieron pruebas de detección de enfermedades de transmisión sexual.
Se les explicó que no tenían que dar el dinero a los proxenetas. Las que
vivían en los prostíbulos, pasaron a ser inquilinas y distribuyeron los
gastos entre todas. Los proxenetas no estuvieron de acuerdo con aquellas
medidas, y para evitar que influyeran sobre las mujeres, los empezaron a
enviar a granjas-prisiones, al parecer, las primeras Unidades de Ayuda a
la Producción (UMAP). La prostitución se empezó a perseguir a fines de
1960. La policía citaba a las mujeres previamente fichadas, para darles
charlas revolucionarias y proponerles que participaran en el programa de
rehabilitación en el que estudiarían un oficio bajo régimen de
internado, las que tenían hijos los dejarían con un familiar y el Estado
le pasaría un pensión mientras ellas estuvieran en el programa, después
las ayudarían a encontrar trabajo y vivienda. Algunas mujeres aceptaron,
otras no; a las que se negaron a participar en el programa, les dieron
la opción de emigrar. A los proxenetas también les dieron la opción de
emigrar. Algunos se quedaron y se integraron a la revolución. El proceso
de integración social de las prostitutas rehabilitadas fue más difícil
que el de los proxenetas: la sociedad aceptaba mejor a los hombres que
habían vivido de las prostitutas, que a las mujeres que habían ejercido
la prostitución. A medida que terminaban la escuela, las ubicaban en una
fábrica situada en las inmediaciones de Rancho Boyeros y les daban en
usufructo las viviendas cerca del aeropuerto de La Habana, que otrora
habían sido de trabajadores de la aviación civil. En 1969, Pilar llevaba
una vida común con sus hijas y era ultra conservadora e hipercrítica de
las mujeres que mantenían relaciones sexuales a cambio de dinero. Ella
explicaba que se había hecho prostituta debido a la situación económica
de su familia, ella quería ayudar a su madre y a sus hermanas. Su
proxeneta había sido el padre de su hija mayor, lo había conocido a la
edad de 15 años en el mismo barrio donde vivía, él tenía cerca de 40
años. La madre de Pilar, le dijo que ese era el hombre que le convenía y
dio su autorización para que se fuera a vivir con él en concubinato. Al
mes, él la obligó a prostituirse. Pilar le daba dinero a él y a su
madre. En enero de 1959, ella tenía 18 años y siguió ejerciendo la
prostitución hasta los 20.
Por mucho tiempo, el discurso oficial enfatizó que la prostitución era
el resultado de la extrema pobreza engendrada por el capitalismo; las
mujeres se veían obligadas a vender su cuerpo para poder satisfacer las
necesidades básicas de su familia, sobre todo de sus hijos. A finales de
los años ochenta, se hizo evidente que en la nueva generación de
jóvenes, nacidas después del triunfo de la revolución y formadas en el
socialismo, había quienes estaban intercambiando sexo por dólares. Ya no
se llamaban prostitutas, sino jineteras. El asunto se las traía y más de
una voz se alzó exigiendo analizar las causas del problema. No se le
podía echar la culpa a la Cuba pre-revolucionaria porque era obvio que
esas jóvenes habían crecido bajo la influencia ideológica de la
revolución. Cuando los argumentos se hicieron más fuertes e
irrefutables, Castro espetó públicamente en un discurso, que las
prostitutas cubanas eran las más sanas e instruidas del mundo. Esta
declaración fue la autorización oficial para la promoción del turismo
sexual en Cuba y, consecuentemente, la trata de mujeres cubanas. Pocos
días después de esa ignominia a la mujer cubana, el representante de la
Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), tomó el estandarte y definió el
jinetear como una forma patriótica de fortalecer la economía nacional,
atrayendo divisas al país. A las jineteras se les "sugirió" que hicieran
donaciones "periódicas" para demostrar su condición revolucionaria.
Actualmente, según diferentes publicaciones, la prostitución también la
practican públicamente los hombres, sean heterosexuales u homosexuales.
Todos los que ejercen la prostitución son jóvenes, la mayoría menores de
20 años, muchos son menores de 15, y los clientes extranjeros obtienen
las visas para viajar a la Isla en los consulados cubanos de sus
respectivos países. Al parecer, tampoco el programa de erradicación de
la prostitución y rehabilitación de las prostitutas funcionó en la Cuba
revolucionaria. Bajo el socialismo, el ejercicio de la prostitución
resurgió con más fuerza con el amparo gubernamental que, además,
propicia el tráfico de mujeres y la prostitución infantil, buscando el
envío de remesas familiares.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/y-dios-creo-a-la-mujer-cubana-269839
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