Miércoles, Septiembre 28, 2011 | Por Víctor Manuel Domínguez
LA HABANA, Cuba (www.cubanet.org) – Las supuestas facilidades para
ejercer el trabajo por cuenta propia están obstaculizadas por un
excesivo control. De nada sirve que aumente el número de oficios
autorizados si arbitrarias medidas impiden su realización. Es algo así
como acelerar y poner el freno a la vez.
Entre las disposiciones que más afectan el desempeño de los
cuentapropistas está la movilidad. Mientras unos son obligados a
desplazarse continuamente para vender, otros tienen que permanecer en un
solo lugar.
Y esta exigencia no siempre está regida por las condiciones del trabajo
a desempeñar, sino por "leyes cimarronas" que imponen algunos
funcionarios fuera de las regulaciones oficiales para este tipo de
actividad.
Ante las irregularidades de los métodos a seguir, un número creciente de
cuentapropistas se queja ante los medios en busca de una solución. Las
afectaciones a los servicios que ofrecen, provocan que no pocos
entreguen su licencia, y "hasta aquí llegué", como expresó a este
reportero Libán Ferreiro, carpintero.
La señora Rosa Rodríguez es una de los cuentapropistas que se encuentran
(por las arbitrariedades de los de arriba) entre la espada y la pared.
Informada en el Consejo de la Administración Municipal de Boyeros de que
los inspectores procederían a multar a los titulares de la licencia de
no encontrarse en el local de trabajo, calificó de poco razonable la medida.
El problema –reveló- es que allí les plantearon que "los trabajadores
contratados no tienen facultad para despachar y atender al cliente si el
titular no está presente". De violar esta disposición, hasta se le puede
anular la licencia. Y eso no está entre las regulaciones publicadas en
la Gaceta Oficial para el trabajo por cuenta propia.
No obstante, si se ausenta para ir al baño, gestionar y adquirir
insumos, recoger a sus hijos en la escuela, o decidir tomarse un día
para descansar de tanto trajín, está obligada a cerrar.
No importa si ella tiene contratados a tres trabajadores que pueden
atender el negocio, paga puntualmente sus obligaciones tributarias, y
cumple con las demás condiciones exigidas. Si llega el inspector y no
está presente, paga las consecuencias.
Hechos similares ocurren a lo largo y ancho del país. Las quejas no
tienen para cuándo acabar. Mientras unos buscan cualquier trabajo para
sobrevivir, otros lo hacen para entorpecer a los demás.
Obligar a permanecer en su puesto de trabajo, sin salir, al
administrador de un negocio propio, es un contrasentido. Igual que
impedir a los vendedores ambulantes detenerse a vender sus productos.
Pobre de quienes creen en la voluntad de los burócratas de facilitar el
trabajo por cuenta propia. ¿De qué sirve elevar hasta 50 el número de
trabajadores contratados por el titular de una licencia, si él no se
puede ausentar del local ni por un minuto?
En este país todo es posible. Los funcionarios ejercen la locura por
cuenta propia.
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