Saturday, February 05, 2011

Cuba, la urgencia de un nuevo pacto social

Cuba, la urgencia de un nuevo pacto social

Análisis de la publicación del Consejo Arquidiocesano de Laicos de La Habana

LA HABANA, sábado, 5 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Presentamos el
análisis que ha publicado "Espacio laical", revista del Consejo
Arquidiocesano de Laicos de La Habana con el título "La urgencia de un
nuevo pacto social".

* * *

Desde hace tiempo se han venido desdibujando los elementos que han
integrado el pacto social que hubo en Cuba durante el último medio siglo.

Esta realidad no ha implicado aún una pérdida de la gobernabilidad en el
país. Tampoco ha conseguido que importantes sectores pierdan afinidad
con el imaginario -sobre todo el original- que hizo posible la
Revolución cubana. Sin embargo, dicho proceso de fractura sí ha dañado
cuotas de legitimidad que poseía el proyecto oficial, ha perjudicado el
consenso mínimo a partir del cual debe desarrollarse todo el universo de
relaciones en el país, y ha generado un clima sostenido de crisis. Esto,
por supuesto, ha atentado contra el esfuerzo mancomunado que demandan el
equilibrio y el progreso nacional.

El país contaba con un contrato social que emanaba de ciertos consensos
en relación con la posibilidad de una educación general y gratuita, de
un tipo de acceso a la cultura, del disfrute de un sistema de salud
también general y gratuito, del derecho al trabajo, de determinadas
cuotas de seguridad social, de una férrea defensa de la soberanía
nacional y de la esperanza de poder democratizar, cada vez más, los
modelos político y económico. Como es lógico, nunca dejó de existir una
pluralidad de opiniones críticas acerca de cómo debían marchar estas
realidades. Incluso, un sector nacional ha aborrecido de plano todas
esas políticas. No obstante, la inmensa mayoría sentía seguridad y
compromiso con el desempeño de estas realidades.

De ese universo de acuerdos, que imbricaba a la ciudadanía con el
gobierno, hoy quedan en pie únicamente los consensos acerca de la
defensa de la soberanía, así como del acceso a la educación y a la
salud; no sin grandes insatisfacciones por el deterioro de estos dos
servicios y por la existencia en el país de una diversidad amplia de
opiniones acerca de cómo reestructurarlos. Sobre las otras cuestiones,
es tan grande el abismo entre los diversos criterios, que al respecto se
hace difícil hablar de consensos.

Son múltiples las visiones que existen en la ciudadanía acerca de todas
estas realidades: sobre cómo enrumbar el desempeño espiritual y cultural
de la nación, sobre cómo refundar nuestra democracia social, económica y
política. Y es muy grande la distancia que existe entre muchos aspectos
de estos imaginarios, así como entre ellos y los de una buena cantidad
de funcionarios que van formulando, con sus actitudes, la política oficial.

Cuba ha vivido en los últimos tiempos un proceso creciente de
diversificación de las identidades sociales. La distancia entre la
inmensa mayoría de la juventud del país y los contenidos del pasado
pacto social cubano ha comenzado a ahondarse progresivamente. Un número
nada despreciable de ciudadanos, que gozan de una buena educación y
cultura, se ha dedicado a formular nuevos imaginarios. De este quehacer
han emanado "diversas Cubas", que hoy son constatables en la sociedad
insular. Esta amalgama de proyectos, al parecer, sería fácil de
consensuar porque tiene en común el anhelo de una libertad responsable,
el disfrute de todos los derechos -tanto individuales como sociales-, la
defensa de la soberanía, el despliegue de la iniciativa económica y el
diseño de un modelo político capaz de incrementar sistemáticamente las
cuotas de participación y protagonismo ciudadano. Es plural el criterio
acerca de cómo poder materializar estas realidades, pero los evidentes
puntos de contacto entre ellos podrían facilitar el diálogo y el consenso.

Según sus propias declaraciones, el presidente Raúl Castro tiene
conciencia de este gran desafío y pretende contribuir, hasta donde le
sea posible, a la articulación de un camino de conciliación nacional.
Como es de suponer, intenta hacerlo desde sus criterios y perspectivas,
que necesariamente no coinciden con los de la totalidad de los
ciudadanos. Sin embargo, el gobierno logrará avanzar hasta donde le
exige su responsabilidad histórica si consigue incluir y articular a la
mayoría de los criterios presentes en la sociedad cubana. Parece que el
Presidente no tiene prejuicio en hacerlo, pues en reiteradas ocasiones
ha convocado a respetar, escuchar y tener en cuenta las opiniones de
todos. Y para avanzar en ese camino, que inevitablemente será un proceso
largo y complejo, invitó a toda la ciudadanía a debatir acerca de un
nuevo proyecto económico para Cuba.

No obstante, la marcha de este proceso de diálogo sobre temas económicos
indica la existencia de actitudes que, en cualquier circunstancia,
pueden hacer fracasar dicho camino. Entre estos indicadores se
encuentran sectores que actualmente no son afines al gobierno y
manifiestan una incapacidad enorme para reconocerle su legitimidad y
dialogar con el mismo; la apatía y la desconfianza de amplios segmentos
de la población acerca de la posibilidad de ser realmente tenidos en
cuenta; unos medios de comunicación incapaces de explicarle al pueblo la
propuesta de la alta dirección del país, así como reflejar de manera
real y con amplitud los criterios de la ciudadanía; y un funcionariado
oficial que, en muchos casos, recela de todo cambio y, por tanto,
rechaza cualquier opinión novedosa, incluso propuestas del Proyecto de
Lineamientos para el VI Congreso del PCC, e intenta asfixiar el debate.

Resulta imprescindible y patriótico comprender que los cubanos debemos
participar en un diálogo sobre diversos temas que nos atañen a todos.
Solo así nos abriremos al bienestar que podemos ofrecernos mutuamente.

Resulta estratégico brindar confianza política y contribuir,
críticamente, a la construcción de un nuevo pacto social que articule la
diversidad de criterios presentes en nuestra nación.

Pero, además, debemos comprender que ante la crisis actual, tenemos poco
tiempo para lograrlo, so pena de adentrarnos en un escenario muy
difícil. Vivimos el tiempo preciso para, por encima de las diferencias
existentes, contribuir mancomunadamente a la búsqueda de una Cuba donde
quepamos, definitivamente, todos.

http://es.catholic.net/laiglesiahoy/mundoarticulo.phtml?consecutivo=38153

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