Últimamente cuando se habla de estos dos países es para enfocar aspectos
comunes a sus dos gobiernos, íntimamente relacionados por esa suerte de
encantamiento aparatoso de Hugo Chávez con la figura de Fidel Castro que
proclama el liderazgo universal del "Socialismo S. XXI" del dictador
cubano. Engloba también a Irán, Corea del Norte y al Ecuador y a Bolivia
en nuestra región. Por ahí también anda dando vueltas la Argentina
"antigorila" del matrimonio Kirchner, mucho más encerrada por la falta
de espacio que le plantea su deuda con el mandamás venezolano.
Hugo Chávez no llegó al poder por casualidad. Tras un intento fracasado
de asaltarlo por vía de un golpe de Estado contra el gobierno de Carlos
Andrés Pérez, terminó ganándolo en las urnas. Hay que reconocer que
Venezuela vivió saqueado por varios gobiernos anteriores a Chávez. Pero
éste, desde el poder no ha tenido límites. Lo ha ejercido como si la
legitimación del voto popular le diera alas para hacer cuanto pudiera
ocurrírsele, perpetuarse en el gobierno y dominarlo en forma autocrática
y autoritaria. Ahora, sin embargo, las cosas no le ruedan bien a Chávez.
La economía venezolana está con problemas, el pueblo siente que la
riqueza no está bien distribuida, y al llamado del hambre y de la
insatisfacción de sus necesidades básicas la gente se esmera en buscar
soluciones. En Venezuela hay elecciones legislativas el 26 de setiembre
y todos los partidos de la oposición han resuelto concertar entre ellos
para formar un bloque unido que por lo menos recupere el espacio
político perdido por tanto tiempo.
Esa concertación que lleva a la coalición electoral se inspira en un
único objetivo que nada tiene que ver con la ideología. Es la reacción
natural de colectividades de izquierda y de derecha que con ganar más de
dos quintas partes de la Asamblea General, podrán restablecer el
contralor del Poder Legislativo sobre el Ejecutivo. Con eso basta. El ex
diputado Ismael García, secretario general del partido "Podemos",
antiguo aliado de Chávez, define esta alianza opositora como "no
ideológica". Agrega que "coincidimos en el modelo de país que propone la
Constitución, democrático, descentralizado, de derecho, y justicia". Y
nada más. Es suficiente para enfrentar al adversario, con posibilidades
de ponerle un freno a su poder absoluto.
Veremos si tienen éxito. En casos como éste, la coincidencia en los
principios básicos de un Estado de Derecho disimula diferencias de
matices en cuestiones no sustanciales, lo que facilita la formación de
las coaliciones electorales y de gobierno.
Es un ejemplo para muchos. Sin duda para Argentina, en donde los cismas
opositores calan demasiado hondo como para enfrentar a un gobierno
prepotente que seguramente no es querido por muchos. Y también es un
ejemplo para nosotros, que estamos viendo cómo al parecer, algunos
líderes de los partidos fundacionales, hoy en la oposición, quieren
marcar sus perfiles diferenciales internos para competir por quién será
la primera mayoría de la minoría.
Vamos a Cuba. La debacle por la que atraviesa la economía cubana es la
que denunció Castro cuando en un arranque de sinceridad admitió primero
para balbucear después, que fue mal interpretado, que el modelo
socialista había fracasado en la isla.
Hoy el gobierno de Cuba tiene que tomar medidas contra medio millón de
cubanos que trabajan para el Estado, de los cuatro millones que lo hacen
ahora. A esos quinientos mil, previa clasificación que difícilmente sea
por rendimiento, se les aplicará "una reforma de calado" que en buen
romance significa pasar a tener un pequeño empleo privado -por cuenta
propia eso está permitido en Cuba desde 1996 cuando se quedó sin la
limosna de la ex URSS- o cooperativo. La consigna es aumentar la
productividad, reducir los abultados gastos sociales y eliminar
gratuidades y subsidios excesivos.
¿No se solidarizará con ellos COFE o nuestro combativo Pit-Cnt?
Porque esto es el colmo del neoliberalismo…
http://www.elpais.com.uy/100924/predit-517319/editorialdeldia/venezuela-y-cuba
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