Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Graciela tiene 74 años y
padece de glaucoma. Ayer fue a la farmacia y evitando el cristal roto
del mostrador para no cortarse, le entregó a la empleada el tarjetón
mediante el que se venden los medicamentos. Iba a comprar el colirio
timolol al 0,5 %, pero la dependienta le dijo:
-No hay, esta semana no entró.
Entonces le mostró la receta de meprobamato.
-Qué pena, mi vieja, es que llegó una cajita y no duró ni una hora. La
cola parecía una manifestación.
Graciela, contrariada, se quedó pensando en lo que le esperaba. Las
recetas son válidas durante una semana, y esa es la frecuencia con que
llegan los medicamentos a la farmacia. Eso significaba que la próxima
semana tendría que volver al médico a pedirle otra receta, lo que
implicaba levantarse mucho más temprano de lo habitual y mantenerse en
una cola interminable para que la atendieran.
Otra clienta apareció con sus recetas.
-La benadrilina está en falta –dijo la dependienta-, y vitamina C no la
hay desde hace seis meses.
Hace un mes Graciela fue a hacerse el habitual chequeo médico. Se sentía
cansada y el doctor, sonriendo, le dijo.
-Estás bien, lo que tienes que hacer es comer vegetales y tomar vitaminas
Antes de retirarse de la farmacia, preguntó:
-¿Hay vitaminas y minerales?
Y medio en broma, medio en serio, la empleada le respondió:
-Eso lo encuentra en la farmacia Internacional, un pomo de
multivitaminas con 30 pastillas cuesta 17 CUC.
Cuando llegó a la casa comentó a una vecina
-Pues apúrate, que hasta en esas farmacias se están acabando las
medicinas. Mi hermana toma pancreatina y hace meses que no hay.
Por la noche la llamó una amiga que acaba de regresar de una misión
médica en Venezuela, y le contó que los médicos cubanos van por los
barrios haciendo pesquisas gratis a los venezolanos, y les regalan las
medicinas que llevan de Cuba. Graciela pensó que, con su pensión, no le
vendría nada mal que le regalaran las medicinas a ella también.
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