El libro de Juanita Castro
By NICOLAS PEREZ
No escribo sobre la clandestinidad o la cárcel por dos razones: la
primera, que cuando pretendo buscar las versiones de mis compañeros
sobre un hecho determinado, como en la novela Rashomon, todos me dan
versiones diferentes de una misma realidad. La segunda, porque cuando
intento escribir de lucha armada o cárcel me entra una ansiedad y una
indignación que nunca me permite pasar de la primera página. Hoy voy a
hacer la excepción y tocar el tema muy superficialmente, porque es de
actualidad.
Se ha hablado hasta el cansancio del embrujo que ejerce Fidel Castro
sobre Gabriel García Márquez, pero se calla la fascinación que despierta
en este exilio de Miami, donde programas de radio y televisión, y
noticieros, dan constantemente detalles ridículos de la vida de Fidel
Castro y sus hijos.
Aquí todos ignoran qué fue la conspiración del 30 de agosto. Ese día
fusilaron en toda Cuba a 400 personas; ¿cuántas personas menores de 50
años en Miami habían escuchado esta historia? No obstante, todos saben a
través de ciertos programas de televisión que el cocinero de Fidel se
llama Erasmo, que ``la compañera Dalia'' es más mujer que madre, y que
Adalys, que sufrió de una bacteria en un riñón, es la nieta favorita del
dictador.
Infinidad ignoran en Miami que en una causa que se llamó ``la de los Mil
Doce'', se juzgaron a 1,012 personas, fusilaron a 1,000 y a los 12
sobrevivientes, que vivían en un estado de pánico y estupor, los conocí
al final de Isla de Pinos en la cárcel de Agüica. Esto nadie lo sabe,
sin embargo aquí Juana y su hermana murmuran sobre la saga de Dashiel
Torralba, la prometida de Antonio Castro, y si en la casa de Fidel se
come con vino y se sirve a la rusa, si hay dos guacamayos en una jaula
en el patio, regalo de Hugo Chávez, y si Rebeca es la esposa de Alexis.
También el vecino menos informado de Hialeah te confirma que el quinto
hijo de la pareja real del dictador y Dalia se llama Angelito. A todo
esto lo bauticé en una oportunidad con el nombre de ``comer catibía con
una cucharita de plata sterling''. Y es que colocar a los Castro en
Miami, con el mismo índice de superficialidad con que coloca la revista
Hola en España a los miembros de su jet set, es una estupidez tan grande
que provoca pavor.
Todo esto viene a cuento por el revuelo que han armado las memorias de
la hermana menor de Fidel y Raúl. Y la algarabía no la provocan las
consecuencias políticas del evento, sino el chisme. Aunque primeramente
separemos la paja del trigo. Juanita es una mujer valiente, admirable y
de fuertísimas convicciones.
Pero no creo que haya sido inteligente colocarle el cuño de agente de la
CIA porque es una pésima presentación en América Latina y Europa del
libro, por el rechazo de que disfruta hoy la CIA en el mundo entero, y
porque no sé qué hizo ella cuando llegó a Estados Unidos, pero mientras
estuvo conspirando en Cuba se le pudo llamar colaboradora, simpatizante,
partidaria, incluso subagente, ¿pero agente de la CIA? Me paso con
fichas. Este es un club muy exclusivo donde han entrado muy pocos
ciudadanos nacidos en Cuba. Si Juanita fue agente de la CIA, lo fueron
todos aquellos que conspiraron contra el castrismo en la isla, y fueron
agentes de la Unión Soviética los que por entonces simpatizaban con la
revolución cubana.
También el aura de secreto de altísimo nivel con que rodearon el libro
fue un desacierto. Cuando fui detenido en agosto de 1962 gran parte de
mi interrogatorio en las Cabañitas de Seguridad del Estado fueron
preguntas sobre Juanita, si la conocía, si estaba conspirando, con quién
y cómo. Pude librarme con facilidad de las astas de este toro porque no
conocía ni había cruzado jamás media palabra con ella. Si se comentaba
que estaba opuesta a a revolución y que estaba muy cerca de un
diplomático, ayer me enteré que era Vasco Leitao da Cunha, de Brasil, y
siempre supuse había sido Jaime Caldevilla, encargado de negocios de
España en Cuba. También tantos años lo confunden a uno, y cuando una
periodista me preguntó hace unos días qué sabía de Juanita y su
conspiración, tuve un tipo de idea vaga de que ella había conocido a
Manolín Guillot, jefe militar del MRR y fusilado el 30 de agosto, pero
cuando consulté a Juan Falcón Samar, la persona que estaba más cerca de
Monty, me dijo que no tenía la más mínima idea de esto, es decir, yo
estaba equivocado.
tro ángulo del problema. De lo que yo me enteraba también se enteraba el
coordinador nacional de abastecimientos del Directorio, capitán de
Seguridad del Estado infiltrado en el grupo, Jorge Medina Bringuier, y
el hombre que se ocupó de destruir a la clandestinidad traicionándonos.
Si lo supo el Mongo, al instante lo supo Ramiro Valdés. Quizás desde
antes, pero de lo que sí estoy convencido es de que, en junio de 1962,
el gobierno castrista sabía que Juanita era enemiga de la revolución y
estaba vigilada hasta en sus más mínimos movimientos. ¿Cómo pudo ser
útil a la lucha de esa fecha en adelante? No lo entiendo.
Por último, decir que Juanita informó a Estados Unidos de la existencia
de cohetes en Cuba es algo cierto, pero trivial. Aproximadamente un
millón de cubanos hicieron lo mismo con lo que era un secreto a voces de
una punta a la otra de la isla.
Por lo demás, el balance del libro es positivo.
NICOLAS PEREZ: El libro de Juanita Castro - Columnas de Opinión sobre
Cuba - El Nuevo Herald (28 October 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/v-fullstory/story/575185.html
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