Publicado el 10-03-2009
Cuba y su destino
Por el Rev. Martín N. Añorga
Después de más de 50 años de tiranía comunista para muchos parecerá
iluso que a nuestra edad nos dediquemos a hablar sobre el futuro de
Cuba. El hecho es que cuando hablamos de Cuba ya no se trata de nuestro
propio futuro, sino del que le corresponderá a más de 12 millones de
compatriotas que viven ahogados en un presente opresivo y depauperado.
Los que hoy ostentan en la Isla el poder omnímodo afirman que en Cuba
jamás habrá cambio de sistema y que el comunismo llegó para quedarse
permanentemente. Para estos atrofiados líderes el futuro es una puerta
cerrada. Veredicto al que lamentablemente muchos se han resignado. Pero
para los que todavía mantienen vivo el amor por la patria, y no se
someten a claudicaciones, el futuro sigue siendo una puerta abierta por
la que va a entrarse con la frente en alto, el corazón enardecido y las
manos dispuestas a la obra.
Los neo marxistas del hemisferio sudamericano de nuestros días, han
adoptado a Cuba como un ejemplo a seguir, y en cada uno de los casos la
característica común es la de la permanencia indefinida de los
gobernantes en sus dorados tronos. Este es el caso de Manuel Zelaya,
algo que no quieren entender los que se autotitulan defensores de la
democracia. Castro ostenta el maléfico récord de haber permanecido como
dictador inapelable por 5 insufribles décadas.
Chávez, discípulo fiel, ha anunciado desafiantemente que será el
presidente vitalicio de Venezuela. En Bolivia, Evo Morales; en Ecuador,
Rafael Correa, y Daniel Ortega en Nicaragua, han amañado siniestras
reformas constitucionales para permanecer en el poder por tiempo
indefinido. Esa maliciosa estrategia le fue interceptada al ridículo ex
mandatario Manuel Zelaya. Por aquello de que este "mal ejemplo" hay que
pulverizarlo, los marxistas de nuevo sello están haciendo lo imposible
por reinstalarlo en su inmerecida posición.
Para todos estos gobernantes el asalto al poder implica el secuestro del
futuro. Pretenden la instalación de un sistema permanente con apego al
gobierno sin términos de tiempo. Se trata de imponer el rigor de las
cadenas a pueblos a los que se les roba la esperanza.
Últimamente, debido al deterioro evidente del octogenario tirano de Cuba
y a la desacreditada cúpula de los que en la Isla mandan, han surgido
esperanzas de que se acercan cambios fundamentales que darán al traste
con el actual sistema sociopolítico. Contrarios a esta posibilidad, que
les parece remota, hay muchos que se aferran a la negativa idea del
continuismo, y se pliegan al sistema con el fatalismo de creer que el
mismo es un hecho irremediable.
Creo, sin embargo, que los que nos hemos casado con la libertad, tenemos
que desechar, por sumiso y derrotista, ese pensamiento. Sabemos que los
procesos de la historia son lentos y desesperantes; pero siempre
abiertos a cambios. La opción del cambio no puede jamás perderse de
vista cuando pensamos en Cuba. Ahora bien, para que el cambio se
produzca hace falta un detonante, y el mismo tiene que ser una fusión de
elementos, el de la rebeldía en la Isla y el solidario y dedicado apoyo
militante del exilio.
En Cuba se está practicando una frágil sucesión de poderes, anacrónica y
forzada; pero que no alcanza la estructura del sistema establecido.
Cuando el tirano Castro le cedió su silla al hermano irresponsable y
alcoholizado expuso al mundo la naturaleza monárquica de su régimen y el
irrespeto que siente por las normas y las leyes. En la nomenclatura del
poder en Cuba la sucesión es el castrismo sin Castro, el mismo régimen
con otra careta, quizás sujeto a superficiales arreglos cosméticos; pero
con las mismas entrañas manchadas de perfidia.
La sucesión es cambiar de asiento sin cambiarle la ruta al autobús. De
hecho es lo que se está planeando en Cuba. No han cambiado ni la nave ni
la tripulación, no han reorientado la brújula ni han reconsiderado la
ruta; pero quieren hacernos creer que cambiarían de piloto. Sucesión es
sinónimo de continuismo. Nadie en su justo sentido puede creer que
detrás de los hermanos Castro pueda venir alguien, dominado por la misma
ideología vigente en la Isla, a ensayar cambios.Esa peregrina idea la
repudiamos, pues la permanencia del comunismo en Cuba, en cualquiera
forma que adopte, es una afrenta a nuestro decoro y una humillación a
nuestros empeños legítimos de reconquista y libertad.
En cuanto a la llamada transición, una perspectiva para el futuro de
Cuba que algunos apuntan, es necesario no ocultar el hecho de que toda
transición se produce con cierta dosis de anuencia de los que están
inclinados a conceder parte de sus espacios, y éste no es el caso de
Cuba. Ni continuismo ni transición son soluciones, porque ambas implican
una fuerte presencia de pacifismo, y los comunistas solo se doblegan
ante una fuerza superior a ellos.
Hay, sin embargo, numerosas personas que creen que la transición ha
comenzado en Cuba, noción de la que yo disiento. ¿Transición auspiciada
y operada por los mismos que se horrorizan ante la idea del cambio? Los
que consideran una transición el hecho de que Cuba se oriente hacia la
esfera de influencia de China o hacia el sistema monolítico de Corea del
Norte, o que se desentienda paulatinamente de la ofensiva chavista, no
se dan cuenta de que cambiar de amo no hace libre al esclavo.
La anulación de la tragedia cubana tiene que ser producto de un violento
cambio de estructura en la esfera del poder. Nunca podrá ser logrado
esto por medio de negociaciones con los que desde el poder evaden
cualquier riesgo a toda costa. Hay quienes confían en que la
polifacética disidencia en la Isla está lista para echarse sobre sus
hombros la tarea de la transformación; pero perdemos de vista que por
"las buenas" no se tritura la autoridad omnímoda de los que
desgobiernan. Para llegar a la transición es necesario pasar por la
confrontación.
Están los que creen que entre los que hoy día tienen acceso al poder en
Cuba hay individuos que sustentan reservas y anidan contrariedades, por
lo que eventualmente crearían las condiciones para que el poder se
convierta en fuente de cambios, quizás paulatinos; pero eventualmente
firmes y sustanciales. Yo quisiera disponer de una ración de ese
optimismo; pero la fuerza del pasado me ha hecho entrar en el
pragmatismo del presente. No creo que en Cuba estén dadas las
circunstancias para que se produzca lo mismo que sucedió en el bloque
soviético.
Para el destino de mi Patria no quiero una humillante sucesión ni una
transición cosmética, ni me adhiero a la resignación y al conformismo de
creer que todo está perdido. Para Cuba queda la bendita opción del
cambio total y radical, y con esta opción tenemos que comprometernos,
con la espada desenvainada, al ineludible deber de la confrontación
heroica y cohesiva.
A lo largo de las últimas semanas se han desatado en la Casa Blanca
tendencias de convivencia pacífica con Cuba, proyecto que no ha avanzado
por dos razones fundamentales: la negación de Cuba a suavizar el
totalitarismo y a sus exigencias ridículas que pretende imponer a priori.
La verdadera transición no se compra, ni se negocia, ni se espera. Los
que aún soñamos con una Cuba Libre debemos tener en cuenta que el cambio
está en aquellos que estén dispuestos a emprender el sacrificio para
producirlo.
Ni continuismo, sucesión o transición manipulada. Para Cuba, la libertad
total y definitiva: ¡esa es la meta, y sin alternativas!
Diario Las Americas - Cuba y su destino (3 October 2009)
http://www.diariolasamericas.com/news.php?nid=86252
No comments:
Post a Comment