Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - El cubano promedio
actúa por estímulos como el perro de Pavlov. De no recibir una orden, un
llamamiento, o ser amenazado con otra vuelta de tuerca en una rosca que
ya no aguanta más, se mantiene con la lengua afuera y meneando la
colita, lo mismo en una fiesta que bajo un apagón.
A la orden de ¡grita, calla, avanza o retrocede!, el instinto de
conservación lo adapta al reclamo, y hace ruidos, se hunde en el
silencio, da un brinco hacia delante o trastabilla.
No importa si la convocatoria es para gritar: ¡Yanquis: Go Home!, pero
envíen pollos y manzanas, que ya nos arreglaremos para comprarlos. O en
contra del hurto y sacrificio de ganado mayor en el bosque de Sherwood.
Tampoco si es llamado para exigirle que porte un documento que lo
autorice a mirar el horizonte, o sacarle punta a un lápiz y pincharse la
nariz en un momento histórico de la revolución.
Cual mosqueteros en Fuenteovejuna y pobladores desalojados de un solar,
gritan "todos para uno y uno para todos", como el pescado en la libreta
de racionamiento en esta isla musical. Y esto es importante en las
comparsas éticas de una conga social, en el jadeo maduro y para donde
sople el viento, del cuerpo sudoroso de la nación.
Por eso no me sorprendió que cientos de cubanos, al llamado patrio de
mostrar una correcta ortografía como escudo y espada para salvar el
pellejo y a la revolución, se dieran cita en el Sábado del Libro, por
vez primera culto y popular.
Vendedores de rosquitas al menudeo, comerciantes de ajos al por mayor,
pintores de brocha gorda, boliteros, catadores de churros, obreros y
estudiantes, intercambiaron armas gramaticales en el Palacio del Segundo
Cabo, ante la nueva estrategia educativa del país.
Libros como el Diccionario de términos de escritura dudosa, de los
licenciados Fernando Carr Parúas y Moralinda del Valle Fonseca o el de
Ortografía, de la doctora en pedagogía, Luz Marina Hernández, serán los
proyectiles a utilizar.
Y pobre del que de ahora en adelante escriba ¡Biba la Rebolusión!, como
lo hizo Enrique "La busia" en la pared frontal de su vivienda. O de los
que supriman en su afán ahorrativo la h en oraciones como "Onor a los
Éroes Caídos", tan común en los albergues y comedores obreros de la capital.
Está de más recordar que merecerá el rechazo público, el apaleamiento
privado y la suspensión de la dieta de pollo por cirrosis hepática quien
pinte Cuva Livre en cualquier establecimiento público.
Luego de más de veinte años sin acordarse que la ortografía existe, y al
llamado de mejor tarde que nunca, llegó la hora de aprender.
No importa si desde un aula, un surco, a lomos de una yegua, en el
acaloramiento de un almendrón, el lobby de un hotel o la morgue de un
hospital, la orden es alfabetizarse y gritar a coro el nuevo lema de la
revolución:
Ortografía o Muerte: ¡Aprenderemos!
Cuba: Ortografía o Muerte (3 September 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/Sept09/03_C_2.html
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