Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – A los 17 años murió en
Coral Gables de cinco puñaladas. El cadáver ensangrentado de Juan Carlos
Rivera estaba tapado con una sábana blanca. Miles de cubanos conectados
clandestinamente a la televisión por cable estuvieron al tanto de la
tragedia, ocurrida la primera quincena de septiembre.
Los espectadores en La Habana y sus alrededores saben los detalles del
asunto, gracias a la amplia cobertura de los canales 23 y 51 del sur de
Florida.
Nacido en Cuba, el occiso fue atacado por un estudiante de la secundaria
donde estudiaba desde su llegada a Miami, hace apenas tres meses,
procedente de España.
El suceso aún se comenta, con dolor, en los barrios de la capital; pues
el público de la Isla no está habituado a la información sobre ese tipo
de tragedias. La censura no permite la divulgación de actos de tal
naturaleza.
Los medios controlados por el Estado se centran en la amplificación de
éxitos virtuales, en tratar de convertir cualquier hecho trivial en
noticia, y en destacar el lado que más le convenga.
No me he enterado de que el fatal incidente haya sido transmitido por el
noticiario nacional de televisión. No sería raro que los publicistas del
régimen hicieran con esto un arma de descrédito contra el sistema
educativo estadounidense.
A muy pocos sorprendería que el asunto fuera utilizado como tema
principal de Mesa Redonda, el programa más afín a la ortodoxia
gubernamental.
Lo triste del caso es que en Cuba también hay estudiantes asesinados a
cuchillo y pistoletazos. Que prefieran encubrir cada homicidio ocurrido
entre la población juvenil no basta para cerrar el círculo de las
ilusiones de que en Cuba no suceden estos infortunios.
El grado de violencia en las escuelas cobra cada año un nivel inusitado,
como parte de la degradación social y económica. Los primeros años de la
década del 90 del siglo precedente constituyen el punto de referencia
para comenzar a medir la paulatina involución. Prácticamente ninguna
instancia queda fuera de un fenómeno que arroja sombríos pronósticos
para el futuro mediato.
En los centros escolares cubanos también se percibe el reflejo de las
diversas rupturas sociales, entre ellas, la insistencia del Estado en
suplantar el papel de la familia. Esto, unido a otras medidas
arbitrarias no menos desafortunadas, ha permitido el auge de
marginalidad y la tendencia a conceptualizar la vida a partir de códigos
bien alejados de la civilidad y el sentido común.
Anais Cruz aún llora por su hijo asesinado. No es la única madre cubana
que lamenta un hecho tan dramático. Otros jóvenes han corrido la misma
suerte en La Habana o en otro sitio del territorio nacional.
No hace falta que las autoridades lo oculten. Los hechos son tercos,
sobrepasan la censura y andan de boca en boca.
Cuba: Muertes prematuras (30 September 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/Sept09/30_C_3.html
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