¿Time is money?
El cubano puede emplear el tiempo en lo que desee, aunque la cola y la
espera son las dos opciones más exitosas.
Rafael Alcides, La Habana | 14/01/2009
Una frase resume la filosofía de esa gente peculiar que son los
capitalistas. "Time is money". Y porque entre ellos el tiempo cuesta,
vale mucho, a fin de sacar del tiempo cada vez mejor provecho gastando
menos, los alquimistas del sistema inventaron temprano el uso de la
electricidad, el automóvil, el telégrafo, el teléfono, la aviación, la
radio, la televisión, la computación, el teléfono móvil y, por fin, la
internet.
Lo de internet es una cosa que el cubano observa alucinado, decía un
hombre que hablaba solo en una céntrica esquina de la capital. No se
sabía si era un cínico, un loco, un disidente o un provocador, ya que La
Habana estaba en vísperas de un nuevo congreso de los Comités de Defensa
de la Revolución. Por internet hacen sus compras esas peculiares gentes,
pagan sus impuestos, hacen sus transferencias bancarias. Hasta el amor
lo hacen ya por internet, lo que además les permite ahorrar agua, jabón,
desodorante, limpieza de ropas de cama, copas y demás gastos ocasionados
por los encuentros personales. Es de esperarse que también por internet
puedan tener muy pronto los hijos.
Y como el tiempo es para esa gente una de sus mercancías más preciadas,
el metro les llega en punto, y todo allí ocurre en punto, rayando el
minuto. Esas gentes no son un mundo, son un reloj. "Time is money".
En fin, estamos, seguía diciendo el misterioso orador, ante una sociedad
enferma, una cultura que se muere de civilización.
En cambio, en Cuba, país que hace medio siglo abolió la propiedad
privada sobre los medios de producción y los recursos naturales, el
tiempo no está a la venta. El gobierno no lo regala, pero tampoco lo
vende. Ni ha regimentado su uso.
El nativo puede emplearlo en lo que le parezca, en las cantidades que
desee. Opciones no le faltarán. Además de las inimaginables creadas por
la burocracia, están las surgidas de la necesidad, entre ellas la cola y
la espera, las dos opciones más exitosas en términos de popularidad. Más
que opciones, instituciones muy serias, sobre todo la segunda. Esperando
(lo que sea, siempre hay algo que esperar) ha envejecido mucha gente,
pero como el tiempo no cuesta, tampoco existen razones para que dejen de
esperar.
Raro sujeto
Cierto que empieza a verse en el país un sujeto muy curioso,
ostensiblemente permeado por la ideología capitalista: el que va por la
calle con un teléfono móvil, renuente a gastar una hora de su ilimitado
tiempo buscando en el barrio una cabina telefónica que funcione.
Raro sujeto que al viajar a otras provincias paga en CUC y se va, en el
acto, en uno de las ómnibus habilitados para turistas, en vez de esperar
los quince días o más que requeriría viajar por las vías normales, tras
haber hecho la correspondiente reservación. Pero es un sujeto raro,
escaso, perteneciente a un grupúsculo de ricos en ciernes, que entre los
once millones de cubanos ni al 0,000000000001% asciende. Son casi una
curiosidad. Con todo, preocupa.
Ahora, cuando en julio de 2007, Raúl Castro habló de cambios, en
Camagüey, mucha gente temió que aquí el tiempo empezara a valer de
nuevo, que también este país empezara a ser un reloj; pero esas
decadencias no tendrán la menor posibilidad de éxito en nuestra sociedad
socialista.
Un programa que ha "funcionado" durante cincuenta años, merece que ni se
le toque. De modo que a los defensores del mismo, decía el orador, él
les aseguraba que durante otros cincuenta años, cien, o quién sabe
cuántos más, seguiríamos los cubanos disponiendo del tiempo con la
libertad ilimitada. ¡Y sin un centavo de costo!, como lo hacían taínos y
siboneyes antes que Colón y sus compañeros llegaran a la Isla.
Si se trató de una provocación que buscaba demostrar la combatividad de
los CDR, fracasó. Nadie hizo caso del enigmático orador. El público
escuchó, sonrió y siguió de largo.
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/time-is-money-147367
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