2009-01-27.
Oscar Mario González, Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Venía ensimismado en mis pensamientos
caminando por la acera cuando, repentinamente, el viejo auto marca Lada
me cortaba el paso abalanzándose sobre la acera por la entrada de un
garaje particular.
En un abrir y cerrar de ojos uno de sus dos ocupantes me quitaba un
bolso de mano que llevaba. El sujeto en cuestión se identificaba
mostrando el carné con las siglas verdes Departamento de Seguridad del
Estado, DSE, al tiempo que me ordenaba entrar.
El hecho ocurría cerca de la intersección de la Avenida 17 y la calle 44
en el reparto Almendares del municipio Playa a las seis menos cuarto de
la tarde del jueves 15 de enero del presente año.
A tres cuadras del lugar aguardaba otro coche, en este caso se trataba
de uno moderno, color negro, en cuyo interior había tres oficiales de la
policía política. Me hicieron cambiar de automóvil y me condujeron hasta
la estación policial de Avenida 7ma. y Calle 62 en Miramar. Aquí
estuvimos por espacio de media hora tras lo cual me trasladaron a otra
estación ubicada en Avenida 31 y Calle 110 en Marianao, utilizando el
mismo medio de transporte.
Un pequeño recinto de unos diez metros cuadrados servía de local al
interrogatorio. Se me pedía que relatara los pormenores del acto
celebrado en la residencia del jefe de la Oficina de Prensa y Cultura de
la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, lo cual hice con toda
desenvoltura sin omitir nada porque nada de lo allí acaecido tenía viso
alguno de ocultamiento o secretismo. Fue una ceremonia sencilla con el
único propósito de entregar los certificados de participación en el
curso de periodismo que desde hace años ofrece, a los periodistas
independientes, la Universidad de la Florida.
Sendas actas sobre la mesa; una de ellas contentiva de mi declaración y
otra donde se relacionaba el decomiso de que fui objeto: una grabadora
digital que generosamente me obsequió la Oficina de Prensa y Cultura y
el certificado aprobatorio del curso de periodismo. Esto último fue lo
que más dolor me causó. Firmé ambos documentos bajo las rígidas y agudas
miradas de mis captores.
El mayor reproche recibido tuvo que ver con mi desobediencia; el haber
asistido al curso en cuestión pese a la prohibición que al respecto me
hizo la policía política en reiteradas ocasiones. Este argumento se me
insinuó como causante principal del arresto.
Pienso que la verdadera razón de tan aparatoso despliegue policial no
tuvo como causa mi rebeldía o trasgresión y si tiene que ver con el auge
y la pujanza de que goza el periodismo independiente en los actuales
momentos. Sobre todo en el interior del país donde la actividad emerge a
pesar de las dificultades y al constante acoso de las autoridades locales.
La nueva hornada de jóvenes periodistas en el interior y en la capital
tiene preocupado al aparato de seguridad y no es para menos. Quisieron
pues, dar un escarmiento mediante un acto de fuerza contra un periodista
viejo en el oficio y en edad.
Finalmente fui conducido en el mismo coche hasta mi hogar luego de
cuatro horas de detención. Durante todo este tiempo me embargó un
sentimiento en el que se mezclaban el temor, la indignación, la rabia y
la impotencia. El temor, sobre todo, acrecentado por mi diabetes que
luego de tantas horas de ayuno podía originar una hipoglucemia fatal
para mi vida.
Una vez más, en mis avatares periodísticos, comprobaba la dulzura del
hogar aunque hoy triste y desolado por la reciente pérdida de mi esposa.
Dejaba atrás el lúgubre recuerdo de aquella tarde bochornosa. No pude
evitar que acudieran a mi mente los días en que estuve preso en los
calabozos de estas mismas estaciones policiales.
Mis perseguidores de un lado y yo del otro. Ambos como derrotados. Ellos
vencidos por el cansancio y el hastío luego de tanto esfuerzo inútil
contra un hombre enfermo y pacífico y yo también vencido por la tristeza
de contemplar tanta gente joven y talentosa derrochando esfuerzos
baldíos. ¡Pobre Cuba!
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=19028
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