Friday, December 26, 2008

La frenética subversión internacional de Fidel Castro

Posted on Thursday, 12.25.08
La frenética subversión internacional de Fidel Castro
By JUAN F. BENEMELIS
Especial para El Nuevo Herald

Fidel Castro entró a formar parte del bloque soviético cuando la URSS se
consolidó como superpotencia militar e irrumpió fuera de la masa
continental euroasiática, en los momentos también del cisma
chinosoviético y de la descolonización afroasiática. En Africa, Medio
Oriente y América Latina, su familiar silueta, tocada con un puro en la
boca, se vio mitificada por su antiyanquismo, que lo convirtió en el
paladín de la escena no alineada. El elemento definitorio de su política
exterior fue conformar alianzas con Estados que compartiesen su
enemistad hacia Estados Unidos y la democracia, proyección que, en plena
Guerra Fría, implicó integrarse a los intereses estratégicos de la URSS.

Su política exterior, la más desconcertante y provocadora de los tiempos
modernos, como si fuese una potencia militar, se proyectó en islas,
estrechos y territorios claves de dos continentes: Africa y América
Latina, utilizando una red de organizaciones pantallas que le permitió
unificar recursos y ganancias políticas dentro del antiguo bloque
soviético y entre los movimientos de izquierda.

Con rapidez, fundó un entramado de espionajes (la DGI, el Departamento
América, la DIM) considerado en su momento el tercero del planeta,
después de la KGB y de la CIA, no sólo por su dimensión sino por su
capacidad para golpear diversos objetivos en lugares dispares, y para
descubrir, identificar y explotar conflictos locales genuinos o
evitables. Estos dominaron las acciones encubiertas, la falsificación de
documentos, la inteligencia humana y tecnológica, la penetración de
gobiernos (Ana Belén Montes, la Red Avispa en Estados Unidos), ejércitos
e instituciones civiles, la adquisición de secretos, la implantación de
centros ilegales, la desinformación y guerra psicológica, la promoción
de la narcoguerrilla, la transferencia tecnológica occidental al bloque
soviético, el lavado de dinero, el comercio ilegal. Ni la Mossad
israelí, la Stassi germanoriental, la Securité francesa o el M-6 inglés
lograron montar la vastedad de maquinaciones de espionaje y subversión
como él: en América Latina y Africa, en el mundo árabe y el asiático,
del Sahara español a Vanuatu, en el Pacífico.

Castro transformó a Cuba en un estado mayor de lucha armada, terrorista,
y de inteligencia contra Estados Unidos, arrastrando consigo a toda una
generación latinoamericana y afroárabe, y en ocasiones a una cautelosa
Unión Soviética. Poco se conoce, fuera de los círculos militares y de
inteligencia, de la complejidad y la magnitud de esta subversión, cuando
un verdadero racimo humano, alrededor de 25,000 individuos de diversos
continentes y filiaciones ideológicas (entre ellos 10,000
latinoamericanos), fueron entrenados como guerrilleros y terroristas en
más de una docena de campos de entrenamientos dentro y fuera de la Isla.

Nunca en la historia contemporánea un país tan pequeño y escaso de
recursos ha ejercido la influencia internacional de la Cuba castrista.
Ni la China de Mao o el tercermundismo de Nehru, ni el neomarxismo
europeo o el panarabismo de Nasser, ni la autogestión de Tito o el
sandinismo de los Ortega, se granjearon la mitológica proyección de
Fidel y el Che, que invadió los mapamundis y llevó al mundo al borde del
holocausto nuclear. Esta impronta de violencia no fue igualada por
Estado o estadista de su época, fuese Muamar Khadafi, el ayatolá
Jomeini, Saddam Hussein, Yasser Arafat o Hafez el Assad; ninguno acumuló
la experiencia, la ramificación operacional, la infraestructura y las
alianzas del castrismo para desatar la revolución en cualquier parte del
mundo; ninguno perfeccionó como él la organización de focos
guerrilleros, la piratería aérea, golpes de Estado, envío de mercenarios
a escenarios bélicos de América Latina y Africa, y otras formas de
operaciones de baja intensidad.

Entre las organizaciones terroristas que se beneficiaron figuraron los
separatistas vascos de España, y los nacionalistas de Irlanda del Norte,
los tribeños Moro de Filipinas, el ANC de Nelson Mandela, la mafia
marsellesa, las FARC de "Tiro Fijo'', las células comunistas de Bélgica,
las Brigadas Rojas de Giangacomo Feltrinelli, los Macheteros de Puerto
Rico, la Hizb-Allah, las Panteras Negras de Rap Brown, las transmisiones
de Radio Free Dixie, dirigido por el afroamericano Robert Williams y
santuario a, por lo menos, 84 fugitivos de la justicia norteamericana.

Es interminable el número de Estados latinoamericanos y africanos que
fueron objetivos de Castro. Estados Unidos, Canadá, España, Inglaterra,
Francia, Chipre, Turquía, Omán, tampoco escaparon al frenético trajín de
su espionaje. Los actos de sabotaje en Beirut y en Kuwait, el terrorismo
en aeropuertos europeos y en aviones en pleno vuelo de la El-Al, los
atentados del Septiembre Negro palestino contaron con la asesoría de
inteligencia de la DGI. Incluso, renombrados terroristas, como Abu Iyad,
Abu Abbas, Carlos el Chacal, Mohamed Budiá, recibieron ayuda de Cuba.

Castro se involucró con casi todas las agrupaciones políticas africanas
llamadas de liberación, armando a los radicales dedicados al
derrocamiento de gobiernos autoritarios o elegidos, inmiscuyéndose en
las luchas anticoloniales, entrometiéndose en guerra civiles en Sudán,
Yemen del Sur, Congo Brazzaville, propulsando guerrillas rurales y
urbanas latinoamericanas desde 1960.

Uno de los primeros escenarios fue el apoyo a los guerrilleros argelinos
por su independencia, y el envío en 1963 de combatientes en el conflicto
argelomarroquí. Asimismo, en 1964 estableció allí una base con 250
asesores, para entrenar latinoamericanos y africanos. En 1966, Castro
organizó la Conferencia Tricontinental de movimientos armados y partidos
de izquierda, para coordinar desde La Habana un frente común contra
Estados Unidos. Allí se forjó la alianza con la OLP de Yasser Arafat y
se asumió el antisemitismo que culminó con el envío de una brigada de
artilleros a las Alturas de Golán, en 1973, durante la Guerra del Yom
Kippur.

A simismo, en el Medio Oriente, su impronta en el Mar Rojo (Somalia,
Etiopía y Yemen del Sur) complicó la carrera bipolar por el Océano
Indico. Su aviación, además, descargó golpes letales en las fronteras
con Omán y en Yemen del Norte.

Con los petrodólares de Muamar el Kadafi, Castro armó a Nicaragua y
desestabilizó El Salvador, a cambio de buscarle armas de destrucción
masiva al gobernante libio. Su relación con Saddam Hussein proviene de
los primeros momentos del iraquí en el poder, cuando le brindó
asesoramiento de inteligencia y brigadas cubanas construyeron las
carreteras militares hacia la frontera con Irán, así como muchos de sus
bunkers. En 1976 el Shah de Irán expulsó a la embajada cubana por
conspirar con los comunistas iraníes prosoviéticos, (el IPP) para
derrocar la monarquía. Luego Castro se acercó al ayatolá Jomeini,
cooperando en el campo de la biotecnología, y en ocasión de su visita en
mayo del 2001, aseguró que entre ambos pondrían a Estados Unidos de
rodillas.

Sus brigadas armadas llevaron al poder al movimiento angoleño del MPLA y
al PAIGC de Guinea Bissau y Cabo Verde, en el desierto etíope del
Ogaden, en Eritrea, y sus unidades blindadas chocaron con las
sudafricanas. Su aviación, en Angola, utilizó los gases VX y Sarin, así
como el napalm. Los cubanos sirvieron de instructores militares en los
campos de terrorismo de Argelia, Libia, Yemen, Chile, Líbano; fungieron
como guardias pretorianas a mandatarios de las junglas tropicales, como
Siaka Stevens de Sierra Leona, Sekoú Touré de Guinea, el sanguinario
dictador guineano Francisco Macías Nguema, el chileno Salvador Allende,
entre otros.

Su régimen presentó además un listado de vinculaciones moralmente
dudosas: el espadón argentino Carlos Videla; los golpistas brasileños;
el panameño Manuel Noriega; Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky;
el narcotraficante Pablo Escobar; el prófugo de la justicia Robert
Vesco; el asesino de la Rue Marbeuf: Carlos, El Chacal; el tirano
ibérico Francisco Franco; los africanos Khadafi, Mengistu Haile Mariam,
el cruel y excéntrico ugandés Idi Amín Dada e incluso el emperador
caníbal Jean Bedel Bokassa. Asimismo, su vinculación con el
narcotráfico, de Sudamérica y de China, se halla documentada en cortes
norteamericanas.

En el ámbito del continente americano el castrismo resultó traumático al
poner en discusión la vieja prerrogativa intervencionista de la doctrina
Monroe americana; aniquilando el reformismo de las "suizas'' del
continente (Uruguay, Chile y Costa Rica); polarizando las fuerzas
sociales entre los revolucionarios armados y las juntas militares.
Castro financió, alentó y entrenó a los grupos terroristas sudamericanos
Tupamaros, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo. Asimismo,
personal militar cubano asesoró al movimiento terrorista peruano de
Sendero Luminoso y a las FARC de Colombia, a las cuales conectó con el
fundamentalismo islámico. También apuntaló al régimen marxista de
Maurice Bishop en Granada y en 1987 entrenó e introdujo en Guatemala
2,000 guerrilleros.

Con el ascenso de gobiernos izquierdistas en Latinoamérica a fines de
los 1990, las políticas y metas de La Habana en el Medio Oriente
cobraron nuevo impulso al ser adoptadas por Hugo Chávez en Venezuela y
por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. El tema dominante cubano con el
Medio Oriente fue la formación de alianzas antinorteamericanas que
abarcasen todo el globo y la proyección de Chávez como figura
internacional, sobre todo en el mundo islámico.

La magnitud y el dinamismo subversivo del castrismo, al convertir a la
Gran Antilla en la nación más influyente de Latinoamérica, resultó en
extremo suicida para su economía y su pueblo que pagaron un precio
exorbitante: la casi extinción de la nación. En palabras del historiador
Andrew Conteh "ningún otro país del tamaño de Cuba y pocos con más
recursos, pueden igualar la proyección mundial de la política exterior
cubana''.

http://www.miamiherald.com/1321/v-fullstory/story/826554.html

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