Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En octubre pasado, el
juez Baltasar Garzón anunció en Madrid la primera investigación judicial
sobre los crímenes cometidos durante la Guerra Civil Española
(1936-1939), y responsabilizó al dictador Francisco Franco de muertes,
torturas y detenciones ilegales sistemáticas y generalizadas contra sus
opositores políticos, lo que provocó la desaparición de miles de personas.
Después del desplome del comunismo en Europa, el mundo ha visto que las
dictaduras, tanto las de derecha como las de izquierda, deberían ser
investigadas por los crímenes que cometen.
Con José Stalin no se demoró mucho. Sus sucesores y cercanos
colaboradores se encargaron de desenmascararlo, aunque sin hacerle una
investigación judicial que hubiera demostrado legalmente su culpabilidad
por cientos de miles de crímenes cometidos bajo su mandato político y
bajo su órdenes expresas.
Aún queda por investigar cómo numerosos comunistas, bajo las órdenes de
Stalin, se aprovecharon de la Guerra Civil Española para asesinar a
camaradas que molestaban, y utilizar su muerte con fines
propagandísticos. Muchos de esos hombres, soviéticos, franceses,
alemanes y sobre todo comunistas españoles, eran enviados por el Kremlin
a la guerra de España, donde morían como ¨ héroes ¨ o eran fusilados
como agentes enemigos.
El número de comunistas eliminados de esta forma por otros comunistas,
según los historiadores contemporáneos, asciende a decenas de miles. Uno
de ellos fue León Trotski, asesinado en México el 20 de agosto de 1940 a
manos del comunista de origen español y ex teniente de la Guerra Civil
Española, Ramón del Río Mercader, quien fue condenado por un tribunal
mexicano a 20 años de cárcel.
Un poco antes de cumplir la condena logró su liberación y se trasladó
directamente a Cuba a principio de 1960, acogido, lógicamente, por las
autoridades castristas. Ocho años después viajó a la Unión Soviética,
donde fue condecorado por el Kremlin con la Orden Estrella Roja. Poco
después regresó de nuevo a La Habana, donde vivó hasta su muerte, en 1978.
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