Publicado el 09-25-2008
Lo que está en juego en Cuba
Por Julio Estorino
Lo cuenta Fernando García, corresponsal del periódico La Vanguardia de
Barcelona en Cuba, en su blog Diario de La Habana. "A mediodía del
viernes nos subimos a un taxi comunal, un almendrón de los años 50. Los
pasajeros están despachándose a su gusto y no se cortan al ver entrar a
un extraño. "Si a mí se me cae la casa como a los de Pinar del Río, cojo
las tablas, me hago una balsa, y me voy" exclama uno. "¡Esto va a ser
como en el 94!" replica otro en alusión a la huída masiva hacia las
costas de Florida ocurrida hace 14 años y bautizada como el maleconazo"…
Anuncios de fuga a voz en cuello, vaticinios apocalípticos ante un
extranjero o discusiones subidas de tono y en plena calle entre vecinos
y jefes habrían resultado insólitas hace unas semanas. Pero de unos días
a esta parte la capital cubana es un hervidero de quejas y lamentos. No
ya por los destrozos directos del Gustav y el Ike, sino por las
estanterías vacías y los abusos en los precios; por la escasez de
productos y esperanza… Todo ha cambiado en Cuba, no para bien. Los
Castro intentarán hacer de la necesidad virtud. Se juegan algo más que
el ya próximo 50º aniversario de la revolución. Se juegan el futuro
mismo de la revolución" .
"Se juegan –los Castro- el futuro mismo de la revolución". Parecerían
exageraciones de exiliado, pero no, repito que se trata de un
corresponsal español en La Habana, que cuenta lo que ve y lo que percibe
en la Cuba de hoy y que coincide curiosamente con los que muchos
percibimos desde aquí, no obstante la distancia y el tiempo de ausencia.
Dentro de todo ello, no pierda nadie de vista que ese gran descontento
del cual nos cuenta el periodista, culmina, por ahora al menos, en lo
que él mismo cita de lo expresado por uno de los pasajeros del taxi:
…"cojo las tablas, me hago una balsa, y me voy".
No es arriesgado afirmar que es eso lo que está pensando la mayor parte
de los cubanos, al ver ponerse el sol, día tras día, sobre las ruinas de
sus casas y las ruinas de la nación; al ver, como cita acertadamente
García, la escasez de esperanza. Esto lo sabe, sin duda, la tiranía que,
por no dejar de robar, se ha robado también las esperanzas, esas que,
según la crónica de referencia, están tan escasas en Cuba.
Supuestamente, esto, igualmente, lo sabe Washington, sólo que Washington
anda atareado y distraído en las últimas etapas de una intensa campaña
electoral y por todo lo demás, claro está, pero aparentemente, sólo en
relación a cómo todo lo demás, sea una crisis financiera o un bombazo en
Pakistán, afecta a esa campaña.
¿Se lanzarán al mar los cubanos otra vez, en un nuevo éxodo masivo?...
¿Lo intentarán?... ¿Lo alentará, lo estimulará una vez más el régimen
castrista?... ¿Podría contenerlo, si esa fuera su intención?...
¿Aguantarán las talanqueras cubanas hasta el día después de las
elecciones en Estados Unidos, o hasta que termine la temporada
ciclónica, o hasta después que rompan los "nortes" en el malecón?... Las
implicaciones políticas, las condiciones climatológicas, las posibles
consecuencias, ¿serán suficientes para detener a una dictadura a la cual
urge una válvula de escape, a ese pueblo desesperado y desesperanzado, y
a un número importante de exiliados que querrán ayudar a los suyos a
escapar?
Son preguntas válidas que todos debiéramos plantearnos –y que Washington
precisa considerar seriamente ahora- porque, más allá de su contenido
político y aún cuando se trate de un nuevo chantaje del castrato,
estaríamos acá ante una crisis humanitaria de enormes proporciones, a la
cual no sería fácil responder acertadamente, por todo lo que conlleva.
Las posibilidades que pudieran figurar en esta ecuación, las respuestas
al ¿qué va a pasar en Cuba ahora? son múltiples, de diversos matices,
entremezcladas unas con otras y van desde las más espeluznantes hasta
las más promisorias. El intento de éxodo o la consumación del mismo, a
lo que me refiero en este artículo, pudiera ir precedido, acompañado,
seguido o superado por otros acontecimientos que bien pudieran ser
definitorios para el destino de Cuba. No anda muy despistado el español
cuando afirma que está en juego el futuro mismo de la revolución.
Washington debe estar preparado, y nosotros también, nuestras
organizaciones, los compatriotas que ejercen algún peso entre los
nuestros y en la opinión pública. Mejor estar listos a tiempo, antes de
que, como en otras ocasiones, acabemos bailando al son que el castrato
nos toque. En fin de cuentas, cuando se dice que está en juego el futuro
mismo de la revolución, se dice implícitamente que el nuestro también,
el futuro de los que queremos ver a Cuba libre, el futuro de nuestro más
preciado sueño. No dejemos ahora a la casualidad el que ese justo sueño
materialice o no.
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