Por Will Weissert | PRENSA ASOCIADA
September 27, 2008
LA HABANA DEL ESTE, Cuba - Cuando el huracán Charlie destrozó su
apartamento, Marcia Escalona fue una de las pocas que consiguió vivienda
temporal en las afueras de La Habana. Y las autoridades le prometieron
ayuda para la reconstrucción.
Pero han pasado cuatro años y la vivienda temporal ya no tiene mucho de
temporal.
"Me dijeron que serían seis meses, pero eso fue en 2004, y ya me quiero
ir de aquí", dijo la maestra de 48 años, que vive en Bahía con su esposo
y su hijo de 22 años en dos habitaciones de concreto y bajo un techo que
gotea, en un conjunto de residencias temporales en La Habana del Este.
Hoy, cientos de miles de cubanos forzados a huir de sus hogares por los
huracanes Gustav e Ike acompañan a Escalona en la espera por vivienda. Y
el daño a la infraestructura, las cosechas y los equipos agrícolas son
tan graves que el gobierno podría verse obligado a invertir en alimentos
antes que en la reconstrucción.
Gustav e Ike azotaron a Cuba con diferencia de ocho días en agosto y
septiembre, matando a siete personas en Cuba y causando daños a casi
medio millón de hogares.
Las autoridades del Instituto de la Vivienda en Cuba están muy ocupadas
con la reconstrucción y no están disponibles para comentar sobre el
programa de viviendas transitorias, dijo una portavoz del gobierno. No
hay cifras oficiales de cuántos cubanos ya estaban viviendo en las
unidades temporales antes de la llegada de los huracanes Gustav e Ike.
Pero lo cierto es que las tormentas exacerbaron una crisis, donde la
vivienda escasea tanto que muchas parejas divorciadas se ven obligadas a
seguir viviendo juntos.
En 2005 las autoridades cubanas dijeron que había un déficit de 500,000
unidades, y desde esa época el problema se ha agravado.
Unas 450,000 viviendas resultaron dañadas y de esas más de 63,000 son
inservibles. Por lo menos 200,000 cubanos quedaron sin techo y el
gobierno estima que cientos de miles más no han logrado conseguir
vivienda temporal.
El gobierno comunista cubano controla casi todo el sector habitacional y
la ciudadanía depende del estado para reparaciones o construcciones
nuevas, por lo que los que perdieron sus viviendas se ven obligados a
aceptar lo que les dé el gobierno.
En Bahía, las viviendas transitorias son edificios como barracas, cada
uno con 15 apartamentos en los cuales los residentes cuelgan sábanas
para separar la cocina de la sala y de las habitaciones. Hay un centro
de atención médica y casi todos tienen un televisor y un refrigerador,
así como algo de los muebles de sus antiguas viviendas.
Hay lavaplatos e inodoros sin asientos, y frecuentemente escasea el
agua. Se suponía que esas moradas serían usadas sólo por unas pocas
semanas por lo que tienen mala ventilación y las habitaciones son
calurosas y húmedas.
"Se me agotaron los nervios, mi presión arterial ha subido", se quejó
Escalona. "Hace tanto calor que uno no puede ni respirar".
Y no hay mucho alivio al salir de la vivienda pues aguas negras se
filtran en el césped entre las hileras de apartamentos, despidiendo
hedor y atrayendo mosquitos.
Como Escalona, Sara Peña vivía en el barrio Vedado de La Habana hasta
que Charlie le arrancó el techo de su casa. A veces tiene que esperar
varias horas a que llegue un autobús que la lleve a su antiguo
vecindario, donde todavía trabaja y su hija va a la escuela.
"Pero lo por lo menos tengo techo", expresó.
http://www.sun-sentinel.com/news/local/cuba/sfl-flelamcuba0927brsep27,0,18716.story
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