«No somos la 'oposición favorita' del régimen»
Manuel Cuesta Morúa, portavoz del Arco Progresista, habla sobre el
congreso de la organización, el socialismo democrático y el futuro de la
Isla.
Michel Suárez, Madrid | 23/07/2008
El fin de semana sesionó en La Habana la I Convención Nacional del Arco
Progresista. Los socialdemócratas de la Isla, reunidos en una vieja casa
de La Habana, actualizaron su programa político (Plataforma Básica
Socialdemócrata), se unieron en una sola organización y debatieron la
situación del país. Ha quedado pendiente la renovación de las
autoridades, para lo cual preparan un proceso de elecciones primarias en
todo el país.
CUBAENCUENTRO.com solicitó su opinión a Manuel Cuesta Morúa, portavoz de
la organización. Historiador desde 1986 por la Universidad de La Habana,
Morúa fue expulsado de su trabajo en 1991, tras su incorporación a la
Corriente Socialista Democrática Cubana (CSDC). Desde 1993 alternó la
CSDC con trabajos para la Comisión Nacional de Derechos Humanos y
Reconciliación Nacional. En 1996, fue electo secretario general de la CSDC.
¿Cuál ha sido el principal saldo del primer congreso del Arco Progresista?
El principal saldo es haber logrado la unidad de la mayoría de las
propuestas socialdemócratas, de dentro y fuera de Cuba, en un partido
unificado abierto a otras expresiones progresistas, como el socialismo
cristiano y el socialismo liberal en la tradición del italiano Norberto
Bobbio. También el acuerdo para empezar una campaña, que llamamos Por la
Reforma Verde, que busca una reforma agraria integral y profunda desde
el ciudadano.
Debo mencionar también el acuerdo de las mujeres del Arco Progresista
(AP) de celebrar el próximo año una Convención de Mujeres en Cuba. Esto
es importante, porque ya el AP incluye en sus estatutos la
representación paritaria de hombres y mujeres en todos los órganos de la
organización.
¿Existe un movimiento socialdemócrata en el país con bases suficientes
como para fundar un partido sólido?
Definitivamente. Entre otras razones, nos animó a vertebrar este proceso
de unidad que venimos gestando desde hace nueve meses, el hecho de la
magnífica respuesta de la gente a nuestra perspectiva. Con las
limitaciones del caso, nosotros hicimos una distribución de lo que
llamamos textos mínimos del Arco Progresista, a través de la Red
Ciudadanos por el Cambio Tranquilo.
Los textos mínimos recogen los principios, la estrategia y los
propósitos del Arco Progresista en forma breve, para facilitar su
distribución y lectura entre la mayor cantidad de ciudadanos. Claro, nos
favorece el hecho de la fuerte sensibilidad social que todavía queda en
la base de la sociedad cubana, independientemente de las ideologías.
Para un cubano de a pie, la palabra "socialista" puede ser un dolor de
cabeza. ¿Cómo explicarle a los ciudadanos que el socialismo que ustedes
proponen no es el desastre que ellos han conocido hasta ahora?
Ciertamente es un dolor de cabeza, también para nosotros, cada vez que
tenemos que explicar la diferencia. Lo que facilita nuestra labor es la
combinación de dos conceptos: que en nuestra propuesta el Estado está al
servicio del ciudadano y no el ciudadano al servicio del Estado. El
segundo concepto es que nada tiene sentido en nuestra propuesta que no
se asiente sobre la libertad individual.
Con estos dos conceptos nuestra propuesta socialista ofrece la mejor de
las garantías a todos los que aún le vean sentido a la vigorosa relación
entre equidad social, libertades fundamentales y democracia plural. En
todo caso, como apostamos por el pluralismo político, estamos ofreciendo
una opción contrastable: en el futuro los ciudadanos podrán optar entre
diversas alternativas. Eso obliga a nuestro socialismo a estar más cerca
de la gente y más lejos de la historia y de los mitos.
Pudiera entenderse que ustedes quieren dar una segunda oportunidad al
socialismo marxista-leninista…
Para nada. Entre nosotros hay poca gente que se reclame del marxismo;
pero sí es seguro que nadie le da la menor oportunidad a Lenin. Ahora
bien, nosotros partimos de otra tradición socialista que empezó en Cuba
con Diego Vicente Tejera en el siglo XIX, antes de Mella o Baliño, que
reivindicaba a Proudhon, aquel que Marx vilipendió todo lo que pudo, y
que se emparenta más con la tradición fabiana de Inglaterra y el
socialismo liberal que reivindica alguien como Norberto Bobbio en Italia.
Finalmente, el Arco Progresista es un proyecto altamente político y
desde el marxismo-leninismo la política se disuelve, porque no concibe
la pluralidad para resolver los problemas de la modernidad, que son
esencialmente plurales.
¿Qué usted cree de quienes califican el Arco Progresista como la
"oposición favorita" del régimen?
En ese sentido, no asumo la discusión de las opiniones que no se
fundamenten en la demostración. Nadie puede demostrar que somos la
"oposición favorita" del régimen. Se podría intuir que el régimen
preferiría dialogar con quienes tienen al diálogo como único instrumento
político. Las razones son obvias, porque sería lo más razonable: hablar
con quienes no demandan la cabeza política de nadie; pero dudo que el
gobierno esté actuando razonablemente.
Lo cierto es que al régimen le resulta más difícil reprimir al Arco
Progresista, lo cual no significa que lo prefiera, porque eso sería
suponer que el régimen legitima la existencia de una oposición "buena",
y eso no está demostrado.
Por ejemplo, esta fue una Convención bajo gardeo; excepto Denia
Rodríguez del Toro, que llegó a La Habana el 5 de julio, y quien ahora
es vicepresidenta del Partido Arco Progresista, ninguno de los delegados
de la zona oriental pudo asistir a la Convención: ni de Santiago de
Cuba, ni de Holguín, ni de Granma o Camagüey. Algunos fueron hasta
amenazados con perder el trabajo. Si esto es favoritismo, el español no
existe.
Y claro, tememos por las represalias que puedan ser tomadas contra
Madeline Caraballo, quien ofreció su espacio y hogar, conseguido por y
desde la marginación profunda de La Habana profunda, en el viejo barrio
de Jesús María y en la misma calle —Águila— donde nació en el siglo XIX
el excelente músico Brindis de Sala, en una casa también marginada.
Después de tanto presunto izquierdismo (50 años), es probable que en un
futuro democrático los cubanos voten a partidos de derecha…
El bandazo político es probable. Luego del bandazo social y del bandazo
en los valores, es muy probable que se imponga aquel eslogan de alguna
campaña electoral norteamericana que decía: "es la economía, estúpido".
Si es así, las opciones de derecha serán favorecidas, paradójicamente
ayudadas por la extrema izquierda en el poder, que presenta a los
cubanos y al mundo el consumismo como la mejor de las reformas posibles.
Pero confío en el país de las sensibilidades que corregirán rápidamente
el péndulo.
Digo presunto izquierdismo, porque la agenda social del castrismo (salvo
en el tema del aborto) no tiene nada que ver con los problemas que hoy
demanda la izquierda moderada en el mundo, dígase la ecología, los
derechos de las minorías, el Estado de bienestar, la eliminación de la
pena de muerte… Más de una vez se ha dicho que el castrismo es
hiperconservador…
Este es el debate más interesante a nivel de la izquierda. El castrismo
es hiperconservador, porque es puro criollismo revestido con el nombre
de revolución y con las apariencias de la ideología. Estoy escribiendo
un ensayo sobre la Revolución, en el que intento demostrar las
coordenadas hispánicas del castrismo en su versión del siglo XIX.
Lo asombroso es cómo pudieron vender la imagen de que eran de izquierda,
y cómo todavía alguna gente lo cree. Pero, en términos
marxista-leninistas, no estamos ni hemos estado bajo un régimen de
izquierdas. Quien se adentre en los libros fundamentales del
marxismo-leninismo advierte con rapidez el divorcio del castrismo con
ese credo. Por eso no se empatan con los temas actuales de la izquierda:
el autorreconocimiento y la diversidad es bien extraña a la vieja planta
hispánica del castrismo.
Lo más cercano a eso es lo que hace Mariela Castro, quien se acerca a la
diversidad sexual no como derecho, sino como espacio otorgado desde
arriba en la lógica del Despotismo Ilustrado y lustrado.
A ustedes se les vincula con un discurso muy crítico hacia Washington.
¿Es un peligro EE UU para la transición cubana? ¿Cree que todavía
existen apetitos imperiales en relación con la Isla?
Es cierto. Criticamos la política de Estados Unidos desde su concepción
y desde su implementación práctica. Sí creo que en sus actuales términos
esta política es un peligro para la transición, porque sigue la
Directiva Eisenhower de 1960, según la cual se debe apoyar a quienes
respondan a la visión norteamericana de cómo se debe hacer la transición
en Cuba, con sus matices, por supuesto, y ello se aleja de las
realidades internas de la Isla.
El intento de seguir definiendo qué es lo bueno o qué es lo malo en
relación con la política de la Unión Europea (UE) hacia Cuba, es un
ejemplo de lo que digo. No se trata de si la UE tiene la mejor
definición, se trata del derecho a certificar.
Dicho esto, no creo que Estados Unidos tenga apetitos imperiales
respecto a Cuba. Ni lo ha tenido jamás, si por apetitos imperiales se
entiende el intento de anexar provincias al imperio. Lo que sí ha
sucedido es que Estados Unidos, un imperio de nuevo tipo, siempre ha
querido determinar las líneas maestras de las políticas en su entorno
geoestratégico más inmediato. Y Cuba no ha escapado a esta realidad.
¿Cómo evalúa las medidas de Raúl Castro, que algunos llaman "reformas"?
A estas alturas, estas medidas sólo han servido para indicar una posible
dirección, pero no han sido medidas serias. Para empezar, y ante la
magnitud de la crisis, no hay un proyecto estratégico de país. Y eso
indica que liderazgo político y liderazgo histórico, en un momento de
redefinición histórica, comienzan a divorciarse.
Cuando Raúl Castro asumió el poder ofreció un nuevo criterio de
legitimidad para medir su gobierno: "cambios estructurales", dijo en
2007. Pues bien, medido desde este criterio, no hay tales reformas, sólo
cambios en las vidrieras. Ahora los productos son DVD, teléfonos
celulares y un poco de efectos electrodomésticos. Nada interesante.
Ahora bien, los cambios son inevitables, a pesar de Raúl Castro. El
problema es cuándo afectarán a las estructuras fundamentales, de modo de
empezar a restituir la confianza-país, en un país en fuga suspendido
entre las riquezas y la laboriosidad de otras naciones y sujetado por un
Estado insolvente. Este es el dilema.
¿Estaría dispuesto a unirse a la Agenda para la Transición que promueven
Elizardo Sánchez, Vladimiro Roca y Martha Beatriz Roque? ¿Cuáles son sus
condiciones para ello?
Esto es una decisión institucional, no personal. Pero, personalmente,
debo ser totalmente honesto en este punto. Es difícil trabajar con
quienes no se comparte un mismo sistema de lenguajes, que es básico para
la comunicación en la diferencia. Toda comunicación parte de la
diferencia, debo apuntar, y en el caso de quienes animan la Agenda para
la Transición, la comunicación se hace imposible, no porque pensemos
diferente, sino porque tenemos sistemas de lenguaje completamente opuestos.
Y en tal caso, no se trata de derechas o de izquierdas, se trata de
tradiciones comunicativas. En todo caso, nosotros comenzamos a animar el
Proyecto Nuevo País, que es un esfuerzo comprehensivo de comunicar una
diversidad de propuestas, ideas e iniciativas con independencia de modos
de pensar. Y yo prefiero emplear mi tiempo en este proyecto. Por lo
demás, como siempre, respeto todas las alternativas.
No comments:
Post a Comment