Juan González Febles
Huber Matos en su libro "Como llegó la noche" ofrece el testimonio de,
quien siendo uno de los más importantes jefes de la revolución cubana,
se ve inmerso en un proceso sumario, acusado de "conspiración" y
condenado a 30 años.
Los largos años de maltratos y huelgas de hambre -detalladamente
documentados en el libro- no lograron hacer mella en la voluntad ni en
los principios de este maestro pedagogo dedicado a la causa de su
patria: Una Cuba independiente y democrática.
Hoy, en vísperas de cumplir sus 90 años, nos concede esta entrevista.
J.G.F En su libro "Cómo llegó la noche" relata minuciosamente una serie
de hechos que se convierten en claves para comprender la Historia
reciente de nuestro país. ¿Sabe usted, que a pesar de ser un texto
prohibido, el mismo circula y es leído con gran interés en Cuba? ¿Cree,
que esto sea el comienzo del triunfo de la verdad contra tantos años de
difamación hacia su persona?
H.M. Sí, creo que se está haciendo claridad después de tanta distorsión.
Creo que el libro contribuye a poner en claro muchas cosas que para gran
parte de los cubanos estaban vistas a través de la Historia propagada
por el gobierno.
J.G.F. En la madrugada del 10 de marzo de 1952, tras dar un golpe de
estado, Fulgencio Batista ocupa la presidencia de la nación. ¿Qué
consecuencias tuvo para Cuba este suceso?
H.M. Fue lo que desgraciadamente abrió las puertas a la revolución. Sin
el golpe de estado no hubiese acontecido ese proceso tan traumático para
la nación cubana.
Ya en la década del cuarenta habíamos arribado a la mayoría de edad de
nuestra república, al aprobarse, con la participación de todos los
partidos, una Constitución. Una de las más modernas de su tiempo: la
Constitución del 40. A partir de entonces, se sucedieron los gobiernos
que el pueblo elegía por el término de cuatro años. Al primer mandato de
Batista, le siguió el de Grau San Martín y ya, al final del gobierno de
su sucesor, Prío Socarrás, precisamente en la víspera de las
elecciones, es cuando Batista toma de forma violenta el poder utilizando
sus vínculos con los militares.
Eso fue un hecho que estremeció a toda la población. Fue una flagrante
violación de los derechos fundamentales del pueblo de Cuba.
Había que dar una respuesta. Desgraciadamente la respuesta pacífica, las
respuestas concertadas no fueron suficientes.
J.G.F. ¿Por qué se une al movimiento 26 de Julio?
H.M. Decido unirme al 26 de Julio cuando, a pocos días del desastroso
desembarco del Gramma, el grueso de los expedicionarios son emboscados y
muertos, o capturados y rematados, en un lugar conocido como Alegría del
Pío. Algunos de esos expedicionarios habían sido alumnos míos en Bayamo
y en Manzanillo. Esa atrocidad colma una serie de hechos, y me decido a
pasar de las acciones cívicas a la lucha armada. Y por lo tanto a
involucrarme en el movimiento.
Ya anteriormente Celia Sánchez me había pedido que me incorporara y me
había hablado, con mucha fe, de Fidel y de su compromiso de devolverle a
Cuba su constitucionalidad. Era un proyecto con una amplia repercusión
social donde no cabía de ninguna manera el establecimiento de un régimen
totalitario.
J.G.F. Usted expresa en su libro un gran respeto por Celia Sánchez...
H.M. Celia era una mujer muy sincera, valiente y con una clara vocación
de sacrificio. Poseía una gran capacidad de trabajo y era una excelente
organizadora.
Celia me conocía perfectamente y nos demostrábamos un mutuo respeto. Yo
estoy seguro de que a ella le dolió mucho mi caso y que siempre esperó
poder hacer algo por mí mientras estuve en prisión.
J.G.F. ¿Cómo en tan poco tiempo, en apenas nueve meses, alcanza el grado
de comandante, al frente de la columna número nueve, una de las más
grandes, y llega a convertirse en uno de los hombres fundamentales en la
derrota del ejército de la dictadura?
H.M. Fueron nueve meses de constante trabajo y de una entrega total a la
causa. Tuve la suerte de tener una formación que me ayudó a desempeñar
con éxito las misiones que me iban encomendando. Esa formación se la
debo a mis padres y a la Historia de nuestro país. A nuestros próceres
como Martí, Agramonte y a todos esos cubanos que renunciaron a la
comodidad de sus bienes para levantarse en armas y conquistar la
independencia.
J.G.F. Pero los hechos que narra en su libro demuestran además: un gran
conocimiento de la zona, un dominio de la estrategia y una excelente
organización en la preparación de las defensas. La gran mayoría de las
acciones que dirigió fueron exitosas, desde el cargamento de armas que
llevó a la Sierra Maestra, hasta una gran parte de los combates más
importantes que se dieron contra el ejército: como los enfrentamientos
con la tropa de Sánchez Mosquera. No podemos dejar de valorar también,
el respeto que los hombres bajo su mando le profesaban. ¿No cree que su
participación en la Historia ha sido ocultada intencionalmente?¿No cree
que su ejemplo es temido por quienes ejercen el control de la
información en nuestro país?
H.M. Bueno, siempre traté de dar el mejor ejemplo posible, muchos de los
que nos encontrábamos allí estábamos dispuestos a dar nuestras vidas.
J.G.F. En el libro muestra usted su disgusto por el juicio que Raúl
Castro, siendo jefe del Segundo Frente Oriental, organiza contra el
Comandante Higinio Díaz. A quien, de manera muy irregular, acusan y
condenan por alta traición. ¿Cree que el mismo es un modelo que se
repetirá después con otros juicios similares, como el que fue llevado a
cabo contra usted en 1959 o el que culminó con el fusilamiento del
General Ochoa en 1989?
H.M. Yo creo que sí. Raúl es un individuo que siempre se caracterizó por
ese tipo de intrigas. Al igual que el hermano. A pesar de las
humillaciones que Fidel le hacía a Raúl constantemente, se hermanaban en
este tipo de maniobras. Fueron distintas situaciones pero es la misma
forma de actuar, inescrupulosa e injusta.
J.G.F. Fidel Castro lo acusa públicamente de alta traición, sin que
usted pudiera contestar y defenderse hasta el día en que fue juzgado a
puertas cerradas ¿Cree que los hechos han demostrado su inocencia y la
veracidad de sus temores, por los cuales presento su famosa carta de
renuncia?
H.M. El principal motivo de mi carta de renuncia fue el alejamiento de
la revolución de las promesas de recuperar la constitucionalidad
destruida por el golpe de estado. Además del lenguaje demagógico y las
acciones populistas radicales que nos acercaban, cada vez más, al modelo
totalitario de las dictaduras comunistas. Eso desgraciadamente fue en lo
que se convirtió la revolución. No era yo el equivocado, ni era yo el
que engañó a la población. Mi actitud fue honesta y de rechazo a la
dirección que estaba tomando nuestra nación. Hoy mantengo la misma
postura y creo que lo más importante es aprender de la Historia y
convertir estas frustraciones en energía y voluntad para rescatar al
país de la miseria material y moral en que lo deja el castrismo.
J.G.F. ¿A qué atribuye el no haber sido fusilado?
H.M. Eso fue algo que les salió mal a los hermanos Castro.
Ellos cometieron el error de llenar la sala del juicio con jóvenes
oficiales del Ejército Rebelde, a los cuales les habían llenado la
cabeza con acusaciones en mi contra, con la intención de que apoyaran la
sentencia gritando PAREDÓN, como usualmente hacían en algunos juicios
públicos.
Pero como estaba convencido de que me iban a fusilar, no tenía nada que
perder y dije toda la verdad que tenía por dentro. Expuse todas mis
razones con toda la vehemencia, la pasión y la claridad de quien deja
una constancia para la Historia. Y, contrariamente a lo que los Castro
esperaban, ese público de militares, aplaudieron fuertemente mis palabras.
Aún así, escuchando los aplausos, yo estaba convencido de mi sentencia a
muerte. Pero estaba satisfecho, porque mi intención en aquel momento no
era defender mi vida, sino a todo lo que había dado sentido a mi vida.
J.G.F. Son muchos los que aseguran que la desaparición del comandante
Camilo Cienfuegos tiene una directa relación con la participación que
tuvo en su detención. ¿Qué puede decir al respecto?
H.M. Estoy seguro de que su muerte no es ajena a esos hechos. Cómo
desapareció, no lo sé. De que lo mataron, no tengo la menor duda.
Camilo era un amigo, un hombre muy sincero y sin dobleces. Cuando lo
envían a detenerme y a hacerse cargo del mando en Camaguey, a pesar de
la tensión, siempre mantuvo una actitud conciliadora.
Tuvimos una conversación en la que le expliqué mi asombro por las
acusaciones y el malestar que sentían todos los oficiales de mi estado
mayor...Todo se va a aclarar, Huber...me insistía. Pero cuando se
comunicó telefónicamente con la Habana, lo que no pude oír lo supe por
la expresión de su cara. Fidel ni siquiera le permitió terminar de
hablar cuando Camilo le dijo: ...Ya todo está aclarado, es un
malentendido... Era claro que lo había cortado bruscamente porque
permaneció callado, escuchando, con el rostro ensombrecido.
El estaba en medio de una situación sumamente difícil, por una parte me
conocía y sabía la falsedad de las acusaciones, y por otra siempre había
confiado en Fidel.
Hasta el último momento quiso ayudarme. Estando en el calabozo esperando
el juicio me hizo llegar dos mensajes con una persona de su confianza
-alguien que no quiero revelar su identidad, algún día se podrá decir,
para que conste en la Historia - en ambas ocasiones intentaba
convencerme de la necesidad de escapar, asegurándome que él se hacía
cargo del cómo.
Escapar para mí no tenía sentido. En ese momento lo que más yo quería
era responder, aclarar mi posición dignamente. Pero él volvió a insistir
en que no se podía permitir que el juicio se diera, que la única
solución era la fuga y que él se hacía cargo de todo.
Yo me negué. Después con el tiempo me di cuenta de que él estaba
presionado, que estaba obligado a presidir el tribunal militar que me
iba a juzgar. De hecho quien lo preside es Sergio del Valle que era
quien seguía en jerarquía a Camilo. Camilo era el Jefe del Estado Mayor
y el que sigue en jerarquía era el tercer oficial, el Jefe de
Operaciones que ese era Sergio del Valle.
Lo difícil de su situación lo prueba su intervención en el acto que
participa frente al Palacio Presidencial, donde dice su último discurso,
el cual cierra con los versos de Bonifacio Byrne. En donde no me ataca
y ni siquiera me menciona. A diferencia de los otros oradores que hacen
leña de mi caso. Principalmente Fidel, que cierra el acto y concentra
los ataques más virulentos contra Díaz Lanz y contra mí.
Ese gesto final de Camilo determinó su sentencia.
J.G.F. ¿Existe algún hecho de su vida política en el cual prefiriera no
haber participado?
H.M. Si yo hubiese sabido el desastre que ha sido la revolución, hubiese
preferido no haber participado. Pero no me arrepiento de haber hecho
algo contra el gobierno de Batista.
J.G.F. ¿Usted volvería a enfrentarse al gobierno de Batista tal como lo
hizo en su momento?
H.M. Claro que sí, y en las mismas circunstancias me hubiera alzado
igualmente. Pero nunca bajo el mando de Castro.
Yo no imaginaba que Castro fuera un hombre tan perverso. Yo mismo en mis
declaraciones de defensa hago una apelación a Fidel cuando
digo...salvemos la revolución. Yo pensaba… si a este hombre le queda un
poco de sentido del deber se puede evitar que esto se convierta en un
sistema totalitario. Valía la pena haber podido realizar aquella obra
que se le prometió al pueblo. Y él se hubiese realizado como patriota,
hubiese tenido la oportunidad de haberle ofrecido a su pueblo un
verdadero progreso social.
J.G.F. ¿Y en cuanto a los fusilamientos?
H.M. Los fusilamientos son una herida difícil de cicatrizar en nuestra
Historia. Aunque las ejecuciones se llevaron a cabo previo juicio, y
algunos de los acusados eran conocidos criminales sobre los que no quedó
duda de la culpabilidad de los mismos, el hecho de que fueran juicios
sumarios y de que los tribunales en muchos casos estaban formados por
personas que no eran las más aptas, que no tenían experiencia, ni
formación como jueces; que simplemente estaban en esas funciones por el
hecho de ser oficiales del Ejército Rebelde, convirtió al supuesto
medio de justicia en una peligrosa maquinaria de exterminio.
Personalmente, siendo Jefe Provincial de Camaguey, y al igual que los
hombres que se encontraron bajo mi mando, hicimos todo lo que estuvo en
nuestras manos para evitar actos de injusticia. Se que la velocidad que
se le imprimía a los procesos, generó lamentables desenlaces. Hubo
casos en los que hubiera preferido que no se les aplicara la pena de
muerte. Pero el control de las decisiones estaba muchas veces fuera del
alcance de los mismos jefes de tribunales. Hoy no es secreto que muchas
de las sentencias ya estaban decididas de antemano.
Pero eso era algo que no sabíamos. Esas fueron cosas que fuimos
sospechando y descubriendo. Y los que sentíamos rechazo y repugnancia
por semejantes métodos, nos comunicamos nuestra preocupación y cada uno
tomó la decisión que creyó pertinente para evitar la conversión de algo
que hubiera sido la solución del país, en lo que desgraciadamente
terminó siendo: el feudo de un dictador.
Es por eso mi carta de renuncia.
J.G.F. En la actualidad las organizaciones de la oposición en Cuba han
optado por los medios pacíficos de lucha como un camino hacia la
democracia. Y son cada vez más los grupos de adentro y afuera de la
Isla que apoyan el rechazo a los métodos violentos.
¿Cree usted, en la validez del empleo de la violencia como medio de
cambiar el sistema?
H.M. Cuba ha padecido tanta violencia que mientras menos, mejor.
Admiro y respeto la tenacidad de los grupos de la oposición. Es muy
difícil lograr una oposición pacífica en medio de una dictadura, que no
tiene escrúpulos en ejercer la más cruel represión contra sus oponentes.
Pero debo reconocer que en medio de esas dificultades, con un coraje y
una entrega impresionante, han conformado ese tejido social, cada vez
mayor, que es la oposición pacífica.
Sin embargo hay hechos y momentos que justifican la lucha armada. Es el
último recurso.
J.G.F. ¿Cuál es su apreciación sobre los últimos acontecimientos que se
dan en la actualidad en Cuba?
H.M. Es obvio que Raúl Castro está introduciendo algunas variantes para
crear expectativas y ganar tiempo sin alterar la naturaleza del sistema
totalitario en tanto se despeja la incógnita de quién será el próximo
Presidente de Estados Unidos.
Esas reformas insustanciales sirven además para preparar el camino hacia
un ensayo de apertura siguiendo el modelo chino o el vietnamita. Pero la
crisis cubana es demasiado catastrófica y cargada de urgencias para
ensayar soluciones imitando tales patrones asiáticos. Tampoco podemos
ignorar que Cuba está a 90 millas de la nación más rica y poderosa del
mundo, donde además reside una emigración exitosa e influyente que sigue
paso a paso los acontecimientos de la isla; y que, incuestionablemente,
no será ajena al cambio hacia el pluripartidismo, el Estado de Derecho y
la economía de mercado.
J.G.F. ¿Cómo ve el futuro del país?
Lo ideal sería que el cambio se produjera como consecuencia de una
protesta cívica no violenta liderada por los prestigiosos factores de la
oposición y de la sociedad civil en suelo cubano; y que los militares,
en vez de cumplir la orden de disparar contra el pueblo, se abrazaran a
la multitud para hacer realidad La Nueva República y dejar atrás la
miseria, el terror y la división de la familia cubana. Sea cual sea el
final de la tiranía, la nación cubana resurgirá de los escombros
materiales y morales heredados de la traición de los Castro.
J.G.F. Quiero expresarle, en mi nombre y en el de mis colegas de la
prensa independiente, un sincero agradecimiento por haber aceptado esta
entrevista.
H.M. El agradecimiento es mutuo. Considero que la labor que desempeñan
es valiosa y me siento muy honrado con la entrevista.
Fragmentos de un discurso
Discurso pronunciado por el primer ministro del gobierno revolucionario,
en el campamento "Agramonte", en Camaguey, el 21 de octubre de 1959.
(Versión taquigráfica de las oficinas del primer ministro)
Camagüeyanos:
En instantes como este se pueden experimentar los sentimientos más
disímiles.
Me siento alegre por un lado y triste por el otro. Más que alegre,
agradecido del pueblo (EXCLAMACIONES), reconocido del pueblo. Se
experimenta esa sensación de lo que es un pueblo leal, de lo que es un
pueblo revolucionario.
Y frente a eso, la otra idea, la que nos entristece porque no tenía
razón de ser, porque son de esos errores y de esos males que los hombres
muchas veces cometen sin razón, porque es un daño a la patria sin razón;
la idea de los hombres desleales, la idea de los hombres ambiciosos, la
idea de los hombres que ponen su ego, su yo, por encima de los más
sagrados intereses del país, y que por encaramarse, por encumbrarse, son
capaces de hundir hasta su propia patria (EXCLAMACIONES).
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¿Qué hacía Huber Matos? Conspirar, atar cabitos. Y cuando se consideró
lo suficientemente fuerte, alentado por la propaganda de la reacción,
alentado por los halagos de la reacción, que estaba tentándolo, que
estaba halagándolo a ver si conseguían obras de él, ¿a qué se dedicaba?
¡Se dedicaba a acusarnos a nosotros de comunistas! (ABUCHEOS.)
Siempre lo mismo, siempre lo mismo. Siempre lo mismo de Díaz-Lanz y de
Urrutia. ¿Acusarnos de comunistas para qué? Acusarnos de comunistas
para ganarse el halago y para ganarse el apoyo de la reacción, para
ganarse el apoyo de cancillerías extranjeras; presentarse acusando a los
compañeros más valiosos de esta Revolución de comunistas…..
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Quien se dedique a la innoble y ruin tarea de acusar de comunistas a los
compañeros revolucionarios, lo que está haciendo es hacerles el juego a
Trujillo, a la reacción nacional, a los grandes intereses
internacionales, a los criminales de guerra, a Masferrer, a Batista, a
Ventura, a Carratalá y a todos esos criminales (EXCLAMACIONES).
Y así, cuando consideró que todo estaba listo planea su gran trama. Me
envía una carta renunciando y alegando una serie de razones...
(DEL PUBLICO LE DICEN: "Lea la carta").
¡Es que no puedo leer todos los papeles aquí! (EXCLAMACIONES.) El
preparó una cartica para la publicidad:
"Compañero Fidel:
"En el día de hoy he enviado al jefe del Estado Mayor, por conducto
reglamentario, un radio interesando mi licenciamiento del Ejército Rebelde.
"Por estar seguro de que este asunto será elevado a ti para su solución,
y por estimar que es mi deber informarte de las razones que he tenido
para solicitar mi baja del Ejército, paso a exponerte las siguientes
conclusiones:
"Primero: No deseo convertirme en un obstáculo para la Revolución
(EXCLAMACIONES), y creo que teniendo que escoger entre adaptarme o
arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y lo revolucionario es irme.
"Segundo: Por un elemental pudor debo renunciar a toda responsabilidad
dentro de las filas de la Revolución, después de conocer algunos
comentarios tuyos de la conversación que tuviste con los compañeros
Agramonte y Fernández Vila", coordinadores provinciales de Camagüey y La
Habana respectivamente. "Si bien en esa conversación no mencionaste mi
nombre, me tuviste presente.
"Creo igualmente que después de la sustitución de Duque y de otros
cambios más, todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo del
problema comunista" —como esto es para la publicidad... ¿Comprenden?—
"debe irse antes de que lo quiten." Como si yo le hubiera preguntado
nunca a nadie, cuando fue a pelear, qué pensaba ni de qué partido era,
porque nunca, cuando se estaba luchando se le ha preguntado a nadie por
filiación política. Jamás he andado en esas averiguaciones (APLAUSOS).
"Tercero: Sólo concibo el triunfo de la Revolución contando con un
pueblo unido, dispuesto a soportar los mayores sacrificios." Y él trata
de dividir a ese pueblo.
Y añade: "Porque vienen mil dificultades económicas y políticas." Vienen
mil dificultades económicas, y él es el que las está agrandando;
dificultades políticas, y él es el que está engrandeciendo.
"y ese pueblo unido y combativo no se logra ni se sostiene si no es a
base de un programa que satisfaga parejamente sus intereses y sus
sentimientos" -¿es que la Revolución no ha hecho leyes revolucionarias?
(EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") ¿Es que la Revolución no está cumpliendo
su programa? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!")— "y de una dirigencia que
capte la problemática cubana en su justa dimensión y no como cuestión de
tendencia ni lucha de grupos." Y él está fomentando un grupo.
"Si se quiere que la Revolución triunfe dígase a dónde vamos y cómo
vamos" (EXCLAMACIONES). Exactamente lo que ustedes oyen leer, lo oyen
en el diario de La Marina, señores. Exactamente. "Óiganse menos los
chismes y las intrigas." Y él es el primero que renuncia porque dicen,
le hablan de una conversación —según dice— en que no lo menté, pero lo
tenía presente. "Y no se tache de reaccionario ni de conjurado al que
con criterio honrado plantee estas cosas. Por otro lado recurrir a las
insinuaciones para dejar en entredicho a figuras limpias y
desinteresadas que no aparecieron en escena el Primero de Enero..."
¡Que no aparecieron el Primero de Enero, pero que no aparecieron tampoco
el 2 de Diciembre, ni aparecieron tampoco el 26 de Julio, señores!
"...que estuvieron presentes en las horas de sacrificio y están
responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es además de una
deslealtad una injusticia. Y es bueno recordar que los grandes hombres
comienzan a declinar cuando dejan de ser justos.
"Quiero aclararte que nada de esto lleva el propósito de herirte, ni de
herir a otra persona. Digo lo que pienso y lo que siento, con el
derecho que me asiste en mi condición de cubano sacrificado por una Cuba
mejor. Porque aunque tú silencies mi nombre cuando hablas de los que
han luchado y luchan junto a ti, lo cierto es que he hecho por Cuba todo
lo que he podido ahora y siempre. Yo no organicé la expedición de
Cienaguilla, que fue tan útil a la resistencia de la ofensiva de la
primavera, para que tú me la agradecieras, sino por defender los
derechos de mi pueblo. Y estoy muy contento del deber cumplido, como
estoy muy contento de haber cumplido la misión que me encomendaste al
frente de una columna del Ejército Rebelde, como estoy contento de haber
organizado una provincia.
"Creo que he trabajado bastante y esto me satisface, porque
independientemente del respeto con que hablan los que me han visto
cerca, los hombres que saben dedicar su esfuerzo a la consecución del
bien colectivo disfrutan dentro de la fatiga que proporciona el estar
consagrado al servicio del interés común. Y esta obra que he enumerado
no es mía en particular, sino producto del esfuerzo de unos cuantos que,
como yo, han querido cumplir con su deber.
"También quiero que entiendas que esta determinación, por meditada, es
irrevocable. Por lo que te pido, no como el comandante Hubert Matos,
sino sencillamente como cualquiera de tus compañeros, que accedas a mi
solicitud cuanto antes, permitiéndome regresar a mi casa..."
Esta es la carta que envía…….
Y si algo compensa, si algo compensa ese daño, ha sido la actitud del
pueblo. Porque ellos verán las fotografías del pueblo y sabrán lo que
hizo el pueblo. Sobre todo, sabrán lo siguiente: Había una conjura en
un cuartel. ¿Y qué pasó? Nosotros teníamos tanques, cañones, aviones,
tropas entrenadas, soldados numerosísimos. ¿Qué hicimos? (En la
multitud se produce un incidente.) (EXCLAMACIONES)... Bueno. No, que
había un grupito de los incondicionales de Hubert Matos que estaban
tratando de agitar a los estudiantes (ABUCHEOS), un grupito de los
directivos. Pero no importa. Los estudiantes los van a destituir,
porque aquí están los guajiros y aquí están los obreros de Camagüey
(APLAUSOS). ¡Aquí están los guajiros, y aquí están los trabajadores, y
aquí está el pueblo humilde de Camagüey! (APLAUSOS.)
¿Y qué hicimos? ¿Qué hicimos? ¡Ah! ¿Que hay una conjurita en
Camagüey? Un momento, ¡un momento! Ningún soldado, ningún cañón,
ningún mortero. No, no, no. No hace falta. Me traslado a Camagüey.
Eso sí es creer en el pueblo, eso sí es tener confianza en el pueblo.
Vengo solo a Camagüey (APLAUSOS). Vengo solo a Camagüey y me bajo en mi
cuartel, que es la plaza pública (APLAUSOS). Vengo solo a Camagüey y me
bajo en mi cuartel, que es la ciudad. Me bajo, y allí no hubo que
convocar a nadie ni dar mitin. No, no, no. ¡Nada de eso! Me bajé allí
en el pueblo, porque yo sí creo en el pueblo (APLAUSOS).
Yo no pensé, no me preocupé de la conjurita qué tamaño tenía, cuánta
gente. No, no, no. Yo digo: Allí está el pueblo de Camagüey, a ese
pueblo lo conozco bien; ese es un pueblo revolucionario y voy para
Camagüey (APLAUSOS). Otros, cuando han tenido problemas de ese tipo,
buscan soldados. ¡No, no, no! ¿Soldados contra los rebeldes? No, si
los rebeldes son el pueblo (APLAUSOS). Los soldados rebeldes no son los
casquitos (EXCLAMACIONES DE: "¡No!"). Los soldados son del pueblo.
Aquí había que venir con el pueblo. Y en el camino, pues, se iban
sumando rebeldes, policías, soldados. Todo el mundo, ¡todo el mundo!
¿Y quién, quién se opone contra el pueblo?
Así que me bajé en mi cuartel, que es la ciudad, porque el ejército de
nosotros es el pueblo. Nosotros para qué queremos estos cuarteles tan
grandes ni mucho menos (EXCLAMACIONES). ¿Para qué? ¿Para que haya
conjuritas y conspiracioncitas? ¡No, hombre! Si para defender esta
Revolución tenemos a los guajiros, a los trabajadores, ¡al pueblo,
señores! (APLAUSOS.)………………….
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Carta de renuncia de Huber Matos
Camaguey, octubre 19 de 1959
Dr. Fidel Castro Ruz
Primer ministro
La Habana
Compañero Fidel:
En el día de hoy he enviado al jefe del Estado Mayor, por conducto
reglamentario, un radiograma interesando mi licenciamiento del Ejército
Rebelde. Por estar seguro que este asunto será elevado a ti para su
solución y por estimar que es mi deber informarte de las razones que he
tenido para solicitar mi baja del ejército, paso a exponerte las
siguientes conclusiones:
Primera: no deseo convertirme en obstáculo de la Revolución y creo que
teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño,
lo honrado y lo revolucionario es irse.
Segunda: por un elemental pudor debo renunciar a toda responsabilidad
dentro de las filas de la Revolución, después de conocer algunos
comentarios tuyos de la conversación que tuviste con los compañeros
Agramonte y Fernández Vila. Coordinadores Provinciales de Camaguey y la
Habana, respectivamente: si bien en esta conversación no mencionaste mi
nombre, me tuviste presente. Creo igualmente que después de la
sustitución de Duque y otros cambios más, todo el que haya tenido la
franqueza de hablar contigo el problema comunista debe irse antes de que
lo quiten.
Tercera: sólo concibo el triunfo de la Revolución contando con un pueblo
unido, dispuesto a soportar los mayores sacrificios... porque vienen mil
dificultades económicas y políticas..., y ese pueblo unido y combativo
no se logra ni se sostiene si no es a base de un programa que satisfaga
parejamente sus intereses y sentimientos, y de una dirigencia que capte
la problemática cubana en su justa dimensión y no como cuestión de
tendencia ni lucha de grupos.
Si se quiere que la Revolución triunfe, dígase adonde vamos y cómo
vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se tache de
reaccionario ni de conjurado al que con criterio honrado plantee estas
cosas. Por otro lado, recurrir a la insinuación para dejar en entredicho
a figuras limpias y desinteresadas que no aparecieron en escena el
primero de enero, sino que estuvieron presentes en la hora del
sacrificio y están responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es
además una deslealtad, una injusticia, y es bueno recordar que los
grandes hombres comienzan a declinar cuando dejan de ser justos.
Quiero aclararte que nada de esto lleva el propósito de herirte, ni de
herir a otras personas: digo lo que siento y lo que pienso con el
derecho que me asiste mi condición de cubano sacrificado por una Cuba
mejor. Porque aunque tu silencies mi nombre cuando hablas de los que han
luchado y luchan junto a ti, lo cierto es que he hecho por Cuba todo lo
que he podido ahora y siempre. Yo no organicé la expedición de
Cienaguilla, que fue tan útil a la resistencia de la ofensiva de
primavera para que tú me lo agradecieras, sino por defender los derechos
de mi pueblo, y estoy muy contento de haber cumplido la misión que me
encomendaste al frente de una de las columnas del Ejército Rebelde que
más combates libró. Como estoy muy contento de haber organizado una
provincia tal como me mandaste. Creo que he trabajado bastante y esto me
satisface porque independientemente del respeto conquistado en los que
me han visto de cerca, los hombres que saben dedicar su esfuerzo en la
consecución del bien colectivo, disfrutan de la fatiga que proporciona
el estar consagrado al servicio del interés común. Y esta obra que he
enumerado no es mía en particular, sino producto del esfuerzo de unos
cuantos que, como yo, han sabido cumplir con su deber. Pues bien, si
después de todo esto se me tiene por un ambicioso o se insinúa que estoy
conspirando, hay razones para irse, sino para lamentarse de no haber
sido uno de los tantos compañeros que cayeron en el esfuerzo.
También quiero que entiendas que está determinación, por meditada, es
irrevocable, por lo que te pido no como el comandante Huber Matos, sino
sencillamente como uno cualquiera de tus compañeros de la Sierra -¿te
acuerdas? De los que salían dispuestos a morir cumpliendo tus órdenes-,
que accedas a mi solicitud cuanto antes, permitiéndome regresar a mi
casa en condición de civil sin que mis hijos tengan que enterarse
después, en la calle, que su padre es un desertor o un traidor.
Deseándote todo género de éxitos para ti en tus proyectos y afanes
revolucionarios, y para la patria –agonía y deber de todos- queda como
siempre tu compañero,
Huber Matos
Nota: las partes de la carta señaladas en negritas, no fueron leídas en
el discurso del 21 de octubre de 1959
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