2008-06-06.
Adalberto Ranssell-Levis
Ni ambigüedad, ni ficción, ni equívoco, apartheid duro y sin máscaras.
Así reciben en los aeropuertos de las islas a los cubanos de ultramar.
No hay incertidumbre en el sin sentido, en esa expresión que esbozan
tanto en la práctica como en la forma las autoridades aduaneras cubanas.
Es imposible ignorar aquello que segrega y humilla, es improbable no
saber lo que se alza visible y da con alevosía e irrespeto y tiene
presencia amplia y plena. Ni pudor ni acato a las normas más elementales
de convivencia entre individuos o a las leyes internacionales. Burdo
desprecio hacia el hombre nacido en las islas, anacronismo. Visión
terrible que desde el inicio nos muestra al cancerbero castrense.
Es pues, el aeropuerto de Cuba, el inicio de un viaje al infierno. Todo
cubano que regresa a la patria seguramente experimentará esa constante
de temor y de sufrimiento que padece el pueblo, ese deseo conmovedor en
la gente de las islas de huir hacia algún lugar. Si bien no todos
denunciamos ante el mundo aquello que es horrible. Yo me siento en la
obligación moral de hacerlo.
Algunos cubanos del exilio faltos de una Ética positiva, de un proceder
a la altura de las circunstancias, no hacen más que callar e inhibirse a
la hora en que deben exigir que se les respete y de igual manera que
sean respetados los hombres y mujeres de las islas.
Contrariamente no se manifiestan, ni parecen advertir el insulto, ni
desaprueban con claridad la política oficial, y… aún peor, hay unos que
van a las islas sólo a pronunciar sus objetos, a especular con sus
dólares o Euros, así, como si de pavos reales se tratase, dispuestos a
viciar con dinero y trapos la carne y la moralidad. Los Hunos y los
Hotros; iguales de bárbaros e inmundos, despreciables, enemigos del
decoro y sin duda hacedores y colaboradores del apartheid en Cuba.
No estoy tejiendo una historia a partir de noticias que un cronista
imparcial ha expuesto en algún periódico español, portugués… o galo.
¡No!, estoy hablando de mis vivencias, de mis aventuras y desventuras en
Cuba, de lo que no nos revelan los medios de difusión masiva en estas
naciones de primer orden, donde supuestamente la libertad y la
democracia tienen su casa. Estas, socarronamente y por intereses
espurios encubren la realidad.
El ignominioso apartheid à la cubana queda velado tras cortinas de humo.
Sostener a cualquier precio las buenas relaciones con el gobierno
isleño, con el fin de mantener los negocios en las islas e
incrementarlos, hace posible que esbocen a raudales talante y
comprensión hacia el régimen castrense. Sobredestacando en este sentido
la diplomacia española, con su "insumiso" ministro de relaciones
exteriores, señor Moratinos.
Eran las 19:00 horas del martes 13, mayo de 2008, yo bajaba del avión
con la certeza que en pocos minutos podría ver a la familia y a los
amigos. Cargaba en las maletas y en el bolso de mano unos 52 Kilogramos
de misceláneas, medicamentos y otros útiles personales, así como
medicina y ropa para regalar.
Todos estos bienes no rebasaban el peso permitido por la compañía aérea
Martinair, procedente de Holanda, el peso de mi equipaje siempre fue
respetuoso con el máximo aceptado tanto por Martinair como por la
Airlines KLM Royal Dutch que me trasladó en el vuelo KL1664 de Barcelona
a Ámsterdam. Este casi bojeo por el mundo me costó unos 500 Euros más de
lo que hubiese pagado por un billete desde Madrid o desde Barcelona a La
Habana.
Y puedo asegurar que no solventé el viaje con esa suma de dinero por
deseo de conocer al país de los tulipanes, sino porque era la única
oferta que me permitía transportar 56 kilogramos de equipaje. Ingenuidad
de ingenuidad, el saber que no me gravarían con más impuestos en la
Terminal aérea de transito en Ámsterdam, no me eximía de cumplir con el
reglamento aduanero que las autoridades castrenses han preparado
exclusivamente para los cubanos de ultramar.
Los extranjeros pueden pasar en la práctica con todo el peso que les
permitan las compañías aéreas, algo que por supuesto, es lógico, ahora,
lo inverosímil e inaceptable, lo difícil de creer y mucho menos de
consentir es que nosotros, los cubanos, por una > aplicada de manera
vejatoria, con una clara exposición de endofobia, de marginación,
segregación y exclusión, nos permiten solamente llevar a Cuba <<25
KILOGRAMOS de misceláneas, tales como confecciones, calzado, artículos
de tocador, de aseo personal, de perfumería, lencería y bisutería,
considerados como efectos personales, más 5 kilogramos de misceláneas
que se consideran importación exenta de pago, lo que hace un total de 30
kilogramos.>> Excederse en el peso equivale a pagar por cada kilogramo
10 dólares USA.
Los cuatro cubanos que pisamos el suelo del aeropuerto "Juan Gualberto
Gómez" fuimos abordados por una horda de corsarios y piratas,
uniformados con ropa de color azul grisácea y con el logotipo de
identificación en la camisa: ADUNA GENERAL DE LA REPÚBLICA. Después de
un irrespetuoso; -eeh tú, ¿eres cubano? Venga pá acá. Nos vimos
obligados a pesar nuestro equipaje y a pagar el "sobre peso" o a dejarlo
pendiente de pago entre uno y cinco días. Que es el plazo, pues
trascurrido ese tiempo, todos los bienes pasan según la morralla de
Castro a ser propiedad de la "REVOLUCIÓN CUBANA".
Mi indignación, mi confusión, mi no saber que hacer, ni que callar
desembocó en una incontinencia verbal. Espeté sin mucho preámbulo lo que
consideraba y veía necesario: -Esto es un atraco, un claro abuso, una
segregación, un apartheid sin tacha.
Prefiero regresar a España ahora mismo o que me encierren antes que me
obliguen a comprar mi propia mercancía y que todos mis derechos sigan
siendo pisoteados, porque mis derechos y mis deberes han de ser los
mismos que tienen los demás pasajeros. Lo absurdo y lo inescrupuloso
aquí se dan la mano. Estoy siendo marginado, segregado en la puerta de
mi propio país. -¿Qué diferencia existe entre un cliente francés,
portugués… y yo? ¿Y por qué a los que nacimos en Cuba nos aplican reglas
vejatorias, discriminatorias, abusivas, endofobicas?
Aparecieron… leyes, explicaciones, lo absurdo en su estado más puro. Lo
más coherente que pudieron alegar fue que; "esto se hace porque los
extranjeros, es posible que sigan viaje a otros países y que ustedes no,
además es normas de la aduana, aprobada por el gobierno y el ministro
del ramo, ¿qué podemos hacer?"
Las seis horas que aproximadamente consumí espetándole todo cuanto
creía, hizo posible que se personaran en el lugar agentes de la Policía
Nacional, oficiales de la aduana. Al fin, y ya pasada la una de la
madrugada, casi afónico y amenazado por la autoridad decidí abandonar la
puerta del infierno.
La Cuba profunda y quejumbrosa se abrió ante mí, las islas de los
círculos, aquellas donde aún el Internet o películas como la
Guantanamera no son aptas para el público, aquellas donde aún se
realizan Congresos de Escritores y Artistas, pero donde el arte sigue
siendo arma de la dictadura y donde lo que éticamente fortalece al
hombre deconstruye a la "Revolución". El oficialismo acomoda sus leyes
contra el derecho natural de los hombres, identificándose con la
perversión, la intolerancia, el encierro. El inmovilismo deshace a la
virtud, vilipendia y enferma a la sociedad e imposibilita emprender con
éxito un proyecto verdaderamente democrático.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=15655
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