Día por día
RAUL RIVERO
Madrid -- El tiempo, el paso implacable de las horas, los minutos y los
segundos tiene una dualidad sobrecogedora y dispar: puede recibirse como
un bálsamo y como un desastre.
Se habla del viaje de las manecillas de los relojes como una especie de
remedio general para las heridas de ausencias si acaso quieren decir
olvido. Para los males de amores y los abandonos radicales. Para los
desencuentros familiares y las encrucijadas de la amistad.
Parece que es verdad: puede ser una medicina. Una poción que la gente se
toma sin darse cuenta con los primeros aires de la mañana y se vuelve a
tomar cuando se desliza en la cama a medianoche y el rostro que convoca
la memoria tiene una sombra, una franja sin carne que avanza hacia los ojos.
Es cierto, el tiempo alivia y cura en esas convalecencias espirituales.
Pero desguaza y mata a un ser humano cuando se usa como castigo para
inocentes y los verdugos le ponen pinzas que lo alargan, sogas que lo
sujetan y trampas sutiles o groseras que lo no dejan pasar a su ritmo de
siempre.
Lo sé y, por si se me había olvidado, me lo recuerda desde La Habana un
mensaje de la dama de blanco Alida Viso Bello, la esposa del poeta y
periodista Ricardo González Alfonso, condenado a 20 años de cárcel en la
primavera del 2003 y que es uno de los 23 comunicadores que están tras
las rejas en Cuba.
Lo dice por escrito y con su voz firme por teléfono: ``Ricardo está sin
atención médica, tirado en su litera, sin medicamentos y sin que nadie
se preocupe por su estado de salud.''
La mujer relata que un médico del Combinado del Este de La Habana (donde
está internado desde el 2004) le indicó una dosis superior de un
medicamento para el control de la presión arterial. ''Pues hace más de
un mes que no se le suministra porque el certificado oficial donde
aparece la recomendación no aparece, no se sabe quién lo tiene, está
perdido'', escribe Viso Bello.
El periodista de 58 años, sometido a cuatro operaciones quirúrgicas,
entre el 2005 y el 2006, en el hospital de esa cárcel, tiene tendencia a
padecer glaucoma y problemas de artritis a los que los servicios médicos
militares tampoco le prestan atención.
González Alfonso y otros 54 presos políticos están en su quinto año de
padecimientos bajo un sistema carcelario que, según el Consejo de
Relatores de Derechos Humanos de Cuba, muestra la cifra de 40 muertos en
el primer semestre del 2008.
La alarma de los familiares tiene, además del testimonio de los
prisioneros, la visión global de la gravedad del asunto en las casi 300
cárceles que, junto al marabú y la pobreza, conforman ciertas zonas del
paisaje rural cubano.
El informe del Consejo de Relatores se conforma con las corresponsalías
de activistas de derechos humanos y periodistas independientes que
siguen, aun en condiciones de riesgo y represalias, su labor desde las
galeras y las celdas de castigo.
El documento explica que todos los muertos de estos primeros seis meses
en las cárceles cubanas son menores de 40 años. Ocho de ellos se
ahorcaron y otros once han muerto por infartos.
La nota del Consejo, firmada por Juan Carlos González Leyva, Tania
Maceda y Luis Esteban Espinosa, asegura que otras causas de esas muertes
evitables son enfermedades generadas por la subalimentación, la mala
asistencia médica, las infrahumanas condiciones de vida, palizas y otros
malos tratos carcelarios.
El que se vive ahí adentro no es la categoría del tiempo que tiene
vertientes curativas. Ya se sabe, es el devastador almanaque de presidio
que no se cuenta por jornadas de actividad y descanso, sino por los
pedazos de la vida que se quedan en el aire enrarecido de la celda.
Fuerza y salud para los presos políticos y las damas de blanco, símbolos
de la libertad y la vida a pesar del verano y de todos los fuegos.
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/235049.html
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