Friday, June 27, 2008

Banquete de tiranos

sobre Cuba
Publicado el viernes 27 de junio del 2008

Banquete de tiranos
CARLOS RIPOLL

El título de este trabajo es el de unos versos de José Martí, de sus
''Flores del destierro''. Con la definición clásica, para Martí el
tirano es el gobernante que abusa del poder, oprime al gobernado e
impone cruel su voluntad. El poema imagina un convite de tiranos, seres
obstinados, vanidosos y animalescos: Hay una raza vil de hombres tenaces
/ De sí propios inflados, y hechos todos, / Todos del pelo al pie, de
garra y diente. Para ellos pide Martí el castigo mayor: Clávalos,
clávalos / En el horcón más alto del camino / Por la mitad de la villana
frente.

En el pasado mes de mayo hubo en Miami una especie de ''banquete de
tiranos''. En dos periódicos con un noble historial de lucha por la
libertad de Cuba, el Diario las Américas y El Nuevo Herald, se
publicaron escritos apologéticos sobre los tiranos Gerardo Machado y
Fulgencio Batista.

El 20 de mayo, en la fecha nacional de Cuba, como ''publicidad'',
apareció en el Diario un artículo de tres páginas, que firma José A.
Mijares, y es una justificación de los abusos y crímenes de Machado.
Dice que siempre obedeció las leyes y que fue la oposición quien inició
la violencia. Ante afirmaciones como ésas no hay que recurrir a la seria
bibliografía que lo desmiente. Sobre cómo llegó al poder, su mentido
amor a Cuba y sus crímenes, bastan aquí las declaraciones que hizo en el
Canadá, a los tres meses de su fuga, publicadas en la revista Bohemia:
''Cuando en los principios de mi campaña presidencial vi el entusiasmo
con que el pueblo recibía en todas partes a mi ilustre adversario, el
general Menocal, tentado estuve de renunciar la política, mas en el
momento crítico la mano poderosa de Laureano Falla Gutiérrez vino a mi
ayuda, y Clemente Vázquez Bello distribuyó el dinero de manera
definitiva para ganar unas elecciones en que el voto popular espontáneo
nada decidió. Gané, pues, por dinero, y dinero español, luego nada tengo
que agradecerle a Cuba''. Y agrega: ``Soy partidario decidido de los
pueblos militaristas. Yo quise una Cuba libre, feliz y contenta. Por ese
ideal llegué hasta la dictadura, y cometí el error fundamental de no
haber eliminado más gente de lo que hice''.

Imitando a su admirado Benito Mussolini, Machado hizo grandes
construcciones, pero ni toda la piedra del Capitolio ni el asfalto de la
Carretera Central logran cubrir la sangre que por su soberbia derramó
Cuba. Pero su daño mayor fue dejar a buena parte del pueblo, en
particular a la juventud, aturdida y furiosa, por lo que se le abrieron
las puertas al tirano que atormentaría a Cuba a partir de 1933, a
Fulgencio Batista. También éste dejó un reguero de sangre, desde la
masacre del Hotel Nacional, a principios de su mando, hasta los
asesinatos que se cometieron a partir del golpe de Estado de 1952.

Así como Batista se lo debieron los cubanos a Machado, la tiranía de
Fidel Castro es hija de Batista, y es de lamentar que un artículo
publicado en El Nuevo Herald, en páginas enteras y profusión de fotos
amables, de espaldas a la historia, ofrezca una cándida evocación de
Batista. Se basa en unas cajas de documentos que, coincidente con una
anónima y misteriosa donación de un millón y medio de dólares, le donó
su familia a la biblioteca de la Universidad de Miami. El Herald anunció
el 9 de mayo que iba a abordar ''aspectos desconocidos'' de la
trayectoria de Batista ``a partir de una indagación en cartas suyas que
forman parte de la Colección Herencia Cubana de la Universidad de Miami''.

De esas cajas no puede salir más que su apología, pues con respetable
propósito, durante muchos años, pudo la familia escudriñar en ellas y
suprimir lo necesario para que no se escaparan nuevos testimonios de sus
fechorías. El día 11 apareció en El Herald el artículo titulado Cuba, la
utopía errante donde con mayor ingenuidad dice su autora, Ivette Leyva
Martínez, quien revisó las cajas, que ''el cuidado y el orden de los
papeles'' se explica porque Batista era ''un hombre con profundo sentido
de la historia''; ni entendió por qué ''en decenas de cartas y
documentos consultados, Batista eludió referirse al momento más
controversial de su carrera política, el golpe de Estado de 1952''; y
aun con evidente arbitrariedad cita sólo juicios favorables: allí se
dice ''que uno de los mitos de la revolución es que Batista fue un
demonio'', pero que ''su mente era muy sutil'' por lo que se le debería
ver ''con ojos más históricos y menos apasionados''; otro de los
juicios, por cierto ridículo, ensalza a Batista porque ''se enamora de
su [sic] mujer después de atropellarla mientras ella paseaba''; y aún se
llega en alguno a afirmar que ''Batista hizo mucho bien a su país y
vivió un exilio digno''. Y hay en el escrito como un sordo reproche a
los Estados Unidos porque no le permitieron entrar en el país. Al igual
que Machado, Batista no era un exiliado, era un prófugo.

No se encontrarán tampoco, por supuesto, entre esos papeles de Batista,
los estados de cuenta del dinero que se robó de Cuba, con el que pudo
pagar la protección de Trujillo, Oliveira Salazar y Franco, en Santo
Domingo, Portugal y España; y repartir pitanzas entre cortesanos y
favoritos; hacer alguna llamativa donación y dejar millonarios a sus
herederos.

Lo que menos necesita Cuba es un ''banquete de tiranos'', en el que con
todo derecho ocuparía puesto de honor el castrismo. Para lección del
futuro lo que necesita Cuba es tener presente qué y quiénes la pusieron
a morir: un museo de atrocidades; y seguir el consejo de Martí en sus
versos sencillos: ¿Del tirano? Del tirano / Di todo, ¡di más!, y clava /
Con furia de mano esclava / Sobre su oprobio al tirano.

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/234093.html

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