¿Revolución es construir?
Aunque el gobierno es incapaz de cumplir los planes de vivienda, prohíbe
a la iniciativa privada tomar las riendas del asunto.
Leonardo Calvo Cárdenas, La Habana
viernes 2 de mayo de 2008 6:00:00
Un reportaje periodístico de la televisión cubana trajo nuevas
evidencias y ejemplos de los retrasos y carencias del actual programa de
construcción de viviendas impulsado por el Estado. Dichos
incumplimientos ocasionan no pocas molestias y dolores de cabeza a las
muchas familias que, con gran esfuerzo, tratan de resolver un problema
que constituye una verdadera tragedia para la sociedad.
En este caso, una localidad reproduce los problemas e insuficiencias
cotidianas y permanentes a lo largo y ancho de la Isla: retraso e
inconsistencia en la entrega de los materiales, lo cual paraliza o
demora indefinidamente las construcciones; alto costo de la mano de obra
especializada, frente al bajo poder adquisitivo de las familias
aspirantes; pobre respuesta del Estado, los poderes locales y las
entidades responsables de satisfacer las necesidades constructivas que
requieren los ciudadanos. Estos son sólo algunos de los obstáculos que
determinan el fracaso rampante del último proyecto gubernamental
destinado a resolver la escasez de viviendas.
Hace poco más de dos años, las autoridades aseguraron que se disponían a
construir alrededor de 100.000 viviendas por año, principalmente a
partir de los esfuerzos de los propios necesitados. El reportaje de
marras da cuenta de que en la provincia de Granma sólo se han concluido
25 viviendas de un plan de 900, según el programa impulsado por la
Central de Trabajadores de Cuba (CTC) para sus "miembros vanguardias".
'El Estado no puede'
En su discurso del 1 de mayo de 2006, el entonces gobernante Fidel
Castro aseguró que los ciudadanos debían aprender a construir sus
viviendas, porque el Estado no podía satisfacer las enormes necesidades
en ese ámbito.
Sólo pocos meses después de anunciado el ambicioso programa —que por
cierto ningún cubano de a pie creyó realizable—, el mismísimo secretario
del Consejo de Ministros, Carlos Lage Dávila, reconoció su
incumplimiento y muchas de las dificultades y distorsiones que este
había sufrido.
Al anunciarse el nuevo programa constructivo, muchos ciudadanos
adelantaron el análisis, que discernía sobre la imposibilidad del Estado
de acercarse siquiera a esa cifra en la época en que la extinta Unión
Soviética subsidiaba, con amplia generosidad, la economía nacional. Y se
preguntaban: ¿A partir de qué presupuestos imaginan las autoridades
poder cumplir la ambiciosa meta?
¿Cómo es posible que después de medio siglo controlando totalmente la
construcción y distribución de viviendas, sin detenerse a reconocer el
resonante fracaso que está a la vista en forma de crisis extrema, el
gobierno pase a los ciudadanos la responsabilidad de un problema creado
por el afán de monopolio y la permanente desidia administrativa que
caracteriza el sistema?
Es sumamente difícil para los ciudadanos, en medio de las dificultades
vivenciales que los agobian, enfrentar tal empresa, lidiando además con
las carencias y corruptelas que genera el sistema.
'El Estado no quiere'
Mientras esto sucede, gran cantidad de profesionales, técnicos y
trabajadores calificados de la construcción son privados de la
posibilidad de hacer un aporte capital a la solución de tan complejo
problema, mediante la creación legal de pequeñas y medianas empresas.
Construir o reparar una vivienda dejaría de ser entonces un lujo de los
económicamente acomodados y una tragedia para las grandes mayorías.
Podríamos ver cada semana un reportaje sobre los esfuerzos y traumas que
enfrentan los ciudadanos para construir viviendas en el país, y todos
estarían colmados de promesas y metas incumplidas, necesidades
insatisfechas y esperanzas frustradas.
En lo alto del edificio que alberga el Ministerio de la Construcción en
la capital, se lee desde hace una treintena de años una inscripción que
asegura: "Revolución es construir". Esta parece ser la peor de las
bromas, cuando se sabe, por ejemplo, que las mejores instalaciones
deportivas del país —el Estadio Latinoamericano y el Coliseo de la
Ciudad Deportiva— cuentan con más de 60 y 50 años, respectivamente.
También se ve cómo la institución insignia de la pediatría nacional, el
hospital Pedro Borrás, está en reparación desde hace veinte años; sin
dejar de compadecerse por las familias que han visto pasar varios
lustros de su existencia en los llamados "albergues de tránsito", en
espera de recibir del proveedor exclusivo y omnipotente una vivienda
humilde, pero propia.
En su alegato de defensa durante el juicio por el asalto al cuartel
Moncada, Fidel Castro aseguró que en Cuba sobraban piedra y brazos para
que cada familia tuviera una vivienda decorosa. Cincuenta años después,
hay muchos más brazos y, al menos, la misma cantidad de piedra, pero
continuamos aguardando por la voluntad de los hoy poderosos.
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