2008-05-04.
Osvaldo Alfonso Valdés, Ex Prisionero de Conciencia de la Causa de los
75 y Analista Político de Misceláneas de Cuba
Raúl Castro sigue con su política de dar un sello personal a su gobierno
comunista. Para ello, sus más recientes anuncios han sido la celebración
a finales del próximo año 2009 del Séptimo Congreso del Partido
Comunista y la conmutación de la pena de muerte a una treintena de
condenados.
Ya hemos dicho que el Gobierno cubano, ahora encabezado por el nuevo
dictador, tiene conciencia de que en Cuba son necesarias
transformaciones, pues la salida de Fidel Castro de la máxima dirección
del país ha creado expectativas en la población y, por otra parte, es
evidente para ellos mismo, que la situación calamitosa en que viven los
cubanos es insostenible y de no mejorar puede acarrear conflictos graves
en la isla.
Mas sabemos que nada de eso implica que estén en lo más mínimo
inclinados ha llevar a cabo reformas en el terreno político, ni aún en
lo económico que pueda significar la perdida del control que el estado
tiene sobre la economía nacional. El régimen, también lo hemos dicho,
solo está dispuesto a dar justo lo imprescindible para no poner en
peligro el poder.
¿Necesita Raúl Castro realmente convocar a un congreso del Partido para
realizar cambios en el país? Por supuesto que no; la celebración de los
congresos del Partido Comunista, ni aún en la época en que el canón
socialista establecía que era el evento que marcaba la política del país
en los siguientes 5 años, nunca esos congreso fueron otra cosa que
grandes shows, pues Fidel Castro nunca gobernó ateniéndose a ningún
compromiso que no fuera su propia voluntad.
¿Para qué un congreso del Partido ahora? Pues ante todo, y más que el
congreso en sí, el nuevo gobernante pretende ganar tiempo. Faltan aún un
año y medio para que este se llegue a celebrar, y este será un tiempo en
que el nuevo dictador solo se limitará a tomar tibias medidas cosméticas
como hasta ahora, para seguir entreteniendo a la opinión publica, tanto
nacional como internacional, mientras nada fundamental cambia en la isla.
Analicemos una cuestión. Luego de la autorización a adquirir móviles
para los cubanos, a hospedarse en hoteles, la eliminación del permiso de
salida para viajar fuera del país, ¿qué más puede "ofrecer" el general?
No mucho más. Lo demás que necesitan los cubanos para realmente comenzar
a tener una vida más digna y decorosa es tener libertad, democracia, y
derechos económicos reales. Eso no está en la agenda de quien sigue con
el discurso de preservar el socialismo; o sea, la dictadura, y no ha
detenido en nada la represión contra los demócratas pacíficos.
Por otra parte, la suspensión de la pena de muerte a 30 condenados, no
puede dejar de considerarse como un hecho positivo. No puede desdeñarse
que se le perdone la vida a los seres humanos, aunque eso sea como parte
de una política propagandística de un gobierno que ha fusilado decenas
de miles y que además no renuncia a seguir haciéndolo.
En Cuba es bien conocido que Raúl fue responsable de la muerte por
fusilamiento de muchas personas al triunfo de la revolución. Se le
supone responsable incluso de la desaparición de Camilo Cienfuegos.
Existen en las Web fotos suyas donde personalmente ayuda a atar a un
condenado a muerte que sería fusilado. Ese es el nuevo gobernante de la
isla. Por algo ha nombrado a viejos en edad y retrógrados de la
nomenclatura para ocupar los más altos cargos de su gobierno.
Los cambios en Cuba son inevitables, pero no confiemos en la demagogia
de los mismos que han conducido al país al desastre social y económico
que es hoy. Ellos solo tienen una prioridad en su agenda: el poder.
La lucha por la democracia en Cuba debe continuar. Los cambios en la
isla solo se producirán bajo la presión popular a favor de los mismos, y
cuando quienes luchan por ellos abiertamente sean más en número y más
fuertes. Ese es el camino para alcanzar la libertad de nuestra Patria.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=15166
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