Vendedores de globos
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Bajo las sombras largas del
totalitarismo en Cuba, nuestro régimen ha confraternizado con algunos de
los más sobresalientes represores o terroristas de estado que registran
hoy los anales del oprobio mundial. Muchos de ellos fueron acogidos aquí
en visitas oficiales. Y muchos recibieron condecoraciones en actos
solemnes, celebrados ante la imagen de José Martí.
De sobra conocido es que durante casi medio siglo la Isla constituyó
refugio y escuela de etarras y guerrilleros, así como de la más diversa
laya de subversores de la paz y de las normas democráticas en sus
respectivos países. También se sabe que más de un asesino internacional
prófugo y más de un narcotraficante en desbandada se han paseado entre
nosotros como Carmelina.
Sin embargo, resulta que ahora la televisión cubana –oficialista, ya que
es la única que al parecer nos merecemos- pretende poner en evidencia la
honradez de las Damas de Blanco utilizando fotos y grabaciones en las
que algunas de estas sufridas madres y esposas de nuestros prisioneros
de conciencia aparecen cerca del jefe de la Sección de Intereses de
Estados Unidos en La Habana, o intercambian conversación con una
congresista cubano americana.
Desde la propia pretensión de los propagandistas del régimen salta a la
vista su retorcida forma de ver y respetar el derecho a la libertad de
acción y expresión entre los humanos. No se limitan a considerar como un
delito y una actitud antipatriótica que alguien de aquí coincida en una
foto o converse con personas que no piensan como ellos, sino incluso
creen que nada más necesitan para convencer a la gente de que quien así
actúa –sólo por eso y nada más, ya que de nada más ofrecen pruebas- es
un mercenario y un farsante.
No hay que perder el tiempo buscando en los archivos de programas
emitidos por la televisión cubana un simple párrafo, una imagen sobre la
escalofriante masacre en la Plaza de Tiananmen, o sobre los gulag
soviéticos, o sobre los exterminios étnicos de Hussein y Milosevic,
entre otras lindezas consumadas por sus cúmbilas. En cambio, es posible
conocer los pormenores de una conversación telefónica o ver imágenes
intrascendentes, tomadas, por demás, violando los más elementales
derechos de privacidad. Y encima debemos aceptar que nos están mostrando
pruebas de una gran conspiración antipatriótica, con mujeres sencillas y
nobles como peligrosas agentes del enemigo.
Demasiado ciego o desalmado habrá que ser para tragarse el cuento de que
un grupo de madres, esposas, hermanas desesperadas ante el
encarcelamiento de sus seres queridos reclaman justicia por el mero
hecho de ganarse unos dólares. Únicamente a partir de aquel viejo
principio de que cada cual es según concibe al prójimo, se admite no ya
la manipulación de estos pobres vendedores de globos patrioteros, sino
la aceptación de una barrabasada tan barata.
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