SUJETO
Raúl Rivero, sin recuerdos olvidados
BELKIS CUZA MALE
Especial/El Nuevo Herald
Apesar de que ahora se dice que muy pocos leen poesía, los poetas siguen
teniendo una parte importantísima en el alma de un pueblo, y en Cuba no
hemos sido nunca ajenos a este fervor. La historia de la Isla está llena
de poetas mártires, cuyas trágicas vidas han dejado una estela de sangre
y fuego, en lo físico y lo espiritual. Si el gobierno colonial español
fusiló a poetas de primer orden como Gabriel de la Concepción Valdés
(Plácido) y Juan Clemente Zenea, y José Martí se inmoló en el campo de
batalla, no es menos cierto que el siglo XX cubano ha dejado huellas en
aquellos poetas que han incursionado en el hacer político, en el clamor
frente a la injusticia y los atropellos a la libertad, especialmente
durante estos casi cincuenta años de castrismo en Cuba, por lo que han
tenido que pagar un alto precio.
En cualquier país del mundo fundar una agencia de prensa, escribir con
cabeza propia y criticar al gobierno son actividades que no acarrearían
consecuencias funestas para nadie, ni siquiera reprimendas, pero en la
Cuba de Fidel Castro constituyen verdaderas heroicidades que terminan en
la cárcel. El poeta Raúl Rivero puede hablar con conocimiento de causa
porque once meses en las ergástulas castristas bastan para saber que la
vida no vale nada, como diría la canción, para los que, según ellos,
construyen ''una sociedad justa'', sin pan y sin palabras, como diría el
propio Rivero.
Poeta, periodista, disidente, rebelde con causa, llámele como quiera,
Raúl Rivero reside en España desde su liberación en noviembre de 2004.
El autor de Papel de hombre (1968); Firmado en La Habana (1996); Puente
de guitarra (2002); Sin pan y sin palabras (2003) y Recuerdos olvidados
(2003) entre otros, no ha cesado de escribir: tiene una columna semanal
en el periódico madrileño El Mundo y otra aquí en El Nuevo Herald. La
historia de Rivero es la historia de cada cubano que siente la libertad
de Cuba como la suya propia: un poeta y periodista que lo arriesgó todo
al enfrentarse al régimen, al abrir su propia agencia de prensa en un
país donde el periodismo vive amordazado.
La luna y el sol cubanos lo han visto madurar, crecer interiormente,
afinar su poesia, bruñir su palabra. Madrid es ahora su hogar --la luna
y el sol madrileños deben parecerle otros--, allí vive el poeta en
compañía de Blanca Reyes, su esposa, y una de las fundadoras de las
Damas de Blanco, esas valientes mujeres que cada domingo desfilan por la
Quinta Avenida habanera con un gladiolo entre las manos, recordándole al
mundo que las cárceles cubanas guardan todavía tras sus rejas a gran
número de periodistas y activistas de los derechos humanos condenados
durante la Primavera Negra.
Raúl no demoró en contestar mi cuestionario, a pesar de sus múltiples
actividades, en medio de ese Madrid ahora en primavera.
Empecemos por el final: ¿qué estás escribiendo ahora? ¿Poesía?
Querida Belkis, siempre trato de escribir poesía. A veces sólo unos
apuntes. Un verso del que se puede levantar, mañana, un poema. Y mañana
no venía, como dice nuestro amigo el poeta. La verdad es que el
periodismo impone una velocidad y consume mucho tiempo. También trabajo
en un libro de memorias de la cárcel y en un cuaderno que se llamará
algo así como Crónicas que no firmé.
¿Que significa para ti ser un poeta cubano en el
exilio?
Primero, me sentí liberado, deslumbrado y conmovido. Luego, ya llevo
tres años en España, comencé a recibir mensajes nocturnos y a
encontrarme en la casa papeles amargos y recados de mis fantasmas.
Tengo muchos amigos aquí. Me siento bien y en Madrid, en mi periódico,
en el mundo del periodismo español, no me considero un extranjero.
Aunque sé que lo soy. Lo que pasa es que quisiera tener todo eso en
Cuba, cerca de gente que extraño y de lugares que tienen que ver con ese
minuto borroso que suele ser la vida. Por lo menos, mi vida.
¿Intuiste este destino tuyo? ¿Pensaste alguna vez con anticipación en
todo eso de la horrenda prisión en Cuba? ¿Sabías a lo que te exponías
cuando abriste en La Habana la agencia de prensa CubaPress? ¿Qué te
llevó a la franca disidencia, tras como muchos intelectuales, haber
apoyado en principio a la Revolución?
No. Nunca pensé que tendría que salir del país. Cuando fundamos la
agencia CubaPress tuvimos siempre muy presente la posibilidad de la
cárcel. Uno de los periodistas del grupo inicial, Juan Antonio (Ñico)
Sánchez, que ahora está en el exilio, era el más buscado por la policía
y el que más veces fue dormir a los calabozos. Eran estancias de días.
No estaba vigente la ley Mordaza. Se pensaba en condenas de tres o
cuatro años.
Muchos años atrás fuiste corresponsal en la Unión Soviética. ¿Pudiste
observar ya entonces la verdadera cara del
sistema?
Mi trabajo como corresponsal en Moscú fue muy revelador. He sabido que
le pasó a muchos que trabajaron o estudiaron por allá. Yo vivía en lo
que iba a ser el futuro de Cuba y me parecía plano, imperfecto y acosado
por mentiras y trampas. Me faltó valor para denunciarlo y pedir asilo en
aquel momento. Como me faltó después para muchas otras cosas. De todos
modos, conocí a excelentes poetas, escritores y periodistas que estaban
atrapados en aquella
telaraña.
¿Desde cuándo escribes? ¿Tienes memoria? ¿Publicaste algun libro entonces?
Comencé a escribir poemas de amor cuando era muy joven. En Morón, mi
pueblo natal. Con un éxito relativo y limitado al entusiasmo de mis
primas, al recelo de mis padres y a la burla de algunos amigos. Organicé
dos o tres cuadernos desastrosos, pero no publiqué ninguno. Las
muchachas a las que escribí esos poemas se casaron con otros y son
felices. Algunas me han confesado que parte de esa felicidad tiene
relación con haber pasado por alto aquellos versos de río y estío, de
mar y amar y de desazón y corazón.
¿Qué significó para ti nacer en Morón (¿en qué año?) y querer ser poeta?
¿Cómo transcurrieron esos primeros años? ¿Qué estudios realizaste y
dónde? ¿Cuándo te mudaste para La Habana?
Nací en noviembre de 1945. Estudié la primaria y parte del bachillerato
en mi pueblo. Me fui para La Habana en 1963 y estudié periodismo en el
curso de 1964 al 69. Recuerdo con mucho cariño los últimos años que viví
en mi pueblo. Hasta el año 60. Eramos adolescentes y estábamos ajenos a
lo que vendría. Enseguida todo se emponzoñó y cada uno se fue por sus
caminos y veredas. Yo me puse de parte del caos y la mayoría de mis
amigos y amigas en contra. Es una etapa que recuerdo mucho, pero ya
aquellas personas son otras y también yo.
De todos tus libros, ¿cuál es tu preferido?
Me gusta un pequeño cuaderno que escribí en La Habana, cuando ya era
libre por cuenta propia. Se llama Recuerdos olvidados. Lo publicó
Hiperión en España y Gallimard en París.
¿Ves al periodismo como un medio de ganarte la vida, o realmente amas
esa profesión tanto como la poesía?
Yo creo en el periodismo sin adjetivos. Es el que se hace en Cuba fuera
del control del Estado. Le pusieron independiente porque los medios
dependen de los laboratorios del Partido Comunista. Es el que se hace en
democracia con honestidad. Es el que debe de hacerse en nuestro país en
el futuro. Creo en el periodismo y reconozco su poder ante las
dictaduras, los terroristas y los corruptos. Cuando escribo crónicas
casi siento lo mismo que cuando trato de hacer un buen poema.
Has recibido varios premios, especialmente ese Ortega y Gasset que ha
sido noticia de nuevo entre los cubanos, por habérsele otorgado hace
unos dias a Yoani Sánchez por su blog Generación Y . ¿Qué significó para
ti ese premio?
El Ortega y Gasset fue muy importante para mí. Me dio confianza en el
trabajo que hago todas las semanas. El hecho de que se le entregue ahora
a Yoani Sánchez demuestra la fuerza de los blogs, dentro y fuera de
Cuba. Su periodismo tranquilo, esa mirada fresca sobre la realidad del
país. También puede verse como el desarrollo tecnológico que arrasa y
anula los candados de la dictadura.
¿Podrás describirme un día en tu celda en Cuba?
Los días que más recuerdo de la prisión son los de la celda de castigo.
Un día normal comenzaba a las cinco de la mañana con agua de azúcar o
con un brebaje que se llama cerelac. Así comienzan los días, este día de
hoy, mis amigos que siguen en las cárceles. Lo peor es que duran como 40
horas.
¿Cómo transcurre ahora un día en la vida de Raúl Rivero?
Trato de alcanzar pequeñas parcelas de felicidad. A veces, lo consigo.
Otras no. La vida de mis tres hijas y de mi nieta Maya me hacen
razonablemente dichoso.•
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