Señales de humo desde La Habana
NICOLAS PEREZ DIEZ ARGÜELLES
Me encuentro en Bogotá escribiendo un libro sobre Colombia. El proyecto
es apasionante. Me desplazo de un lado a otro a velocidad vertiginosa
con Gonzalo Guillén, corresponsal de El Nuevo Herald en este país,
alguien que desde su celular se comunica al instante con toda la
sociedad política colombiana. Es opositor por vocación y su espíritu
crítico casi es en él un vicio de carácter. Periodista de raza, no se
calla la boca. Y como a muchos no les gusta lo que dice, y aquí las
cosas no son fáciles, nos trasladamos en un SUV de las Naciones Unidas
con cristales blindados y dos guardaespaldas.
Diariamente hago varias entrevistas, y aunque siempre la primera
pregunta es sobre si el presidente Alvaro Uribe podrá lograr una
victoria militar contra las FARC, siempre el corazón me traiciona, el
político que hay en mí desbanca al periodista y acabo hablando sobre el
problema de Cuba.
Desde aquí no se ven las cosas de la isla como en Miami. Por primera vez
me he cuestionado si el embargo es un tema de política interior
norteamericana que nada tiene que ver con Cuba, un arma de negociación o
un circo. También, de qué nos sirven nuestros odios, que como me dijo
ayer en un almuerzo en el restaurant Matiz el joven empresario Mauricio
González, de la firma de consultores T Mega, ``son más peligrosos que
una piraña en un bidé''.
A principios de esta semana fui a visitar al ex presidente Andrés
Pastrana, me recibió afectuoso y sonriente, pero encima de la enorme
mesa de conferencias, como al descuido, había un montón de fotos
enmarcadas, y encima de todas resaltaba una suya enorme junto a Fidel
Castro vestido de uniforme militar de gala. Lo tomé como un claro
mensaje de que sabía perfectamente quién era la persona que lo iba a
entrevistar. Pero no le acusé recibo de su agudeza y en un ambiente
distendido y franco, comencé a escuchar anécdotas sobre una reciente
visita suya a La Habana con su hija. No me habló de Fidel ni de Raúl,
sólo mencionó sus entrevistas con Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y
Ricardo Alarcón. En el acto aproveché la coyuntura y le dije:
--Presidente Pastrana, hay algo que no es una opinión política, sino una
ecuación matemática. Las soluciones al problema de Cuba son una invasión
norteamericana a la isla, que sería funesta; un golpe de Estado militar
cruento, que prolongaría un poder dictatorial hasta el fin de los
siglos; una sublevación popular donde podría correr la sangre a
raudales; y la última opción, que es la que sirve a los intereses del
pueblo de Cuba, sería establecer un diálogo entre los cubanos de las dos
orillas para lograr una reconciliación nacional.
--Siempre he sido partidario --me dijo sonriente-- de resolver los
problemas políticos sin violencias, con conversaciones, a través de un
diálogo.
No lo dejé respirar y le recité de carretilla:
--La lucha por la paz de Colombia ha tenido para usted un alto costo
político. No hay quien le discuta su gran prestigio mundial de amante de
la paz, ¿se ha puesto a pensar por un segundo cuál sería el legado que
dejaría usted a la historia de Cuba y de América Latina si lograra
encaminar conversaciones entre La Habana y Miami?
Se recostó en su mullido butacón y pensó durante algunos segundos.
--Habría que estudiar eso a fondo, pero podría ser --dijo--. Hay unas
reuniones de ex presidentes, ex ministros de relaciones exteriores y
otras figuras de gran peso a nivel mundial, a esto se le llama
Interaction Council. Creo que allí podríamos plantear esa inquietud y
comenzar a trabajar para obtener objetivos.
Me despedí con respeto y quedamos en vernos en unos días, pues salía de
viaje.
Otro que me ha impresionado mucho es Alvaro Leyva Durán, uno de los
personajes más interesantes de Colombia, miembro del Partido
Conservador, católico militante, ex ministro de Ingeniería y Minas,
experto en pacificación de conflictos y el hombre que ha sido durante
años el contacto del gobierno colombiano con las FARC. Tiene estatura
presidencial. Atardeciendo y en un salón de la Universidad Sergio
Arboleda, me dijo:
--Pronto va a haber grandes cambios en Cuba. A Raúl no le gustan los
micrófonos ni tiene proyectos de dominio continental. Si los Estados
Unidos y ustedes desaprovechan la oportunidad de abrir alguna puerta con
Raúl cuando desaparezca su hermano, cometen una estupidez. Estoy
optimista con respecto a una apertura próxima en Cuba.
Pienso igual que Alvaro Durán. Que el pueblo cubano pueda ser capaz de
expresar sus puntos de vista, aun dentro de los enjutos parámetros que
les marca el sistema, y la última liberación de presos de conciencia son
señales de humo que se elevan al cielo desde La Habana. Ahora el
objetivo nuestro consiste en descifrarlas.
nicop32000@yahoo.com
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/164439.html
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