Fidel Castro: balance y pronóstico
CARLOS ALBERTO MONTANER
Madrid -- Fidel Castro ha decidido morirse como ex presidente. No puede
más con sus enfermedades. Después de medio siglo gloriosamente vestido
de verde oliva, disfrazado de guerrillero heroico, es muy difícil
gobernar a un país en chándal, sentado en una mecedora y con un ano
contra natura.
El balance de estos cincuenta años es pavoroso. No hay forma humana de
que la historia lo absuelva. Lo impiden dos millones de exiliados, miles
de presos políticos --de los que casi 300 todavía quedan entre rejas--,
millares de fusilamientos, la ausencia absoluta de libertades, las
familias destrozadas, y el mayor fracaso material que registra la
historia de las dictaduras latinoamericanas. Casi todas esas largas
tiranías --el paraguayo Stroessner, el nicaragüense Somoza, el
dominicano Trujillo-- fueron corruptas y atormentaron cruelmente a la
sociedad, pero dejaron países más ricos y mejor equipados que los que
encontraron en sus comienzos.
En Cuba ha sido diferente. Como consecuencia del torpe gobierno de Fidel
Castro, un hombre patológicamente caprichoso, unido al disparatado
sistema comunista impuesto al país, responsable de la improductividad
casi asombrosa de la isla, los cinco elementos fundamentales que miden
la calidad de vida de cualquier sociedad se han agravado terriblemente:
la alimentación, la vivienda, el vestido, el transporte, y las
comunicaciones. Más allá de la ideología, la vida cotidiana en Cuba es
una insufrible pesadilla de incomodidades y carencias.
¿No ha ocurrido nada bueno en ese periodo? Sí: el país dispone de
ochocientos mil profesionales, entre ellos 65,000 buenos médicos, para
una población de once millones de habitantes. Pero ese dato, lejos de
eximir de culpas a Fidel Castro, lo incrimina severamente. Sólo un
gobernante minuciosamente incompetente puede mantener en la pobreza a
una sociedad que cuenta con semejante capital humano. En todos los
rincones del planeta los profesionales forman parte de los niveles
sociales medios y viven con cierto grado de legítimo confort. En Cuba
vegetan sin esperanza y en medio de la mayor pobreza.
Creo que el general Raúl Castro comparte este diagnóstico y desea
mejorar sustancialmente la vida de los cubanos. Raúl no tiene, como
Fidel, una visión ideológica de los problemas sociales, sino práctica.
Antes de los veinte años, tras un corto viaje de turismo revolucionario
a Europa del este, se hizo comunista por admiración ingenua a la URSS,
mas no por haber leído los textos de la secta. Poca densidad teórica
que, paradójicamente, lo hace más humano. Raúl está más cerca del
gerente que del apóstol, del administrador que del comisario. Desde 1959
dirige las fuerzas armadas, institución que, dentro del caos general que
padece el país, funciona razonablemente bien.
Raúl Castro, en efecto, va a emprender una cautelosa reforma económica.
¿Cuáles serán esos cambios? Primero, más espacio para los trabajadores
por cuenta propia y el surgimiento de pequeñas empresas privadas
familiares que brinden los servicios que el Estado no puede
proporcionar. Segundo, autorización para que las personas puedan vender
o comprar libremente las viviendas y los autos. Tercero, permitir la
salida y entrada del país a los cubanos, incluidos los deportistas.
No hay prevista una reforma política en dirección de la democracia, pero
sí la excarcelación progresiva de los presos de conciencia y una mayor
tolerancia a la disidencia interna, acompañada de un clima más abierto
dentro del partido comunista, con el objeto de que los camaradas puedan
examinar mejor los infinitos problemas que aquejan al país sin sufrir
persecución por ello. Es probable, también, que Raúl cancele los ''actos
de repudio'' --violentos pogromos contra los demócratas de la
oposición--, y renuncie al clima de permanente confrontación
internacional ensayado por su hermano desde el primer día de gobierno.
Sus dos grandes y secretos objetivos son hacer la paz con Estados Unidos
y lograr que la economía de la isla sea autosuficiente, aunque sin
renunciar al partido único.
¿Por qué? Raúl a sus 76 años sabe que no le queda mucho tiempo para
lograr revitalizar la economía y fortalecer la institucionalidad,
destrozada por el peso de Fidel, para dotar al país de una manera
legítima de transmitir la autoridad cuando él también falte de la
escena. El último regalo envenenado que le había dejado Fidel era el
liderazgo postizo de Hugo Chávez, unido a la sugerencia de la unión
entre las dos naciones, pero la derrota sufrida por el venezolano en el
referéndum del pasado diciembre puso de manifiesto la precariedad y el
descrédito de la revolución bolivariana, un engendro político aún más
débil que la dictadura cubana. Raúl no ignora que colocar el destino de
Cuba en manos de Chávez, como deseaba Fidel, más que una estupidez sería
una irresponsabilidad suicida.
¿Qué hará Fidel Castro desde hoy hasta que muera o esté totalmente
incapacitado?
Seguramente, respaldará a los llamados talibanes --el sector más
estalinista--, y ejercerá de francotirador, saboteando las reformas con
sus comentarios periodísticos, convencido de que la humanidad espera con
ilusión sus expresiones de excelsa sabiduría para comprender la
realidad. Así son los narcisistas, incluso con un pie en la tumba. Como
se ha dicho tantas veces: genio y figura hasta la sepultura.
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