Cosas de locos
Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Una amiga de La Habana
del Este me pidió que la acompañara al Hospital Mazorra, donde está
ingresado su hermano Ernesto, huésped ocasional del gran manicomio
capitalino. Acepté el viaje como una odisea ineludible pues vivo en los
límites de la locura y sé que suele ser contagiosa.
Cerca del busto del doctor Ordaz, loquero mayor, mi amiga y yo
escuchamos durante media hora los delirios de su hermano, quien después
de comer como un troglodita le preguntó por la salud del padre, el cual
fue sepultado meses atrás en el cementerio de Guanabacoa. "El viejo está
en una clínica de Caracas, me lo dijo Hugo Chávez por el televisor",
afirmó Ernesto con seguridad y exigió a su pariente que lo fuera a buscar.
Mi asombro aumentó cuando el enfermo, presionado por la hermana, dijo el
nombre de la enfermera a quien le regaló los billetes de veinte dólares
que le trajo la tía de Miami en los días previos al ingreso. "Los
billetes eran falsos, no sirven para ir a Caracas", expresó sin inmutarse.
Tuve que calmar a mi amiga durante el regreso. Su hermano es una carga
pesada y sin remedio. La demencia es un tren sin retorno que remolca a
los ingenuos. Le conté el caso de "Maceo", el loco más folklórico y
famoso de Güines, quien iba a la funeraria del pueblo a tomar café y un
día tropezó con el cadáver de su hermana; la miró fijamente y afirmó:
"se parece pero no es ella, yo sé que ayer se fue para Miami".
Al pensar en esos locos que soslayan las circunstancias adversas recordé
a otros que se creen cuerdos, pero rehacen los sucesos de su entorno
según su conveniencia. No se trata de una especie en extinción, ni de
lunáticos que languidecen en un manicomio. Son personajes con poder que
inventan enemigos, persiguen a sus opositores, distorsionan los
problemas del vecino y ocultan los suyos.
Como Ernesto Almeida, el infeliz de La Habana del Este que regaló sus
dólares a una enfermera del Hospital psiquiátrico, el excéntrico que
desgobierna a mi país ha obsequiado decenas de hospitales a Bolivia,
Nicaragua, Venezuela y otras naciones. Su sensatez no le permite ver la
indigencia de las instituciones sanitarias de la isla.
Otro chiflado poderoso y locuaz, discípulo del anterior, regala barriles
de petróleo, refinerías, barcos y créditos millonarios a costa de
Venezuela. De él me habló Ernesto en el Hospital psiquiátrico de La
Habana, pues este personaje habla tanto por nuestra televisión que hasta
los dementes se comunican con él.
No creo que mejore el hermano de mi amiga. Los psiquiatras no logran
contener al ejército de espectros que retoña con frecuencia en su mente
atrofiada. No creo tampoco en la cura del Quijote cubano ni en la
recuperación de su escudero venezolano. Las alucinaciones reflexivas del
primero y las ofertas del segundo para conquistar el alba son cosas de
locos. Tal vez un capítulo de la estupidez humana.
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