Si Jesús hubiera nacido en Cuba (II)
No se sabe con certeza cuál fue el origen del árbol de Navidad. Hay
quienes sospechan que se trata de una costumbre de origen pagano: el
hombre creía que sus dioses vivían en la naturaleza y reverenciaba a los
árboles.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba, el origen del árbol de Navidad sería
obvio: sus luces hubieran sido las de los cocuyos que pueblan la isla.
Quien ha visto una bandada de ellos posarse en un árbol, sabe que ha
visto un árbol de Navidad. Nadie lo ha señalado mejor que el poeta José
Juan Tablada: ``Luciérnagas sobre un árbol:/ Navidad en verano''.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba es posible que el árbol escogido no
hubiera sido un pino sino una ceiba. En la primavera de 1940, Thomas
Merton, el célebre monje y escritor norteamericano, visita Cuba, realiza
un viaje en autobús al Santuario del Cobre y apunta en su diario que
entre sus ilusiones estaba la de ver aparecer a la Virgen en uno de
estos árboles. Según Lydia Cabrera, ya fugitivos de Herodes, María y el
niño hallaron refugio en el tronco de una ceiba que, además de abrirse
para albergarlos, se cubrió de espinas para que nadie se atreviera a
acercarse a ellos y hacerles daño. De ahí que la ceiba sea un árbol
sagrado: su tronco estuvo en contacto con los cuerpos divinos.
En uno de sus cuadernos de apuntes, José Martí asegura que una vez que
la Virgen y el niño se escondieron en el árbol, una araña cómplice los
cubrió con su tela. Es posible que la araña haya seguido tejiendo y que
ese tejido sea el que nos impida encontrarnos con ellos; que el agujero
de la ceiba sea un espacio que a diario rondamos, y el árbol todo, donde
ambos permanecen ocultos --a salvo, quizás, de nosotros--, Dios.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba es probable que a los Reyes Magos se les
hubiera hecho sumamente difícil dar con él, porque la noche cubana es,
más que una multitud de estrellas, un resplandor gigante: una sola
estrella azul marino cuyas puntas se ocultan en su propia luminosidad.
¿Cómo distinguir, en medio de tanta luz, la Estrella de Belén? Los
Reyes, desorientados, podrían haber equivocado el camino y, de haber
cruzado el Atlántico, haber cruzado también el Pacífico y hallarse, de
pronto, de regreso en su patria, adelantándose a todos los hombres de
ciencia y exploradores que les sucederían y demostrando, para
perplejidad de sus contemporáneos, que la Tierra no era plana sino redonda.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba, los Magos hubieran descubierto que hay
una isla en el Mar Caribe cuyas noches dan siempre la impresión de que
un milagro acaba de tener lugar en ella, de que Jesús nace allí todas
las noches. ''Noche insular, jardines invisibles'', dice José Lezama
Lima en uno de sus poemas más célebres, señalando la naturaleza vegetal
y perfumada del firmamento cubano, y añadiendo: ''Verdes insectos
portando sus fanales/ se pierden en la voraz linterna silenciosa...'' No
es difícil imaginar a los Magos
en medio de esa caravana luminosa, guiados por un enjambre de
luciérnagas, huéspedes de una realidad que, siendo la nuestra, nos
trasciende.
Entre los símbolos más hermosos y sencillos de la Navidad está la flor
de Pascua, una flor cuyos pétalos son realmente hojas que van perdiendo
el verdor hasta tornarse intensamente rojas: hojas que parecen
sonrojarse ante la atención que se les presta, abrumadas, quizás, por el
honor de haber sido escogidas para celebrar tamaño acontecimiento. Los
seres humanos no supieron lo que era el rubor hasta que se fijaron,
indiscretos, en una flor de Pascua.
Se asegura que una niña pobre quería llevar un regalo a Jesús pero que,
al no tener nada que ofrecerle, ya camino de la gruta, descubrió un
ramito de hierba nueva, empapado de rocío, y aceptó que aquél sería su
regalo. La leyenda concluye que apenas María, sonriente, tocó el ramo,
éste se convirtió en la primera flor de Pascua.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba es probable que la niña le hubiera
llevado un cocuyo apagado, triste, que al ser tocado por cualquier
miembro de la Sagrada Familia se hubiera convertido en una esmeralda
luminosa, capaz de avergonzar al sol y de mostrarle, mejor que el sol
mismo, el rumbo al pueblo cubano. O que al ser tocado por el Niño
hubiera anticipado los versos que casi 2,000 años después escribiría
Miguel Teúrbe Tolón, que vería en el cocuyo ''la huella del dedo de
Dios'' estampada en el aire de la noche cubana: ``Y sólo de algún
cocuyo/ errante por la campiña,/ como la huella del dedo/ de Dios, la
verde luz brilla''.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba, la ciencia, y no la fe, hubiera sido la
primera en reconocer a la isla como la inspiradora del árbol de Navidad,
y entre los testimonios más elocuentes a favor de ese reconocimiento no
hubiera estado el de un cubano (a quien podría habérsele acusado de
chovinista), sino el de un visitante distinguido: Alejandro de Humboldt,
geógrafo, naturalista y explorador prusiano, ``padre de la Geografía
Moderna'':
``En ninguna otra parte he visto tan innumerable cantidad de insectos
fosforescentes, porque las hierbas que cubren el suelo, las ramas y las
hojas de los árboles resplandecían con aquellas luces rojizas y móviles,
cuya intensidad varía, según la voluntad de los animales que las
producen, pareciendo que la bóveda estrellada del firmamento bajaba
sobre la sabana o pradera''.
Si Jesús hubiera nacido en Cuba, el primer árbol de Navidad hubiera sido
la noche cubana, y Belén,
América.•
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