Cuba: Fin de Siglo
Habla la disidencia (III): La revolución está siendo liquidada
revolucionariamente.
Manuel Cuesta Morúa, La Habana
miércoles 26 de diciembre de 2007 6:00:00
La discusión sigue en pie. Qué será de Cuba el próximo año. Es la
pregunta que muchos cubanos y observadores internacionales se hacen
después que la relación de poder en la Isla redefiniera su estructura
republicana, para adoptar una salida monárquico-partidista en la que las
familias consanguíneas adquieren mayor relevancia frente al poder
estrictamente revolucionario.
La cuestión sobre quién decide qué, no es algo que discurra a trámite en
medio del Politburó, la Asamblea Nacional o el recién redivivo
Secretariado del Comité Central del partido comunista de Cuba. Ellos
existen y parecen cobrar mayor importancia. La diferencia es que ahora
transmiten decisiones de familias políticas creadas a través de la
sangre. Esto es nuevo y confirma la transición política en el poder en
un estilo sospechado.
En el nivel político, esto ha significado una discusión interna que se
zanja, por un lado, en torno a lealtades constituidas y, por otro, a un
debate argumental que se desentiende del poder histórico y mítico para
abrirle paso a la Cuba sociológica. La extraña discusión posmoderna en
torno a los derechos de las minorías homosexuales, extraña para un país
con múltiples problemas modernos, ejemplifica cómo la nación real
penetra el poder a través de la familia real.
El reconocimiento por parte de uno de los príncipes herederos de la
Revolución de que la constante emigración de los jóvenes es un peligro
más fundamental que el que constituye la oposición dentro del país, es
otra ilustración clara de que la política-que-no-se-ve, se prepara en
las cocinas de los hogares monárquicos del país. ¿Cuántos debates
políticos o ideológicos desarrollados en el lugar apropiado, a la hora
apropiada y por los canales apropiados, no fueron ahogados porque se
consideraban contrarrevolucionarios? Pregunta retrospectiva que confirma
esta certeza actual: la revolución está siendo liquidada
revolucionariamente.
Lo interesante es que esta liquidación suave e involuntaria garantiza el
contacto con el país bajo dinámicas monárquicas. Y eso no es del todo
negativo, porque pone de relieve algo que es propio de monarquías en
momentos de crisis: el valor de la familia y la importancia de las
sensibilidades a la hora de tomar decisiones políticas. Bajo el cielo
glacial de la metafísica revolucionaria cubana y de paradigmas
ideológicos incompatibles con el ritmo de la Isla, parecía imposible que
el poder en Cuba se diera los necesarios baños de realidad que habrían
evitado el actual estado de cosas del país.
De manera que, con la evidente paradoja que supone, Cuba pudo poner fin,
el 31 de julio de 2006, a su Siglo XX, retornando ¿provisionalmente? al
sistema monárquico de tomas de decisiones estratégicas. Como hemos
discutido algunos amigos, hasta esa fecha los cubanos nos debatíamos
culturalmente entre el siglo XIX y el siglo XX tardío. A partir de ella,
comienza la discusión cultural entre el siglo XX duro y apisonador y las
tendencias posmodernas de Cuba en dirección al siglo XXI, que aparecen
inscritas, aunque no desarrolladas debidamente, en la estructura
cultural de la nación.
De ahí la confluencia de dos debates en Cuba: el debate por satisfacer
las necesidades primarias y el debate por el autoreconocimiento
individual y de las minorías. Modernidad y posmodernidad presionando por
el igual al poder político cubano.
El dilema comer o no comer
Por esa razón fundamental de confluencias entre el hambre y las demandas
de la cultura, participo de y defiendo la idea de la inevitabilidad de
los cambios en la Isla, con independencia de la voluntad política e
ideológica del poder.
Esta confluencia significa algo clave para el futuro del país: el
proceso de autodescolonización cultural en todos nuestros ámbitos
decisivos de convivencia. Un proceso difícil, duro y complicado que
supone remover, dulcificadamente, el tipo de dominio colonial sobre los
cubanos que se enmascaró tras el discurso revolucionario. Si alguien
puede demostrar que hemos sido controlados más por los ideologemas
leninistas que por el capricho, entonces la discusión se desplaza de
territorio.
Esa confluencia significa otra cosa más: la necesidad de conducir el
debate hacia el futuro por los cauces del diálogo. Las batallas del
hambre disparan las protestas cívicas por doquier. También las batallas
por la libertad. No es muy seguro que se ganen este tipo de batallas
frente a Estados policíacos, pero es cierto que en términos populares la
discusión sobre un plato de comida, o sobre derechos elementales, no
necesita pasar por la mesa de negociaciones. Son cuestiones de estricto
sentido común. Pero las batallas culturales se discuten y se ganan en
otros terrenos: el del taller, la voz ciudadana, la discusión
comunitaria, el debate intelectual y el diálogo político. Sobre todo en
Cuba, donde el dilema comer o no comer es un dilema generado en el
capricho político: la variable cultural y psicológica más importante
para entender la historia de nuestro país en estos últimos 49 años.
Tres retos básicos
Qué será de Cuba en el próximo año es una pregunta que entiendo más como
destino estratégico que como posibilidades cotidianas de nosotros, los
cubanos, vistos como gente común. Bienestar, hogar, comida, estabilidad,
libertad de movimiento, sí, por supuesto. Sin embargo, lo que se está
definiendo ahora mismo es Cuba como nación, como cultura y como modelo
de convivencia: tres dimensiones desencontradas en nuestro itinerario
histórico y que necesitamos poner de acuerdo definitivamente.
Cuba ha descrito la rara trayectoria de un país que disfrutaba de una
planta industrial y de servicios modernos que se perdió a partir de
1959, por los desencuentros desgarradores en esas tres dimensiones
descritas. Y no caben dudas de que el gobierno actual advierte que Cuba
no tiene más opciones que la de su recuperación histórica en términos de
economía, empresa y gestión eficaz. Por tal razón, el peligro, que yo
veo conjurado desde el momento en el que las autoridades se dan cuenta
de que somos un país occidental, residiría en que esa recuperación
histórica se intentara al margen de las libertades.
Este último desarrollo no es posible. Y es claro que, a partir de las
confluencias que presionan desde abajo al poder, el peligro para los
demócratas se desplaza de la importante demanda de derechos hacia la
capacidad de gobernabilidad e interlocución con una sociedad posmoderna
y alfabetizada.
En tal sentido, en el Arco Progresista creemos que los demócratas
tenemos tres retos básicos: cómo y qué tipo de mensaje presentar, cómo y
qué tipo de relación es necesario construir con los ciudadanos, y cómo y
qué proyecto articular toda vez que el fin del siglo XX cubano, largo y
tumultuoso, va dando paso a una transición democrática construida desde
abajo.
Dirección URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/opinion/articulos/cuba-fin-de-siglo
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