¿Fidelidad o entierro?
Con Fidel en escena, Raúl y los generales no dejan de dar rodeos. ¿Será
diferente tras la muerte del Comandante?
Marifeli Pérez-Stable, Washington
lunes 5 de noviembre de 2007 6:00:00
Puede ser que el tiempo se esté acabando, o no, pero el régimen cubano
trastabilla como si no se agotara el momento.
A principios de septiembre, el Partido Comunista convocó a los
ciudadanos para que discutieran el discurso de Raúl Castro el 26 de
julio. El País, en España, calificó las asambleas como "una catarsis
nacional", mientras el diario Reforma, de México, observó un estado de
ánimo de "agotamiento y escepticismo". Algunos hablaron con franqueza e
hicieron énfasis en la interminable lista de quejas. "Después de una
arrancada tímida, la gente se envalentonó y ahora no pueden dejar de
hablar", dijo el columnista Rafael Alcides en ENCUENTRO EN LA RED. Por
lo general, los cubanos menores de cuarenta años no se veían
comprometidos o interesados.
Ira, resentimiento
El discurso de Raúl abordó asuntos económicos que hallaron eco en las
necesidades de los ciudadanos comunes y anunció "cambios estructurales"
sin especificar. En 1990, el Partido convocó a una ronda similar de
asambleas. El tópico principal, entonces, era la caída del mundo
comunista y lo que debía hacer Cuba para evitar la misma suerte. Los
dirigentes no necesitaban estas asambleas para saber lo que pensaba el
pueblo, ni entonces, ni ahora.
Por décadas, la dirigencia ha realizado encuestas periódicas —que han
sido, como la salud del Comandante, un secreto de Estado— que les ha
proporcionado la verdad desnuda. Pero el rito de "la consulta" sirvió
hace diecisiete años, así que: ¿por qué no volver a hacerlo ahora?
Puede ser que, esta vez, la catarsis se vuelva contra el régimen. En
1990, todavía muchos ciudadanos creían que las cosas podrían mejorar.
Hoy, la ira, el resentimiento y la incredulidad se han apoderado de
aquellos que aún mantenían alguna esperanza después de la caída del Muro
de Berlín. Los ciudadanos comunes están indignados ante la corrupción
galopante y la hipocresía de un discurso torcido, que hace caso omiso de
la realidad imperante y del infierno material de sus vidas cotidianas.
Entra Hugo Chávez
Raúl y los otros hablan de cambios lentos y cautelosos. Pero al parecer,
la gente no quiere eso. La mayor parte de los cubanos no parece
desconcertarse ante la posibilidad de dar al traste con las manidas
ideas del Comandante y emprender ya políticas basadas en la realidad,
que comiencen a solucionar el pozo, casi sin fondo, de los problemas
económicos.
Con el mayor de los Castro todavía en escena, Raúl y los generales están
dando rodeos. Aun cuando Castro se haya ido, sus pasos pudieran ser más
vacilantes en relación con lo que la ciudadanía quiere. Y, miren
ustedes, estoy hablando sólo de los cambios económicos.
Entra Hugo Chávez. En su viaje a Cuba, del 13 al 17 de octubre, se
entrevistó con el achacoso Castro durante cuatro horas, transmitió desde
Santa Clara su programa semanal Aló Presidente y anunció nuevos acuerdos
para instigar el "proyecto unitario" entre Venezuela y Cuba. La visita
de Chávez apoya al Comandante y a los de la línea dura, quienes se
interesan más por las luchas ideológicas que por dar solución a las
necesidades de los ciudadanos.
Según las informaciones, las reformas comenzarán (¿pronto?) en el sector
agrícola. La máxima que profirió Raúl hace más de una década, "los
frijoles son más importantes que los cañones", es hoy aún más
significativa. Chávez mencionó la producción de alimentos como una de
las áreas en la cooperación renovada; quizás sea una señal de que el
tema salió a relucir en su larga conversación con el Comandante. El
asunto crucial es lo que se derive después de los esfuerzos que se hagan
para promover la productividad agrícola.
A mediados de la década de los noventa, el mayor de los Castro detuvo y
dio marcha atrás en las modestas aperturas. Si hoy se realizaran, ya no
habría retroceso, incluso después que Castro haya muerto; pero los
vínculos con Venezuela podrían constituir un freno en el frente
económico. Una reestructuración abarcadora es incompatible con el estilo
político fidelista que Chávez admira tanto. Raúl y los generales saben
que las vías a recorrer no pueden ser las mismas, lo que podría ser una
razón para que no simpaticen con Chávez.
Se supone que el nacionalismo sea el punto fuerte del Comandante. Sin
embargo, de nuevo está conduciendo a Cuba por la senda de la dependencia
de un poder extranjero.
La política mesiánica
Los lazos con la extinta Unión Soviética se forjaron en un momento en el
que muchos consideraban al socialismo como una alternativa viable al
capitalismo. El "socialismo del siglo XXI" de Chávez es un refrito de
ideas ya probadas y erradas, con su eje en el centralismo económico
estatal y la política mesiánica. La historia se repite, primero como
tragedia y luego como farsa.
Ya pasamos por eso, dirán los sucesores de Castro. Sin embargo, ahora
están entre la espada y la pared: o son fieles al legado de Fidel Castro
—un legado que no prestó atención al bienestar económico de los
cubanos—, o realmente entierran a Castro y adoptan una reestructuración
económica que muy bien pudiera abrir la caja de Pandora.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/fidelidad-o-entierro/(gnews)/1194238800
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