Félix Reyes Gutiérrez – Cubanacán Press
28 de octubre de 2007
Ranchuelo, Cuba – La vivienda, unido a la alimentación y el transporte,
es uno de los aspectos que más afecta a los pobladores en Cuba. La
protección de los hogares es, entre otros males, una de las tantas
dificultades que tiene que enfrentar el ciudadano cubano en estos
tiempos, por el aumento de los malhechores.
Exceptuando a los privilegiados de la cúpula gubernamental, los
habitantes con mayores posibilidades de adquirir vivienda en la isla,
son aquellos que reciben remesas provenientes del exterior; también los
médicos, maestros, deportistas y otros técnicos que prestan servicios en
tierras foráneas.
Aquellos que cumplen misión en otros países, una vez finalizada, sólo
tienen que hacer una solicitud al sector competente para que se les
entregue una vivienda. Una vez recibido el inmueble, proceden a su pago.
Hay quienes construyen un domicilio a partir del efectivo pagado por el
servicio prestado y obvian la que les oferta el gobierno.
Los cubanos de a pie, que son afortunados, sólo pueden optar por un
hogar de bajo costo, donde el gobierno en su construcción emplea la
menor cantidad de gastos posible, fundamentalmente en materiales,
trayendo consigo su deterioro en un corto período de tiempo.
Sin embargo, tanto los uno como los otros, se ven obligados a realizarle
modificaciones estructurales a las moradas en su período constructivo,
que antes del año 1959, no se efectuaban.
A diferencia de antaño, que la ciudadanía durante toda la madrugada
dejaba en los portales, y otras áreas exteriores de los domicilios,
bombillas, sillas, sillones, bancos y hasta butacas, desde hace
alrededor de 20 años esto se ha visto imposibilitado por el incremento
desmedido del hurto.
Dentro de los mecanismos de protección domiciliaria, la puesta de
ventanales y puertas de metales en las viviendas, así como el
empotramiento de rejas en la pared, construidas de cabillas de hierro de
unos tres centímetros de ancho en forma de flores o figuras geométricas,
son las más demandadas por la población.
A través del herraje de portales, puertas exteriores, terrazas, balcones
y ventanas, la ciudadanía se salvaguarda de quienes se dedican a robar,
pese a tener como gran desventaja la pérdida en estética externa del
inmueble y su elevado costo.
Una ventana de aluminio de unos 70 centímetros cuadrados para el baño,
cuesta 200 pesos nacionales; de tres alas para la cocina, 600 pesos; de
dos alas de 110 cm. de ancho por 150 de largo para las habitaciones,
tiene el precio de 800 y si es de tres para la sala tiene un valor de
1200 pesos. El costo de las rejas es de 350 pesos nacionales, el metro
cuadrado.
Esto se traduce en la difícil accesibilidad del cubano de a pie a este
tipo de escudo, debido a su salario promedio mensual de sólo 250 pesos,
por ende es el más atacado por los delincuentes.
Por la poca importancia que el estado le da a las pérdidas que no
afectan las entidades gubernamentales, sus fabricantes e instaladores
son particulares.
Esas viviendas que se propagan más en los pueblos y ciudades que en las
zonas rurales, son apodadas por la ciudadanía como jaulas urbanas.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=5696
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