Dos agriculturas y un desastre
Frío, frío: La parcelación de ciudades no solucionará la crisis
productiva de la Isla.
Leonardo Calvo Cárdenas, La Habana
miércoles 26 de septiembre de 2007 6:00:00
Al entrar por carretera al municipio habanero de Güira de Melena se
puede apreciar una enorme valla que define la localidad como "referencia
nacional en la agricultura urbana". La confusión invade al viajero
medianamente conocedor: ¿acaso esta localidad no ha sido reconocida
históricamente como una de las más destacadas productoras de la
agricultura tradicional?
La nueva condición que anuncia la mencionada valla es demostración
inequívoca de la degradación estructural y generalizada de la economía
en general y del sector agropecuario en particular. La parcelación de
las ciudades es un intento de solución emergente que actúa como
insuficiente paliativo al derrumbe de la producción agropecuaria, que en
los últimos lustros ha complicado más la existencia del cubano, a cuenta
de aumentar la escasez, los precios de los alimentos y, por
consiguiente, el costo de la vida.
Otro tanto ha sucedido con la producción pesquera. A pesar de contar con
una rica plataforma insular y haber conformado en décadas pasadas una
poderosa flota que realizaba faenas de altura en lejanos mares del
mundo, ahora se pueden ver recurrentes reportajes televisivos sobre el
cultivo artificial de peces comestibles, producción que está muy lejos
de hacerse sentir en el mercado o en la dieta cotidiana de los
ciudadanos, para quienes el consumo de este importante renglón
alimenticio sigue siendo un lujo.
La causa del fenómeno, lo más importante a fin de cuentas, viene a ser
la misma historia vivida en el último siglo, desde China hasta el
Caribe: los efectos demoledores que para la economía y la supervivencia
tiene la vocación totalitaria de los grandes líderes del llamado socialismo.
Atrofia estructural
El panorama sigue siendo desolador. Mientras el gobierno conserve el
control monopólico de la superficie cultivable y las capacidades
productivas del sector agropecuario, se mantendrán gran cantidad de
tierras baldías o subutilizadas, y los precios de los productos
continuarán inaccesibles para la mayoría de la población.
Esta atrofia estructural ha provocado que un país con las condiciones
naturales e historia productiva de Cuba necesite importar cada año el
84% de los alimentos que consume, con el "agravante" de que en el último
lustro la mayor parte de ese monto se ha comprado a exportadores
norteamericanos. Cuba debe ser a estas alturas una de las naciones de
más baja tasa de seguridad alimentaria del planeta, además de tener a su
principal "enemigo político" como principal proveedor.
¿Cómo es posible que las autoridades dispongan cada año de más de 1.000
millones de dólares para cubrir las compras al contado a Estados Unidos,
mientras son incapaces de pagar más o menos en tiempo, y de manera
decorosa, a los productores nacionales? Lo dicho es un ejemplo de la
ineficacia administrativa que padece la economía de la Isla y la muestra
de una muy sui géneris manera de hacer patria.
Está claro que el monopolio estatista de la economía garantiza en medida
considerable el control político de la sociedad, además de implicar la
parálisis y el retraso productivo-tecnológico, la desidia
administrativa, el desbarajuste financiero —manifestado en la extensa
cadena de cuentas por pagar y cobrar entre las empresas—, la pobre
estimulación y el consiguiente desinterés de los trabajadores, así como
el burocratismo y la corrupción.
Cada año, los altos funcionarios de la esfera económica aseguran que el
Producto Interno Bruto (PIB) crece de forma exorbitante, pero lo que
enfrenta el ciudadano de a pie es una subsistencia cada día más difícil
y azarosa. A pesar de los cantos de sirena de la propaganda oficial, la
economía muestra un deterioro sin precedentes, con perspectivas nada
promisorias.
El único camino seguro
Los expertos y estudiosos buscan en la lejanía de los tiempos un año de
tan baja producción azucarera como el que corre, cuyos resultados apenas
cubren la limitada demanda interna. Después de liquidar y desmontar lo
que fue por siglos la primera fuente de riquezas de la Isla, al alto
liderazgo sólo le queda ver desde la barrera de un resentido
hipercriticismo los nuevos derroteros que toma el sector en el mundo.
La relativa eficiencia económica de la llamada agricultura urbana se
debe a que allí la remuneración de los trabajadores está directamente
vinculada al resultado de la producción. La historia reciente lo ha
demostrado en las más diversas latitudes: la apertura de espacios al
libre desenvolvimiento económico de los que producen es el único camino
seguro para alcanzar y garantizar cobertura y seguridad alimentaria.
Los discursos altisonantes, las consignas y las cifras infladas no
llevan los alimentos a la mesa del hasta ahora desesperado consumidor.
Cuba sólo podrá salir de esta crisis productiva, que ya se torna
endémica, cuando la libertad económica de los ciudadanos deje de ser
vista por los gobernantes como obstáculo insalvable a su voluntad de
poder y control absoluto.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/dos-agriculturas-y-un-desastre/(gnews)/1190779200
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