años; la gente joven no piensa así, por eso creo que no va haber continuidad
y no veo otra solución más que la guerra»
CUBA SUEÑA CON UN FUTURO SIN FIDEL
«Veo cambios a mejor porque peor no se puede estar: hay mucha represión y no
hay libertad de expresión.
Guarda silencio mientras alguien sube las escalinatas donde nos encontramos.
«De todas maneras», continúa, «conociendo el país, que es tropical, pienso
que podrá haber una revuelta».
La voz la tiene entrecortada y no para de mirar a un lado y a otro
Manu Trillo
Gran Angular
El Mundo
España
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Fidel Nuñez
Analista
Jefe de Buró
Latinoamérica
Dept de Investigaciones
La Nueva Cuba
Agosto 12, 2007
Los turistas españoles que visiten Cuba este verano vivirán, aunque no sean
conscientes, un momento histórico. Hace un año que un Fidel Castro enfermo
delegó todo el poder en su hermano Raúl. Los cubanos están expectantes y
sueñan con el futuro. Éstos son algunos de sus testimonios.
Wilson, 35 años. Guía turístico en Baracoa. "Queremos que se produzcan
cambios. Ya empiezan a verse pancartas pidiéndolos"
Clarita, 58 años. Ama de casa. Santiago de Cuba. "Veo las cosas como ahora,
sin problemas, en calma y con nuestros hijos cerca de nosotros"
Pepe, 45 años. Fontanero en La Habana. "Veo un futuro con luz. Aquí somos
todos fidelistas. Si él desaparece, el sistema no aguantará"
Alejandro, 21 años. Estudiante de Filosofía. "Habrá muchos cambios a mejor,
porque peor es imposible. Creo que una revuelta es posible"
Posiblemente Fidel Castro esté librando su revolución más violenta: una
lucha sin descanso por la vida. No aparece en público desde julio del año
pasado y se siente acosado por los interrogantes sobre su regreso. Y es que
la fecha de su vuelta al poder aún está sin escribir, a pesar de que ya ha
pasado un año desde que cediera el mando a su hermano Raúl. Los españoles
que este verano viajen a la isla vivirán un momento histórico único, casi
convulso, pues se encontrarán con que la historia que comenzó en 1959 puede
estar a punto de pasar página. Incertidumbre es el sentimiento que embarga
en estos tiempos a la población cubana, que no puede evitar estar inquieta y
soñar ante el futuro.
Dicen que el cubano inventa, inventa día a día la manera de salir adelante;
así pues, intentar hablar de futuro con un cubano es una empresa complicada
en la que se mezclan ensoñaciones y miedo, a veces a lo desconocido y otras
simplemente a hablar más de la cuenta. Hace meses que no ven a su
Comandante, que mañana cumple 81 años. En La Habana se respira tranquilidad,
quizás demasiada, así que preguntar sobre el futuro es como meter el dedo en
la llaga. Cierra los ojos y piensa en el mañana, cinco años más, piensa en
ti y en los tuyos, en las calles...
Lilian, una joven estudiante de Derecho a la que abordamos en la Plaza de
Armas de la Habana Vieja, nos cuenta que estará haciendo el servicio social
(un trabajo de tres años en la comunidad con el que los estudiantes pagan
sus estudios) y que después le gustaría estudiar Relaciones Internacionales.
Se ve con sus amigos, todo normal. ¿Pero, no ves ningún cambio en el país?
«Veo una Cuba más conocida en el exterior, con más relaciones». Hace unos
meses, la gente habría contestado de todo, porque no se sabía qué iba a
pasar: «La gente tuvo mucho miedo, pero ahora se ha demostrado que los que
están ahí, ya sea Raúl o quien sea, siguen con las mismas ideas», asegura
con voz temblorosa. «Fidel sembró las ideas y son nuestras, así que nadie
nos puede decir lo que tenemos que hacer, ni España ni Estados Unidos»,
termina con lágrimas.
Visitamos el museo de la Revolución. Allí está Juanita (48 años) celadora de
una de sus salas. Nos habla de sus hijos: «Los veo en bonitos apartamentos
con sus familias». Al otro lado de la isla, en Santiago de Cuba, Clarita,
una ama de casa de 58 años, nos da la misma respuesta: «Lo veo todo igual,
uno piensa en los suyos, que todo esté mejor».
Nuevamente en La Habana, en el antiguo barrio de lujo Miramar, Eulogio,
parquero de 63 años, se muestra algo incómodo y contesta rápido: «Veo mucho
progreso, mucha felicidad...». A continuación añade: «Y el partido bien, muy
bien». Tres personas de edades próximas a Eulogio dan respuestas parecidas,
demasiado escuetas, casi sin pensarlas. Quizás, la pista nos la dé Eida, de
70 años, jubilada, ex dependienta de tienda de ropa, y actual arrendataria
de una casa en el Vedado, el barrio de los grandes hoteles de la Habana. Se
casó con un terrateniente norteamericano del que después se separó. «Pillé
un buen pellizco, tuve suerte». Después, la revolución fiscalizó las tierras
y se casó con un ex teniente coronel de Fidel. ¿El futuro? «Todo bien».
Somos incapaces de sacarle predicción alguna. No ve cambios y evita esa
posibilidad, incluso evade lo inevitable: «Fidel está viejo, pero camina
erguido y su tono de voz es fuerte; su familia es muy longeva: su abuela y
su madre vivieron hasta los 85 años». Pero alguna vez tendrá que morir, ¿no?
«No hemos conocido a nadie con mayor vergüenza (respeto y honradez) que él;
sin Fidel no veo nada».
Hay claramente un miedo al futuro. Ya sea por el cambio o la continuidad,
remueve en el cubano sus entrañas hasta dejarlo sin palabras. Es el caso de
Jorge, pescador de la aldea de Casilda. A causa del huracán Iván perdió su
comedor y su caballo, que nos muestra en una foto con orgullo. Tras
compartir un agradable almuerzo, le preguntamos en la sobremesa. No dice
nada. Insistimos. «No sé...» ¡Algo tendrás que ver! Se queda mudo, baja la
cabeza y sus ojos se llenan de lágrimas. Es el momento de retirarnos y
agradecerle su hospitalidad.
Sueños de cambio. Cenamos en Santiago de Cuba, en casa de Sisi y Amilka.
Todos sus comentarios y expectativas rondan en ver crecer a su hija. Por
ella, «no queremos ni podemos pensar en ningún cambio», dice Amilka. «La
gente que sueña con cambios son los que viven mejor, porque cuando tienen la
mínima oportunidad se van del país», comenta Sisi. Según ellos, el día que
Fidel fallezca, cosa que no quieren, «saldrá en la tele y ya está». Además,
nos explican que todo está controlado por los CDR (Comités para la Defensa
de la Revolución): «Es imposible hacer nada sin que ellos lo sepan». No
dudan. «Todo lo va a dejar bien atado». ¿Y Raúl? Entonces, me cuentan un
chiste: «Está Raúl junto a Fidel convaleciente en la cama del hospital
viendo la tele, y le pide el mando, a lo que el Comandante responde: '¡El
mando no te lo doy ni muerto!'» (reímos). «El cubano no está acostumbrado al
cambio. Yo llevo más de 15 años en mi trabajo, y Amilka 10; es lo que hemos
conocido, queremos que todo se quede como está», concluye Amilka.
Una de la soluciones que ve el cubano a su precariedad es, como ellos dicen,
«tener fe» o un familiar en el extranjero. Elizabeth, de Santiago, tiene
como única esperanza mandar a su marido a Miami. Y nos lo confirma con la
mayor tranquilidad del mundo, junto a su hija de 12 años, que mantiene la
ilusión en el futuro.
En medio de una paradisíaca playa cerca de Baracoa, encontramos a Rogelio,
de 38 años. Ex boxeador, retirado por el ron y una lesión en el tobillo,
anda de arriba abajo vendiendo a los turistas un coco, una langosta... «Aquí
no va a pasar nada, todo seguirá igual. Nadie intentará atacarnos». Pero si
alguien se atreviera a hacerlo, como pronunciara Antonio Maceo en
1884 –«quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo
anegado en sangre, si no perece»–, anuncia orgulloso que «encontrará polvo y
un charco de sangre». «Me pueden encontrar en esta playa; aquí estaré»,
prosigue.
En referencia a otros boxeadores que se fueron de Cuba y ahora son
profesionales en EEUU, dice que esto no lo deja por nada. «¿En qué país
podéis estar como estamos ahora aquí en la playa?», pregunta. Le comento la
enfermedad de Castro. No vacila: «Lo ha dejado todo bien preparado: si no
esta él, está Raúl, y si no los comandantes de la Revolución. Fidel es el
padre de la patria, después de Jesucristo fue quien puso el orden en el
mundo». En esta zona selvática la gran mayoría habla en los mismos términos:
no quieren ni pensar que le ocurra algo, les da verdadero terror que algo
pudiese cambiar.
En el barrio habanero de La Lisa, las pancartas rezan «queremos cambio»,
según Wilson, guía ocasional de 35 años en Baracoa. Él sí los ve. No sabe
cómo, pero en cinco años espera poder viajar como nosotros lo hacemos a
Cuba. Volvemos a las afueras de La Habana, en concreto, a Alamar. Sus
edificios rusos nos recuerdan a las barriadas marginales de cualquier ciudad
europea, aunque su estructura social es bien diferente: la ausencia de droga
y delincuencia es una prueba de ello. Allí entrevistamos a Yaisué y a su
madre Terina.
Yaisué, que tiene 32 años, nos cuenta un refrán: «Lo que tiene principio
tiene final, y el muñeco de arcilla nunca cae sin dejar de existir». Y nos
habla de un año fúnebre, de guerra e intervenciones militares, además de una
apertura económica. También nos predice un futuro dentro de cinco años:
«Habrá una sola moneda, posiblemente desaparezca la nacional y se quede el
cuc (peso cubano convertible)». En su opinión, «esto evitará tantas
diferencias sociales como las que se ven ahora (un cuc son 25 pesos cubanos,
el sueldo medio ronda los 300 pesos; alguien que trabaje en el sector
turístico puede ganar en un día en propinas más de 10 cuc)».
A Terina, de 54 años, le da miedo tan sólo pensarlo. No quiere imaginarlo.
Tómate tu tiempo, inténtalo; cierra los ojos y parece entrar en trance. «Veo
guerra». Abre los ojos y sigue: «Yo soy del partido, pero sé que la media de
edad de los dirigentes es de 65 años; la gente joven no piensa así, por eso
creo que no va haber continuidad y no veo otra solución más que la guerra».
Esta predicción concuerda con la de Alejandro, que a sus 21 años estudia
Filosofía de la Universidad de La Habana. «Veo cambios a mejor porque peor
no se puede estar: hay mucha represión y no hay libertad de expresión.
Guarda silencio mientras alguien sube las escalinatas donde nos encontramos.
«De todas maneras», continúa, «conociendo el país, que es tropical, pienso
que podrá haber una revuelta». La voz la tiene entrecortada y no para de
mirar a un lado y a otro. «Si no cambiase esto, me iría a Miami con mis
tíos». Sus ojos le brillan.
Estos jóvenes han conocido Cuba en una década difícil (1990-2000). No han
visto otra cosa que restricciones y crisis ante un bloqueo internacional.
Tal vez por eso, más que pensar en el futuro lo sueñan: «Me veo en un yate
tomando cervezas con los amigos», dice Alejandro, un estudiante de
Informática de 21 años.
«Aquí el deporte nacional no es el béisbol sino el robar», comenta Pepe, un
plomero (fontanero) de 45 años. «Cobramos en pesos y compramos en divisas,
esto no se puede explicar; aquí todo va por la izquierda, el fallo fue
cuando el Gobierno quiso controlar hasta al pequeño comerciante». Cierra los
ojos... «Lo veo todo cambiado, con más luz y brillo. El Comandante anda mal.
Aquí todos somos fidelistas; si él desaparece, el sistema no aguanta. Con él
se acaba todo». Después me habla de su visita a España. Ver drogadictos a
las cinco de la madrugada por la Castellana le resultó algo curioso: «Aquí
difícilmente verás un problema de drogas; y, aunque el hambre es compartida,
como se vive aquí no se vive en ninguna parte, eso lo sé yo que tengo una
hermana en Miami y otra en Madrid. Pero esto no da para más». Me señala una
pared verde: «¿Ves el color ése de ahí? Pues hace 30 años tenía el mismo
color».
Continuidad o cambio. Parece que eso lo tienen claro. Cómo será lo uno o lo
otro es lo que les paraliza. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
afirmaba hace poco que el Comandante está en Sierra Maestra luchando por su
vida. Sin él, ¿quién tirará la primera piedra?
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