Wednesday, June 20, 2007

Una solución a la cubana

Publicado el miércoles 20 de junio del 2007

Una solución a la cubana
NICOLAS PEREZ

Han nombrado a Robert Menéndez vice chairman de la campaña de Hillary
Clinton. El Partido Republicano tiene dos dirigentes ilustres: el
secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, y el senador Mel Martínez,
ambos ocupando posiciones claves en el gobierno de George Bush. Están
Ileana Ros y Lincoln Díaz-Balart con influencia en el Congreso. La
pregunta es: ¿qué azuquita tiene el exilio de Miami para que los dos
partidos políticos de los Estados Unidos rompan lanzas por ganarse sus
simpatías y favores? No sé, esto deben responderlo expertos como Mario
Elgarresta, Peter Bernal o Sergio Bendixen, quizás la composición de los
colegios electorales en los 51 estados y un equilibrio descomunal, de
final de fotografía, convierte a un puñado de disciplinados votos
cubanos, dentro de un estado clave como es la Florida, en la diferencia
a la hora de elegir a un presidente de los Estados Unidos.

Me siento infinitamente orgulloso de ver los logros que cosechan mis
compatriotas en la política norteamericana, el triunfo de esa elite,
aunque en ocasiones no esté de acuerdo con ella, lo siento genuina y
honestamente como propio, y es que es admirable como un puñado de
cubanitos han logrado penetrar en la entramada telaraña de Washington
hasta convertir a Miami en un issue de la política exterior norteamericana.

Lo que sí me preocupa es que la importancia de Miami en el Congreso, el
Departamento de Estado y la Oficina Oval yanqui, aparte de satisfacer
nuestro orgullo es negativa para la libertad de Cuba.

Digo negativa sin medias tintas, sin suavizar el criterio, porque deseo
señalar a rajatabla que Washington debe mantener sus manos fuera de
Cuba, ya que aun cuando amo a este pueblo y simpatizo con su democracia,
sistema judicial y libre empresa, cada vez que un cubano, de modo
individual o colectivo, trata de llegar a concertaciones con Washington
o alguna de sus agencias sale con el trasero chamuscado. Desde que en
1898 se voló el acorazado Maine y se inició la Guerra Hispano-

Americana hasta el día de hoy, del Tratado de París a la fecha las
injerencias de los Estados Unidos en los asuntos cubanos, a vuelo de
pájaro, no han sido positivas para nosotros, a saber: la Enmienda Platt,
insolentes intervenciones, el apoyo al régimen de Batista, las
zancadillas a la lucha anticastrista con ese afán demencial de la CIA
por controlar Bahía de Cochinos, la clandestinidad y el glorioso Escambray.

Actualmente persisten en el error de mirarnos como sus aliados
incondicionales. Existe una Comisión Norteamericana para una Cuba Libre
que nos advierte qué hacer y no hacer, qué nos dan o nos quitan si damos
un paso de conga o bailamos un bolero. Habrá sido redactada con la mejor
buena fe del mundo, no me cabe duda y lo digo sin una gota de cinismo,
pero ¿qué quieren?, es una falta de respeto a nuestra soberanía.

Todo gobierno norteamericano que desee hacer algo por la libertad de la
isla no tiene que andar ni inventando la pólvora ni rallando la yuca.
Olvídense de esa estafa que es el levantamiento del embargo o las
sanciones a La Habana, con lo cual nos tienen más dormidos que
Blancanieves a la espera del beso de un príncipe. Seamos realistas, si
el gobierno norteamericano quiere hacer algo por Cuba no tiene que armar
tanto lío, y dar dos pasos: uno, lograr que Radio y Televisión Martí
entren efectivamente en la isla, algo que no han logrado los últimos
presidentes norteamericanos porque no les ha dado la realísima gana, ya
que decirnos que las señales de los medios informativos de la nación con
más poder económico y sofisticada tecnología del mundo no puedan entrar
en un país situado a 90 millas es una falta de respeto a los tres dedos
que tenemos de frente. Dos, Washington debe facilitar que este exilio
(es un deber nuestro, no de ellos) pueda ayudar de manera directa y sin
trabas a la oposición interna. Miami tiene poder económico para, sin una
gota de esfuerzo y sin ayuda norteamericana, mantener a la disidencia
dentro de la isla.

Por último, sobre el cambio en Cuba estamos muy viejos para seguir
soñando con cuentos de hadas. Cuando llegue no va a ser a través ni de
una invasión norteamericana ni de un levantamiento popular ni de un
golpe de Estado, sino siguiendo el ritmo de la historia de estos
tiempos, como en España y Chile, Nicaragua y casi todos los países de
Europa del Este, por una concertación de inteligencias entre los que
gobiernan y su oposición, a través de conversaciones civilizadas.

El gobierno de Cuba tiene dos facciones: una visible, el búnker, cuyo
objetivo actual es lograr negociar directamente con el gobierno de los
Estados Unidos, tratando de dejar fuera del juego a una incómoda
oposición a través de un nuevo Tratado de París. Y sin intentar
vaticinar, en germen o a punto de germinar, dormida o despierta, en los
mandos intermedios o en el mismo núcleo del poder, hay de cañón una
facción invisible y moderada en La Habana, con los pies sobre la tierra,
que preferiría pactar con la disidencia y un exilio que nada tenga que
ver con Washington, es decir, a buen entendedor pocas palabras, ni con
republicanos ni con demócratas, porque se trataría de echar a andar una
carreta rechinante entre surcos de caña y celebrar un banquete de
congrí, yuca y chicharrones de puerco al pie de la guardarraya, a la
sombra de una ceiba, solamente entre cubanos, que es la única forma de
lograr una reconciliación nacional sin que corra una gota más de maldita
sangre.

nicop32000@yahoo.com

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/55440.html

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