Thursday, June 28, 2007

La muerte que no llegó a tiempo

Publicado el jueves 28 de junio del 2007

La muerte que no llegó a tiempo
VICENTE ECHERRI

Si hay algo lamentablemente escandaloso en los planes de la CIA de
asesinar a Fidel Castro --según revelan los documentos que acaba de
sacar a la luz esa agencia de espionaje-- es la ineptitud o la torpeza
responsable de su fracaso. La eliminación del líder cubano, como paso
previo a la destrucción de su régimen, antes de que éste arruinara a
todo un país, envileciera a una nación entera y se convirtiera en un
gigantesco incordio mundial, no sólo habría sido un acto de sabiduría
política, sino también de profilaxis internacional en beneficio de la
civilización occidental y de la raza humana. Pocas veces la CIA habría
hecho algo tan ''justo y necesario'', aunque se valiera de la mafia.

La supervivencia de Castro y de la revolución cubana (que no consiste en
ningún sueño malogrado de transformación social, como siguen pensando
algunos incluso en esta orilla, sino en la violenta imposición de la
canalla) ha sido tan nefasta para el pueblo cubano y tan agresora del
orden global encarnado por Estados Unidos que pocos errores tan graves y
costosos podrían apuntársele a este país a lo largo de toda su
existencia. ¡Cuántos crímenes, cuántas prisiones, cuánta ruina, cuántas
acciones terroristas se le habrían ahorrado a la humanidad si un balazo
o una cápsula de cianuro hubiese interrumpido a tiempo esa vida nefasta!

Sin embargo, aunque el gobierno norteamericano contemplara la aplicación
de este recurso y diera su visto bueno a la CIA para que lo llevara a
cabo, el plan que se desprende de los documentos oficiales revelados
esta semana muestra una gran improvisación e ineficacia, indigna de la
fama que alguna vez respaldara a la todopoderosa ''compañía''. Confesar
que la CIA quiso matar a Castro y que, gracias a unas ridículas
desconexiones, este proyecto fracasó y Castro sigue vivo y en el poder
casi medio siglo después es, sin duda, un oprobio.

El resultado más repugnante de este fracaso es comprobar que la sola
tenencia del poder durante todo este tiempo --sin ningún otro aporte,
logro o cualidad que lo justifique-- puede otorgarle legitimidad, en
opinión de algunos, a un gángster crapuloso, a su camarilla y a sus
vástagos. Cuando aquí y allá se oyen opiniones que recomiendan
''reconciliación'' y ''diálogo'' para resolver el problema de Cuba, la
idea que respalda tales pronunciamientos es la de la previa concesión de
legitimidad al castrismo sin más razón que su mera supervivencia. Aún
somos muchos los cubanos que seguiremos rechazando esa propuesta --y que
seguiremos pidiéndole a Washington que la rechace-- porque conlleva,
precisamente, el reconocimiento de un orden espurio que se impuso en
nuestro país por engaño y por fuerza y que por esos mecanismos se mantiene.

Este punto, creo yo, marca la gran cesura que divide a los que opinamos
sobre Cuba y, fundamentalmente, a los que opinamos desde el exilio
cubano, al extremo de que todo el discurso a ese respecto puede
reducirse a una simple contradicción entre los que creen que la
revolución es un orden legítimo o que ha llegado a legitimarse gracias
al tiempo (si bien distorsionado, traicionado, manipulado, etc., por
Castro y su pandilla), a partir del cual debemos trabajar hacia
cualquier proyecto nacional del futuro; y los que creemos que se trata
de una imposición ilegítima que debe ser barrida y suplantada, aunque
para ello sea menester la ayuda de terceros. Para estos últimos, el
método que la CIA contempló y desechó hace más de cuatro décadas habría
sido el más pertinente y expedito. Tal vez, como el propio Castro
repetía no hace mucho, ''las ideas no se matan'', pero ciertamente se
atenúan bastante cuando sus genitores mueren a tiempo.

© Echerri 2007

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/58876.html

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