Liko Pérez
Analítica
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Fidel Nuñez
Analista
Jefe de Buró
Latinoamerica
Dept de Investigaciones
La Nueva Cuba
Marzo 23, 2007
El ex Primer Ministro de Suecia, hoy Ministro de Relaciones Exteriores,
Carl Bildt, ante la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, en
Ginebra, se expresó sobre la ausencia de democracia en países como Corea
del Norte, Zimbabwe y Cuba, entre otros.
La respuesta del régimen cubano no se hizo esperar (según Bildt a causa
de las acuciantes necesidades del régimen de la isla de limitar los
contactos con las fuerzas que trabajan por los derechos ciudadanos en
ese país). De esta manera, el embajador cubano ante las Naciones Unidas,
Juan Antonio Fernández Palacios, en una reacción virulenta y atípica a
los usos diplomáticos, manifestó que "la bota del imperialismo sueco
renacía desde su historia colonialista". Y mucho más: "que la sociedad
sueca implementaba métodos de limpieza étnica, ya que sólo los
descendientes de los vikingos disfrutan los plenos derechos de su sociedad".
A un mismo tiempo, hace una semana en Harare, el embajador sueco ante
ese país, Sten Rylander, fue llamado a consultas por el gobierno de
Robert Mugabe. La causa: el apoyo a la oposición que en momentos de
seria represión por parte del régimen de Zimbabwe, éste ofreció a los
opositores de ese país (todo esto en defensa de los derechos humanos más
elementales).
La situación de las relaciones suecas con estos países totalitarios
empeoró (sobre todo con Cuba), cuando se constata la intromisión del
gobierno cubano en las valijas diplomáticas del reino sueco. Un hecho
que ha generado irritación y consecuencias; como ha sido la de llamar al
embajador cubano en Estocolmo al Ministerio de Relaciones Exteriores
para que ofrezca algún tipo de explicación satisfactoria.
De esta manera, Suecia le recuerda a la comunidad europea que existen
límites en la interpretación de la democracia. Y que con algunos países,
obviamente, se han agotado los subterfugios que hacían posible la cómoda
actitud de una "silente diplomacia".
Por los vientos que soplan, no dista mucha jornada antes de que los
países industrializados de Europa, haciendo causa común, pongan bajo su
mira la clara tendencia totalitaria del régimen de Hugo Rafael Chávez Frías.
La globalización, hecho absolutamente inevitable en estos tiempos de
alta tecnología, va mano a mano tanto con la globalización de la
política económica, como con la globalización de la política ideológica.
Un cerco certero (o aislamiento desde el mundo civilizado), acecha
peligrosamente a una Venezuela que, imberbe en cuestiones de orden
internacional, menosprecia los sagrados principios de la comunidad
democrática; e ilusamente apuntala sus metas en las hasta ahora
in-sustentables formas europeas de actuar exclusivamente desde la óptica
del provecho económico individual.
Cosa que en esta ocasión, y gracias a la oportuna intervención de uno de
los países más democráticos del mundo, parece esclarecer (y esperemos
que hasta pueda apuntalar), una nueva y decidida actitud política ante
el rechazo democrático que implementan ciertos países.
Poder lograr identificar a toda la comunidad democrática europea con una
mancomunada solución al problema, es indudablemente una necesidad de
carácter universal; sobre todo si consideramos las implicaciones que la
misma globalización involucra.
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