Angola: muchas cosas por contar
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - De la intervención militar
de Cuba en Angola lo que se ha dicho oficialmente en la isla siempre
está ribeteado de poesía heroica. Ahora mismo, Cuba Visión está
transmitiendo diariamente un serial denominado La epopeya de Angola.
Todo es épico, pero nada dice, por ejemplo, de la forma en que las
tropas fueron trasladadas a ese distante país.
Ricardo es un marino mercante jubilado. Un hombre confiable
políticamente, y tiene, sobre la participación militar cubana en Angola,
sus recuerdos.
"Las primeras armas y soldados los llevamos en el buque Aghata. Con ese
barco sólo realizamos un viaje. Los restantes, que fueron unos cuantos,
y en los cuales participé, se hicieron en El Jigüe" -relata Ricardo.
Como es sabido, las disposiciones internacionales al respecto prohíben
el traslado de tropas en buques mercantes. Por eso los militares cubanos
tenían que ir escondidos en las bodegas.
"Las bodegas se acondicionaron para trasladar las tropas -señala el
viejo marino.- El viaje duraba entre 18 y 21 días, en dependencia de si
íbamos para Lobito, Luanda, Cabinda o Mossamedes. Era imposible que
aquellas personas estuvieran todo el tiempo como carga sin vida dentro
de las bodegas. En alta mar se les permitía salir a cubierta. Los buzos
lanzaban granadas al agua antes de sumergirse para mantenerse en forma,
y ver si no había nada anormal alrededor del buque. En uno de los viajes
un buzo estuvo más tiempo del debido con la granada en la mano, y le
explotó. Le destrozó la mano y parte del brazo. Hubo otros militares
heridos. Por suerte siempre iban médicos con las tropas".
Los barcos mercantes cubanos no sólo llevaban tropas; también
trasladaban enfermos y heridos de un puerto a otro. "En una ocasión
-continúa Ricardo- se nos murió abordo un joven que estaba enfermo. Lo
recogimos en Mossamedes para llevarlo a Luanda. Estábamos a la espera de
que se nos autorizara el muelle para atracar, cuando el joven murió.
Botaba sangre por la boca, la nariz, los oídos. Este caso lo recuerdo
mucho porque ese muchacho siempre estaba preguntando por mí en el barco
porque me parecía a su padre".
Del puerto de Luanda el marino recuerda:
"Estábamos atracados y un barco soviético pidió permiso para entrar. Las
autoridades portuarias le informaron al capitán que tenía que esperar.
Pero los soviéticos decidieron entrar de todas formas, y empezaron a
lanzar a ambos lados del buque un montón de cuerdas y aparatos, y
entraron sin práctico. En ese barco traían implementos agrícolas y
armas. No quisieron entregárselas a los angolanos. Dijeron que sólo las
entregarían a los cubanos. Y así fue. No se supo qué armas eran porque
estaban bien guardadas en grandes cajas. Luego escuché que el personal
cubano las utilizó una vez y decidió devolverlas porque el daño
colateral que ocasionaban era demasiado grande".
Ricardo sirvió durante más de tres décadas en la marina mercante cubana.
Ahora recibe una pensión mensual de 230 pesos (unos diez dólares). Para
subsistir, Ricardo vende ilegalmente dulces caseros en las esquinas del
barrio donde reside.
Sobre Angola tiene un deseo. Que se escriba la verdadera historia de la
guerra de Cuba en ese país africano. Asegura que de Angola hay muchas
cosas por contar.
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