Friday, December 01, 2006

La Sociedad Civil en su laberinto

OLITICA
La Sociedad Civil en su laberinto

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - El factor principal para
la transición democrática en Cuba resulta ser la pieza más difícil de
colocar sobre el tablero político. La Sociedad Civil cubana es raquítica
e incipiente, pero existe. Quizás no en sus formas ideales, pero subyace.

Para los que no creen en la Cuba real, la institucionalidad política
cubana en 1959, a 57 años del establecimiento de la república, con sus
altas y sus bajas, fue más efectiva que la de los emblemáticos Estados
Unidos en igual periodo y tiempo histórico. En 1846, a 57 años de la
independencia de las Trece Colonias, el panorama de corrupción e
irrespeto a los valores ciudadanos y las tensiones sociales no resueltas
desembocaron años después en una cruenta guerra civil.

John Brown y Antonio Guiteras se dieron la mano en sus atentados contra
la ley, en defensa de sublimes ideales. Todo a partir de discutibles
métodos revolucionaristas.

La dictadura militar castrista, aun y cuando concuerda en sus rasgos más
característicos con los modelos totalitarios más corrientes, tiene sus
elementos personalizadores. Con antecedentes de teleologías
nacionalistas de destino manifiesto, estos, a la larga, son definitivos
para cualquier evaluación sobre el terreno.

La élite de poder en Cuba se caracteriza por el miedo que infunde. Más
allá de esto y con un peso específico quizás mayor, está el miedo que
padece. Es esto lo que determina el sello característico de su estilo
dictatorial. El miedo de esta élite no está orientado a un eventual
movimiento opositor en el poder. Tampoco incluso a los emigrados de
Miami, o los propios Estados Unidos: se temen a sí mismos.

Temen a sus marginados, a los que se viraron, a los que fueron ayer y
hoy no son. Es por esto que siempre han sido remisos al fortalecimiento
de una Sociedad Civil, que los excluiría. Una emergente Sociedad Civil
que si bien no los odia del todo, no confía en ellos, les desprecia, no
les respeta, pero les teme.

La Sociedad Civil (SC) es el conjunto de individuos que crea riqueza,
pensamiento y belleza al margen de las estructuras formales de gobierno.
Está compuesta por los que quieren vivir mejor y continuamente hacen
algo para ello. Siempre fue así, desde los vegueros que se sublevaron
contra el estanco del tabaco, hasta los cuentapropistas que burlan con
ingenio al fisco castrista de nuestros días.

La SC es estos cuentapropistas reprimidos, los creyentes que persisten
en su fe y la profesan sin permiso, los que sueñan, componen y escriben
en la intimidad de sus habitaciones. Sin ser propiamente el pueblo, son
lo mejor que este puede aportar.

No es razonable, (aunque sería ideal) pedir a la SC que se manifieste en
las actuales circunstancias. Aun y cuando resulte imprescindible para
una eventual transición democrática, su momento estelar llegará cuando
estén creadas las condiciones para ello. La asfixiante atmósfera
represiva que vive la Isla no es el condicionante adecuado para que una
exitosa SC se manifieste.

Una transición armónica y pacífica a la democracia es impensable en
estas condiciones. Los actores sociales están distanciados y el
antagonismo entre ellos resulta insalvable, al menos por el momento. El
factor aglutinante en la sociedad cubana actual es la presión ejercida
por la minoría gobernante sobre la mayoría.

La SC cubana se entrena desde hace mucho en subvertir leyes injustas.
Está basada en un entramado de personas que comercian, crean y
construyen siempre al margen y en ocasiones en contra de lo legal.

La constituyen además, sectores intelectuales y académicos entrenados y
envilecidos en todas las artes del mentir. Estos sectores fueron
herederos de una teleología revolucionarista de corte nacionalista, con
un mesiánico y discutible destino manifiesto. Esto a la larga les
maniató y les convirtió en comisarios en unos casos y en otros, en viles
delatores.

La clase gobernante, por su parte, no se siente en posesión del mérito y
el talento que otorgan la imprescindible legitimidad. Los tiros y las
bombas, no crean una base institucional para ello. De ahí su carácter
egoísta y excluyente. De ahí su temor al cambio.

El voluntarismo en su accionar y el sentido de vendetta que ha
caracterizado los cambios internos de las últimas cuatro décadas, han
abonado un fértil campo para los resentimientos y los presagios de
crueles ajustes de cuentas por venir.

El gran culpable de todo este alucinante escenario ha sido, sin duda
razonable, Fidel Castro. Su reciente distanciamiento de la escena
política marcó un compás de tensa espera que ya salió del límite de lo
razonable. Está ausente para asumir sus responsabilidades, pero mantiene
una ominosa presencia que impide el desarrollo de cualquier solución
eventual a la crisis.

La sombra de los prósperos ausentes, desde los exilios y el crecimiento
de una exitosa inteligencia cubana en la diáspora, hacen un aporte aun
más inquietante a todo este paisaje. La superposición de las Cubas
inventadas y nacidas de la añoranza, sobre la Cuba real, sumado a los
encuentros y desencuentros a partir de estas ópticas encontradas,
incrementan aun más la indefensión de la SC cubana.

No olvidemos que a pesar de la triste condición en que debe moverse, la
Sociedad Civil es la llamada por la historia y la razón a preservar los
cambios y la institucionalidad de la república que vendrá. Esto cuando
la libertad y el cambio se conviertan en hechos a duras penas
consumados, pero irreversibles.

jgonzafeb@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/y06/dec06/01a7.htm

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