Por la unidad cubana
Lic. Oscar Espinosa Chepe
Bitácora Cubana, 30 de noviembre de 2006 - La Habana
– El fraccionamiento de la sociedad cubana es uno de los aspectos más
tenebrosos y sórdidos de estos casi 48 años de totalitarismo en Cuba,
realizado por el gobierno para doblegarla e imponer su poder absoluto.
Una nación que durante años se caracterizó por ser destino de oleadas de
emigrantes procedentes de diversas áreas geográficas, se convirtió en
fuente de personas que dejando atrás todas sus pertenencias huyeron, y
continúan huyendo, en busca de la libertad y la prosperidad negadas en
su tierra.
Hoy, la quinta parte de los cubanos ha sido desarraigada y vive en el
exterior, esencialmente en Estados Unidos, donde han sido recibidos por
una sociedad que les abrió sus brazos y donde constituyen una de las
comunidades más exitosas.
El objetivo del totalitarismo ha sido eliminar por la vía del exilio a
los sectores poblacionales más apegados a los conceptos democráticos y,
a la vez, mostrarle a los demás el destino que podrían tener en el caso
de que presentaran algunas ¨veleidades…¨: el destierro, práctica
utilizada profusamente por los colonialistas españoles contra los
patriotas cubanos en el Siglo XIX.
Por supuesto, ese correctivo social no ha sido el único. Se ha combinado
con la expulsión del trabajo a los inconformes, la conversión de las
personas rebeldes en ciudadanos de tercera clase, y, para los más
osados, las cárceles y… el paredón.
Por ello, resulta contradictoria e incomprensible la política de Estados
Unidos, implantada en el 2004, de limitar las visitas de los cubanos a
un término de cada tres años. Esa decisión viene como anillo al dedo a
los intereses del totalitarismo, que en todo momento hace los mayores
esfuerzos para limitar las influencias externas sobre quienes vivimos en
el archipiélago.
Indudablemente, la separación de los cubanos, además de tener
consecuencias muy negativas desde el punto de vista afectivo, priva de
las experiencias de nuestros hermanos a quienes estamos en el país, y
reduce la corriente de ideas promotoras del cambio en Cuba.
Se ha dicho, con mucha razón, que el exilio desempeñará un papel
importante en la reconstrucción del país en la etapa post-totalitaria,
que indudablemente llegará. Esto es absolutamente cierto y no sólo por
los recursos que podría aportar, sino por los conocimientos acumulados
en materia de gestión económica, las posibilidades de transferir
tecnología avanzada y, lo más relevante, por las vivencias obtenidas
durante tantos años de estancia en una nación identificada a escala
planetaria por sus altos valores democráticos.
En nuestro gran vecino del norte hay compatriotas que han alcanzado
elevados niveles en la política. Cientos de intelectuales
cubanoamericanos hoy se desempeñan como profesores en los distintos
niveles de la educación y son numerosos los destacados en el ámbito
cultural; no escasean los hombres de negocios triunfadores en la
competitiva sociedad norteamericana, demostrando el valor de nuestra
estirpe, cuando están presentes las oportunidades. No pueden ser
ignorados tampoco nuestros deportistas que con sus éxitos nos hacen
sentir tan orgullosos.
Por ello, al mismo tiempo que estamos seguros de la participación de la
diáspora en la reconstrucción nacional, consideramos que no hay que
esperar que llegue ese momento, sino que desde ahora nuestros
compatriotas deben participar activamente junto a quienes residimos en
Cuba en el proceso de transición que ya está en marcha, fundamentalmente
en la mente y el alma de los ciudadanos.
Para eso, necesitamos los contactos más estrechos posibles, que
precisamente las actuales prohibiciones no facilitan, sino obstaculizan.
Hoy que en Cuba se están produciendo reacomodos en las estructuras de
poder, consideramos que la participación del exilio es todavía más
urgente e importante.
Por tanto, ayudaría extraordinariamente la disposición del gobierno de
Estados Unido a cancelar las prohibiciones y sustituir esas regulaciones
por una política destinada a promover los contactos de los cubanos de la
isla con los que viven en el exterior en todos los campos: académico,
científico, artístico, cultural, deportivo y, sobre todo, humano. Hecho
que, además, facilitaría la ayuda familiar.
Esperamos que un día no muy lejano nuestros hermanos de todas las
esferas, desde el más humilde hasta el más célebre, compartan en
actividades conjuntas de aquí y de allá, sin importar raza, creencias
religiosas o ideas políticas, únicamente identificados por la condición
de ser cubanos. Como dijera Martí a Néstor L. Carbonell en memorable
carta, hace precisamente 115 años: "La oportunidad magnífica de vernos,
de hablarnos, de poner juntos los corazones, no debemos desaprovecharla:
hay que crear…¨.
Lic. Oscar Espinosa Chepe, Economista y Periodista Independiente
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3429
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