Sociedad
La epidemia fantasma
Puertas adentro continúa el silencio sobre el dengue, mientras se
extiende el criterio de que pudiera ser otra patología de origen foráneo.
Leonardo Calvo Cárdenas, Ciudad de La Habana
miércoles 1 de noviembre de 2006 6:00:00
Los medios informativos nacionales dieron cuenta de que, al finalizar el
mes de agosto, se efectuó una "reunión nacional de chequeo de la lucha
antivectorial". Es la manera de decir en el lenguaje eufemístico
administrativo que el gobierno pasa revista a la marcha de la intensa
campaña que trata de librar en todos los frentes, y con todos los
recursos a su alcance, para detener la agresiva y extendida epidemia de
dengue que, según trascendidos imposibles de confirmar, ha significado
miles de enfermos, algunas decenas de fallecidos y una alerta sanitaria
generalizada.
La reunión fue presidida por el miembro del Buró Político Carlos Lage
Dávila —a la sazón, uno de los ungidos por la proclama del 31 de julio—,
vicepresidente del Consejo de Estado y secretario ejecutivo del Consejo
de Ministros, acompañado por funcionarios de varios sectores y niveles
del partido (único) y el gobierno. Según la reseña transmitida por la
televisión nacional, en el cónclave no se mencionó la palabra dengue, ni
se ofreció información estadística sobre sus incidencias.
No es primera vez que el país se ve golpeado por este flagelo viral, que
de manera intermitente incide en los cubanos desde que en 1981 la
enfermedad cobró más de un centenar de vidas. En aquella ocasión, el
hecho sí tuvo una amplia cobertura propagandística, en tanto las
autoridades cubanas acusaron a los servicios de inteligencia de Estados
Unidos de introducir el virus en la Isla.
A pesar de que la dirección del país persiste en no reconocer y declarar
la crisis sanitaria que afecta fundamentalmente a Ciudad de La Habana y
Santiago de Cuba, la dimensión y alcance de la movilización actual
sugiere que es la peor de las epidemias que hemos sufrido.
Los 'mejores' incapaces
La persecución del mosquito Aedes Aegipty, transmisor de la enfermedad,
es tan feroz como el mutismo oficial que cunde sobre la existencia de la
peligrosa dolencia: la fumigación manual y mecanizada en los recintos
cerrados, y motorizada y aérea en los espacios abiertos, es escena
cotidiana en las localidades más sensibles desde que comenzó la campaña.
A ello se agregan varios niveles de supervisión, que van desde los
trabajadores habituales de salud pública, pasando por los "combatientes"
del Ejército Juvenil del Trabajo —brazo laboral y mano de obra bien
barata de las Fuerzas Armadas—, alumnos de la enseñanza media,
estudiantes de medicina, trabajadores sociales, hasta los miembros y
funcionarios del partido en sus diferentes niveles.
A todo lo anterior se agregan multas de monto considerable para los
ciudadanos que incumplan las directivas de la cruzada, y se habla
incluso de allanar las viviendas cerradas en el momento de la atención
antivectorial.
Dando muestras del poco espíritu autocrítico que caracteriza a la élite
gobernante, el vicepresidente Lage se prodigó en elogios para el sistema
de salud de la Isla, puesto que, dijo, "Cuba es el único país del mundo
que puede controlar por tiempo considerable al insecto transmisor y sus
terribles efectos".
El alto dirigente trasladó nuevamente toda la responsabilidad a los
ciudadanos, orientó hacer un análisis de las causas de esta crisis y
exhortó a "ganar la batalla una vez más".
El doctor Lage no se preguntó por qué, si somos los mejores —en esto
también—, cada cierto tiempo el país vive agobiado por esta enfermedad,
que las autoridades, sus voceros y funcionarios de cualquier nivel no se
atreven a mencionar para evitar la alarma, según ha dicho alguno.
Lo insólito es la realidad cubana de hoy: una epidemia, hasta ahora
incontrolable, cobra vidas humanas y amenaza con extenderse como azote
letal por todo el territorio, sin que las autoridades se dignen a
reconocerlo públicamente y dar información amplia y transparente, lo
que, junto a las acciones de prevención y saneamiento, sirve para
enfrentar con posibilidades de éxito una crisis epidemiológica.
Ellos prefieren el rumor
¿Cómo es posible que no se informe a la población que el mosquito
transmisor de la enfermedad innombrable operó una mutación biológica que
ahora le permite incubar sus larvas en agua no limpia —según aseguró una
funcionaria del Partido Comunista en el municipio Habana Vieja mientras
se encontraba en labores de supervisión—? ¿Acaso los gobernantes dan
tanta importancia a su imagen que pueden ocultar y manipular con tan
pasmosa tranquilidad una verdad que reviste importancia capital para la
salud de los ciudadanos?
El vicepresidente Lage no va a admitir que la población es vulnerable a
una epidemia avisada, porque los poderes locales (gobiernos provinciales
y municipales) y sectoriales (autoridades de salud pública a todos los
niveles) deben permanecer inermes e impotentes ante los peligros y retos
—parálisis que llega incluso a la prohibición absurda e irresponsable de
diagnosticar la enfermedad— en espera de que el poder central decida
actuar, movilizar a todos, disponer recursos y poner en tensión los
mecanismos políticos, estructurales y propagandísticos para enfrentar el
azote epidemiológico.
Entonces será demasiado tarde, como indican la sucesiva aparición de
focos de incubación del vector y los varios municipios y barrios que
padecen altos niveles de infestación. De hecho, el alto liderazgo parece
preferir alimentar el rumor y la incertidumbre, antes que asumir sus
responsabilidades e informar a los ciudadanos.
Estamos además, con esta epidemia silenciada pero incontrolable, pagando
caro los tantos años de desidia administrativa que han hecho pobre,
deteriorado e insuficiente el sistema de acueductos y las redes
fluviales del país, lo cual obliga a miles de familias a acumular agua
para el consumo, caldo de cultivo natural y extendido del peligroso vector.
Por otra parte, si existiera una mínima transparencia informativa sería
imposible esconder el hecho de que varios de los principales y mayores
focos de reproducción del dañino insecto se han encontrado en recintos
pertenecientes a entidades estatales. Por sólo citar un ejemplo, la
deplorable condición higiénico-epidemiológica de la Universidad de La
Habana y del Centro Universitario José Antonio Echeverría (CUJAE) ha
requerido una atención especial.
En el caso de esta última entidad educacional, ha generado un
ilustrativo reportaje televisivo que demostró la incapacidad de las
autoridades institucionales para enfrentar y resolver los problemas
descritos.
Improvisando
La manipulación y el silencio irresponsable de las autoridades aumentan
la inseguridad sanitaria del país y alimentan la incertidumbre, el rumor
y la especulación sobre la enfermedad, sus causas y consecuencias.
Al apreciar las complejidades sintomatológicas, así como lo dilatado e
incontrolable de una enfermedad tan conocida en el país, se extiende
entre la ciudadanía el criterio de que pudiera ser otra patología de
origen foráneo —acaso malaria o paludismo—, presumiblemente introducida
por los miles de latinoamericanos que en los últimos años han arribado
al país para recibir atención médica o instrucción académica.
De cualquier manera, es ilustrativa y alarmante la atención que presta a
la epidemia el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri (IPK), entidad
especializada en la investigación de enfermedades exóticas o
desconocidas. La "participación" del IPK ha llegado al punto inédito del
ingreso de pacientes graves en esa institución.
La lucha contra la enfermedad se ve afectada además por las dificultades
y carencias que aquejan el sistema de salud cubano: en las últimas
semanas hemos visto hospitales que no dan abasto para asimilar a los
enfermos, escuelas convertidas en centros provisionales de reclusión
médica, un déficit de facultativos —miles desandan otras latitudes— que
ha llevado a estudiantes de cuarto año a realizar la guardia nocturna en
las instalaciones que acogen a los pacientes en estado más crítico; a lo
que se une la insuficiente disponibilidad de colchones y mosquiteros,
así como las deplorables condiciones para la hospitalización en algunos
lugares.
Una vez más, ahora como nunca antes, el dengue —o lo que sea— se ha
convertido en un azote epidémico que parece difícil de detener. Pero en
esta ocasión no se puede achacar la crisis a una "artera agresión
enemiga". Es evidente que la atrofia estructural, la desidia
administrativa y la irresponsabilidad política que caracterizan el
sistema condenan a la sociedad cubana al retraso y la inmovilidad ante
fenómenos como éste, que ponen en peligro la estabilidad y bienestar de
todos los cubanos.
Ha transcurrido más de un mes desde aquella reunión de chequeo y todavía
está por ver si La Habana se decidirá en algún momento a tributar a la
verdad y sus responsabilidades. De momento, se ha limitado a comunicar a
la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la existencia de la
epidemia, aunque ha evitado precisar el número de muertes. Pero eso ha
sido puertas afuera.
No es ocultando la realidad, ni aumentando el paternalismo y la
represión como se puede enfrentar la crisis actual, y las que están por
venir. Por muy intensa que sea la campaña y altisonantes los cantos de
victoria, cuando termine este capítulo de la saga anti-Aegipty la
sociedad cubana, víctima de las carencias éticas del poder, seguirá
indefensa y desamparada frente a nuevas epidemias y desgracias.
URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/la-epidemia-fantasma
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