Thursday, November 23, 2006

Antiguas monedas cubanas del siglo XIX

HISTORIA
Antiguas monedas cubanas del siglo XIX

Richard Roselló

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Cuba careció durante el
periodo colonial de una casa para acuñar monedas. En cambio dependió de
las que se imprimían en México u otras partes del continente hispano o
en España. De cualquier manera nuestras monedas se dividieron en varios
tipos y formas. Las había metálica, de cartón, en forma de cordoncillo o
redondas, e incluso las cuentas de vidrio, el cuero de res, las telas y
otros tesoros de la tierra, además de los eslabones de grandes cadenas
de oro sirvieron un tiempo de canje dado la escasez de monedas
existentes en la América española.

Lo cierto es que cada una de estos primeros tipos se componía de varias
monedas así como cada una tuvo sus fracciones correspondientes. Veamos a
un grupo de monedas que circularon durante buena parte del siglo XIX cubano.

La onza: circuló por todo el continente americano. Y se acuñaró desde la
época de Felipe III hasta Fernando VII a un valor de 320 reales. En Cuba
fue la más nombrada por su abundancia. Muchos de los seducidos que
llegaron a La Habana pensando que allí el dinero estaba botado por las
calles dio pie a una anécdota. Resulta que un hidalgo forastero de esos
que venían de España al desembarcar en el puerto, tropezó por casualidad
y por primera vez con un peso fuerte, y le dio un puntapié arrojándola a
una esquina de basura y dijo "¡Diablos ya llegan a perseguirme!".

En la Habana se les tuvo mucho cariño a las onzas, sobre todo desde que
a la plata se le quitó el valor ficticio que tenían cuando se
independizaban varios países del dominio Español. Tiempo fue que las
onzas de oro escasearon mucho, prueba que se les cuidó y trató con celo.

Las onzas pertenecieron a la aristocracia, sean estas españolas,
mexicanas, colombianas o cubanas. Llamábanse también una amarilla por
ser herederas del escudo de oro. Su valor era de 16 pesos fuertes. Pero
la onza también tuvo sus caprichos. En la aduana al llegar las
mercancías, era la primera en adquirirlo. Si iba al café, toma lo que
quiere, y sale sin pagar porque no hubo cambio. Y así, lo hace con los
cigarros fiados, solo con enseñar la onza. El tabaquero le fía porque
vio la onza, el librero le vende porque vio la onza.

Media onza (8,50 o una entera de 16 pesos) valían como el precio de un
criado doméstico. Una onza equivale a 8 doblones o 16 escudos. El doblón
(de 4,25 pesos) abundó mucho y mucho más el medio doblón (de 2,12 ½
pesos). No así el escudo que no corre en el mercado, a no ser para
repartir a los padrinos y a vecinos mas allegados. Su valor era de 12
reales, y solo sirvió para regalo en los bautismos y a la criatura una
prenda más.

El peso: Era la moneda de plata mas universal que conocieron los
habaneros, a pesar de darse mas crédito a la onza. Su unidad monetaria
estaba presente en diversos países de América y tuvo algunos valores (1
peso u ocho reales fuertes). Para saber cuánto ganaba alguien se decía
¿Qué sueldo tiene fulano? 6 onza, y Esperancejo? 25 pesos y don Juan?
4000 pesos anuales.

Antes de 1838 un peso valía 4 pesetas y hacia 1844 su valor se
estandarizó en 5. Existieron también otras clases de pesos. Al peso
además, se le llamó duro, fuerte y a la vez peso duro y peso fuerte. Era
una moneda algo grande fabricada en cobre. Con todo era muy útil para la
casa. Con ella pagabas al medico en lugar de pagarle en pesetas que era
de mal gusto. Fue también el peso un recurso para casa de donativo, la
construcción de alguna iglesia, puente, camino etcétera.

En los beneficios de teatros, era casi indispensable llevar un peso
fuerte para pagarles a los artistas que debutaban esa noche. El peso
duro sirvió en igual para jugar al tajo, tango, tangano o tanguillo los
días festivos por la tarde. Además del peso existió el medio peso pero
este, se veía muy poco.

La bula o peseta: Tuvo sus días de gloria, de abundancia y poder. Y
cuando soberana daba leyes al oro, al peso y a los subalternos. Fue
durante los siglos XVII, XVIII y XIX la señora del comercio. La que
alistaba naves que cruzaban mares y era el armador de los barcos negreros.

Ella tuvo varios nombres: isabelinas, columnarias, sevillanas e
hispanoamericana. Pero dejó de ser peseta cuando llegó a puerto
americano valiendo cinco monedas de a 0, 25 o dos reales fuertes
impuesto en Cuba por 100 más que en ultramar. En España se cotizaba un
peso en cuatro monedas de 25 reales.

La peseta desterró a los pesos bienhechores y deportó muchas infinitas
onzas. Ella por su abundancia y poder, y por la escasez de su existencia
en la Metrópolis, le declaró la guerra al oro y fomentó el contrabando.
El valor de la peseta isabelina bajo de 0, 25 a real y medio (0,05
pesos). Con la peseta isabelina se iba al café, gastaba un medio y le
devolvían un real fuerte del que iba al correo, compraba una carta a 1
real, da una bula y le devolvían medio fuerte.

La peseta o bula fue una moneda histórica y altamente conocida aunque
varió según el tiempo. Acuñada en diversos países de América española
valían 2 reales fuertes, o 5 de vellón, mientras que la provincial o
llamada sevillana, las carolinas de principios del siglo XVIII valían 2
reales sencillos o 4 de vellón.

Se ignora quién dio a las pesetas el nombre de bula, talvez su nombre
proviene de que mucho tiempo atrás costaba una peseta la bula de la
Santa Cruzada. Se piensa, además, que la bula de la Santa Cruzada
costaba 2 reales ante la guerra de España con Napoleón a principios del
siglo XIX, para la cual se le aumentó el medio que se estuvo pagando por
muchos años ¡Mejor nos inclinemos por la segunda opción!

El real: En Cuba no se valorizaban los sueldos ni las fortunas por
reales de plata como lo fue en España y eso que 1 real en Cuba valía
entre 2 y 2 ½ de allá. Se cuenta que esta pequeña moneda fue labrada en
secas de América y a principios se le llamó Carlos III con un valor de 2
reales y medio de vellón (más de 68 maravedíes). En una de sus caras
estaba el retrato del Rey. De allí, viajó a Cádiz, recorrió Sevilla,
Galicia y después retornó a Cádiz hasta 1837 en que se envió por barco a
La Habana acompañado de un grupo de pesetas y reales Sevillanas que
tuvieron cierta aceptación.

Aunque su valor era muy poco (0,10 pesos) comparado con el que tuvo en
España, aquí valía el lavado de una camisa y en Cádiz el jornal de una
buena lavandera. Allí se pagaba 40 reales (5 pesos) el alquiler de una
casa que aquí gana 4 onzas, es decir 496 reales; allí se pagaba con el
real (0,10 pesos) el afeitarse dos barbas y al llegar a La Habana los
barberos exigían una con dos personas más.

En La Habana apenas con medio real (0,5 pesos) se podía costear el
carbón para cocinar la comida. Se gastaba allí cualquier cosa: una mesa
de billar, en pagar un mandado, en darle a un negrito para que le lleve
una carta. Aquí 2 medios son 1 real y con ella se podía comprar dos
plátanos o cinco papas.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/nov06/20a8.htm

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