Sunday, September 03, 2006

Ascensores, para que?

SOCIEDAD
Ascensores, ¿para que?

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - En Cuba, muchos de
nuestros altos edificios familiares han resuelto el problema del
ascensor: se han eliminado. Ya no hay que temerle a esas cajas de acero
que pueden convertirse en cualquier momento en un ataúd.

Gabriel García Márquez los llama ascensores de miércoles, por no decir
una mala palabra. Y tiene razón. Los antiguos, aquellos enrejados que
corresponden a principios del siglo pasado, siempre me han dado la
impresión de ser jaulas humanas donde, a pesar de haber sido ventilados,
cualquiera pudo morir de claustrofobia. Los más modernos, según el
novelista colombiano, tienen timbres a más no poder y el botón más
importante, el de la alarma, según él, "sólo sirve para dar la sensación
de seguridad sin ningún fundamento".

Un poco antes del comienzo del "período especial", por los años ochenta,
los ascensores de edificios cubanos de reciente o vieja construcción
comenzaron a hacer crisis: los técnicos demoraban meses en reparar las
roturas y cualquier pieza que se solicitaba a los países socialistas
llegaba después de dos o tres años y de celebrarse decenas de reuniones
de vecinos que protestaban por la demora.

Recientemente se publicó en el periódico Juventud Rebelde un trabajo del
colega José Alejandro Rodríguez sobre numerosas quejas de personas que
viven en edificios de quince y veinte pisos en Ciudad de La Habana, y
que llevan largos años esperando por nuevos ascensores, porque los
viejos fueron desechados por la empresa que presta este servicio a la
población.

En el edificio de G y 25, en el Vedado, con más de diez pisos de alto,
suben niños y ancianos cargados de bultos y mochilas más de 250
escalones cada día. Esto ocurre desde hace algunos años. Es, me dice una
señora de ese inmueble, el esfuerzo más grande que ha realizado en toda
su vida. Ni siquiera tiene posibilidad de permutar su apartamento porque
nadie quiere mudarse a los pisos altos de los edificios por el problema
de los ascensores.

Pero éste no es el único conflicto que padecen nuestros edificios, todos
propiedad del estado. A partir de la Ley de Reforma Urbana hace 47 años,
todos quedaron a la bartola, sin ojos que velen por ellos, ni boca que
los defiendan de vandalismos y suciedades. El socialismo puso fin a sus
porteros o cuidadores y a los encargados que se ocupaban del orden, la
limpieza, el mantenimiento y la buena convivencia entre los inquilinos.

En un edificio de veinte plantas de Centro Habana, alguien puso hace
algunos años en la puerta clausurada del ascensor la oración que sirve
de título a estas líneas: Ascensores ¿para qué? Lástima que esta crónica
no la escriba García Márquez, quien le teme a los aviones tanto como a
los ascensores de las más importantes ciudades del mundo, a pesar de que
poseen hasta teléfono para pedir auxilio y botones rojos con campanitas
dibujadas.

Tremenda crónica escribiría el colombiano si se atreviera a subir, por
ejemplo, al edificio López Serrano, el primer rascacielos de
apartamentos construido en 1932 y muy parecido a los de Nueva York,
situado en la esquina de 13 y Línea, en el Vedado. Describiría mucho
mejor que yo cómo su ascensor se eleva a duras penas piso a piso,
despegando con más ruido que un cohete. Y lo que es peor, su quejumbrosa
bajada al vacío, tripulado por una anciana quien le tiemblan las manos.

Cuando aterrizamos en el bellísimo piso del vestíbulo después de un
fuerte estremecimiento del cajón metálico, miré a los pasajeros. Estaban
como si nada, acostumbrados a aquella extraña travesía en una gigante
batidora electro doméstica. Fue entonces que me sentí un bicho raro. Era
la única que aún estaba impresionada. Momentos antes había entrevistado
al coreógrafo y bailarín Ramiro Guerra en su buhardilla del piso catorce
de aquel edificio que no pienso volver a subir en los años que me quedan
de vida.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/01a6.htm

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