Monday, May 01, 2006

Cuba en el centro del huracan

SOCIEDAD
Cuba en el centro del huracán
Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Con cierta frecuencia me
relaciono con personas de otros países que se interesan por la realidad
cubana. Algunas vienen en busca de la utopía revolucionaria y terminan
asfixiadas por una visión diferente. La mayoría no comprende cómo se
sostiene un gobierno que no logra salir de la crisis provocada por la
caída del campo socialista hace más de una década. Les sorprende,
además, la ofensiva ideológica desatada por la cúpula del poder y la
participación del pueblo en actos y desfiles que ratifican una retórica
propia de los años sesenta.

No falta quienes expresan su admiración por los "logros sostenidos" en
la educación, la salud pública, el deporte y la seguridad social. Otros
deploran el excesivo control policial, la ausencia de los derechos
civiles y la represión oficial contra cualquier declaración o idea
divergente. Algunos piensan que Cuba ha cambiado y que se encamina hacia
una transición inevitable, sin reparar que los cambios sólo han servido
para apuntalar al régimen y extender la agonía en que vive la mayoría de
la población.

Si rasgamos el velo de las apariencias y penetramos en la realidad
esencial de una sociedad en la que difiere tanto lo que se dice de lo
que se hace, hay que esbozar algunas coordenadas que nos acerquen a la
situación cubana en la centuria que alborea.

Soy de los que piensan que en los últimos quince años el régimen ha
enfrentado retos que pusieron a prueba su capacidad de adaptación ante
la caída de la Unión Soviética; lo que puso en crisis toda la estructura
del país. El creciente deterioro del nivel de vida ante el cese de los
subsidios, y el miedo a perder el poder, hizo posible la adopción de
medidas internas y externas de gran trascendencia para la burocracia
inmovilista que se ha impuesto sobre la sociedad.

Las reformas internas implicaron la despenalización del dólar, la
aprobación del trabajo por cuenta propia, la apertura de los mercados
agropecuarios y de artículos artesanales e industriales, así como el
sistema de tiendas en divisa. Tales medidas y otras relacionadas con la
entrega de tierras estatales marcharon parejas con nuevas normativas
burocráticas y de control sobre los ciudadanos.

En el plano externo la apertura fue más amplia, pues la aprobación en
septiembre de 1995 de la Ley 77 para la inversión extranjera propició la
presencia de capitales foráneos en diversos sectores de la economía, y
autorizó la constitución de empresas mixtas sin limitaciones para la
posesión de acciones, con las consiguientes garantías contra las
expropiaciones y las transferencias de ganancias al exterior, sin
impuestos ni gravámenes.

En sólo cinco años fueron creadas 374 asociaciones económicas
internacionales en 32 sectores y ramas, con socios procedentes de 46
países, de los cuales Canadá es el inversionista más importante con un
capital superior a los 600 millones de dólares en 2001, para un 19 por
ciento del total de las inversiones extranjeras, distribuidas
principalmente en la producción niquelífera, el turismo, la telefonía,
el tabaco, el petróleo y las operaciones inmobiliarias.

El mayor límite de las transformaciones está en el tratamiento
discriminatorio impuesto al ciudadano cubano, a quien el estado niega el
pago en divisa y la posibilidad de invertir en su propio país, lo cual
deja a los exiliados el borde del camino, pues la retórica truculenta
del castrismo los sigue considerando "enemigos de la patria y el
socialismo".

Tal limitación y el retroceso en las reformas internas -de 25 mil
cuentapropistas en 1995 quedaban 1,100 a fines de 2003- demuestran que
la élite gobernante no tiene verdadera vocación de cambio. Sabe que la
apertura económica puede ser un puente hacia las transformaciones
políticas, pues rompen el esquema mental forjado en décadas de
inmovilismo centralista, a la vez que disminuye el temor al aparato
estatal, crecen los grupos de oposición, se debilita el patrón
normativo, cambian los valores sociales y surgen publicaciones
independientes que comentan los temas más variados desde otra perspectiva.

La esencia represiva, aplicada de forma burda durante la primavera de
2003, continúa con la persecución y asedio a los cada vez más numerosos
defensores de los derechos humanos. Tales disposiciones no son nuevas,
pero se incrementan a límites extremos, en correspondencia con el
crecimiento de la sociedad civil no oficialista.

Si el estado pierde poder y desaparece el miedo. Si la sociedad civil
renace y crecen los grupos de oposición pacífica. Si surgen
personalidades que al margen de la represión son capaces de presentar
proyectos y convocar asambleas para el cambio y la renovación social, no
cabe duda de que estamos ante un momento diferente en la historia del
despotismo totalitario, aunque las entidades oficiales incrementen la
retórica grandilocuente que ya no mueve a nadie en una nación que vive
esencialmente de las remesas familiares y de la economía sumergida, muy
vinculada a las mañas que funcionan en la red de shoppings y sus
almacenes suministradores, donde todos están comprometidos con un
porcentaje.

Todo parece indicar, sin embargo, que ni los turistas ni otros
visitantes que vienen en busca del mito revolucionario exportado por los
usureros del poder se percatan de los matices que difieren entre el
discurso oficial y las máscaras que adopta el ciudadano de a pie para
escapar de la esquizofrenia colectiva impuesta en décadas de
irracionalidad. Lo que ha pasado a primer orden no son las disminuidas
conquistas de una revolución confundida con las consignas anquilosas de
sus envejecidos protagonistas, sino la frustración ante el fracaso de un
sistema que se aleja del paraíso prometido, y convierte al dólar en el
verdadero señor de los cubanos, quienes sobreviven deprimidos entre el
temor y la cólera.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/may06/01a5.htm

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