Friday, May 26, 2006

Coctel habanero Propaganda capitalista

SOCIEDAD
Cóctel habanero: Propaganda capitalista
Raúl Soroa

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Marisela es enfermera,
trabaja en el cuerpo de guardia de un hospital de la capital. Es una
muchacha joven, bonita, de conversación fácil y respuesta rápida, un
poco mordaz a veces. En el trabajo todos la respetan, es una buena
profesional, cumplidora y eficiente, siempre presta a ayudar a los demás.

Cuando comenzaron las misiones en Venezuela fue de las primeras que
estuvo dispuesta a marchar a cumplir con Barrio Adentro. Muchas de sus
amigas han marchado ya a ese país, y ella espera, manda carta tras carta
al MINSAP (Ministerio de Salud Pública) pidiendo que la envíen a
cualquier parte, pero no sabe por qué no la eligen. Le dicen que no se
desespere, que ya le llegará su turno. Hay oportunidades para todos de
cumplir una "honrosa misión internacionalista".

Marisela vive en un albergue en el Reparto Río Verde con su madre de 70
años y su pequeña hija de cinco. La casa en que vivían en Centro Habana
se derrumbó hace cuatro años, y desde entonces comparten albergue con
otras 200 familias. El cuarto es pequeño, una sola habitación que es
dormitorio, cocina, comedor y sala. El baño es de uso colectivo. Son
tres casetas para todas las familias.

El ambiente es malo: 200 familias en 200 cuartos, unos junto a otros,
techo de fibrocemento y paredes de bloques sin repellar, juntos el
ingeniero y el carterista, el vago y el constructor, el proxeneta y el
religioso, la prostituta y la estudiante de ballet. Las condiciones
higiénicas son deplorables. Escasea el agua, se amontona la basura. Las
reyertas son frecuentes y la policía brilla por su ausencia. Las
familias honestas viven atemorizadas y enclaustradas en sus cuartuchos,
por temor a los delincuentes. En el albergue campean el juego ilícito,
la droga, la prostitución.

Marisela es una muchacha honesta y trabajadora, de familia decente. Su
abuela fue maestra normalista. Falleció hace dos años. Su mamá también
fue maestra, y durante muchos años dirigente de la Federación de Mujeres
Cubanas en el municipio Centro Habana. Ahora está jubilada y recibe una
magra pensión. Al padre apenas le conoció. Murió en Africa hace muchos
años, cuando ella era pequeña, durante el cumplimiento de una de esas
aventuras militares internacionalistas.

La familia pasa necesidades. El salario de Marisela y el retiro de la
madre apenas alcanzan para pagar la escuálida cuota que dan por la
libreta y la luz, el agua, el gas, y para nadie es un secreto en la isla
que la famosa cuota "subvencionada" apenas alcanza para mal comer una
semana, y eso es lo que logra hacer la familia de Marisela, mal comer
los primeros días del mes. Después, a inventar, como todos los cubanos.
La madre vende los cigarrillos de la cuota y unos dulces de coco, unos
coquitos que en realidad llevan más col que coco. A veces hace unos
tamales de calabaza que los vecinos casi le arrebatan de las manos o
caramelos de menta hechos con pasta dental Perla. Todo eso cuando logra
que Felo, el administrador de la bodega, le venda por la bolsa negra un
poco de azúcar prieta.

Marisela quiere ir para Venezuela. A los trabajadores de la salud que
salen a cumplir misión les permiten traer algunas cosas. Además, les
pagan una parte del salario en divisas. No es mucho, pero algo es algo.
Además, Marisela tiene la esperanza de hacer méritos para que un día le
permitan construir su casa y escapar de ese albergue infernal.

Marisela no falta a una reunión del Sindicato, del Partido o de
cualquiera de los factores del hospital donde trabaja. No se pierde una
marcha ni una tribuna. Ella no quiere señalarse, no quiere buscarse
problemas, mucho menos ahora que tiene la posibilidad de cumplir esa
misión Barrio Adentro y resolver algunas cosas que necesita la familia.

Dice que es revolucionaria. Me mira con desconfianza cuando le empiezo a
cuestionar algunos de los "grandes logros". Se pone nerviosa, dice que
la gente como ella fuera de Cuba se muere de hambre, que allá afuera
sólo hay violencia y explotación. Es de noche, y el ambiente en el
albergue es sofocante. Cruzamos entre charcos de agua maloliente, ríos
de aguas albañales. Cuando llegamos hasta la puerta de su casa nos
sorprende un apagón.

Me dice con una sonrisa tímida: "Periodista, espere un rato a que venga
la luz, mire que esta zona iluminada es peligrosa, imagínese usted
apagada". Acato su sugerencia, y pasamos a su cuarto. El calor es
tremendo y los mosquitos apenas me permiten mantener la conversación.
Dice que si sigo criticando a la Revolución da por terminada la
entrevista. Ella es amiga de mi esposa, de cuando era enfermera en el
policlínico de Boyeros. Me lanza un sermón sobre los males del
capitalismo y sobre los peligros de la humanidad bajo ese sistema.

En el cuarto hay pocos muebles. No hay TV. Para ver la televisión tiene
que ir a casa de un vecino. Un viejo radio Beff soviético con mucha
estática transmite una intervención del Máximo Líder. Le pido por favor
que cambien la emisora. Se pone seria, pero al final me complace. Cuando
me acostumbro a la penumbra descubro en la pared un cuadro de Fidel
Castro. A su lado, el Che contempla al futuro.

Marisela es una buena persona, una excelente enfermera. Sus compañeros
de trabajo la admiran y respetan. Es licenciada en enfermería,
especializada en cardiología. Es la más calificada y eficaz de sus
colegas. Sueña con ir a Venezuela a la misión Barrio Adentro. Quiere un
televisor para su hija, zapatos, ropa, un poco más de dinero para
alimentarse mejor. Necesita materiales para construir una vivienda
decente, y algunas de esas cosas hermosas que salen por las telenovelas
brasileñas que transmite la televisión. "Pero eso es un sueño", dice.
"Esas cosas sólo un sueño. Nada de eso es verdad, es pura propaganda
capitalista, ¿verdad?", pregunta no muy segura.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/may06/26a6.htm

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