Tuesday, April 25, 2006

La Inocencia Perdida

La Inocencia Perdida
2006-04-24

Cuando se vive en un lugar en el que no se tiene pasado, vivimos de
recuerdos, estos se hacen más intensos; evocarlos es un modo de seguir
siendo uno mismo. Supongo que eso sucede a la mayoría de los que, por
diferentes razones, tienen que emprender una nueva vida lejos de su
terruño. A mi me pasa, y no solo vienen a mi mente hechos recientes,
sino aquellos que perecían ya perdidos en mi memoria.

Por estos días recuerdo mucho mi etapa de estudiante de secundaria, y
sobre todo a tres de mis compañeros de clase: Gustavo, Yuneiri y Nancy.
Con ellos cursé los tres cursos de ese nivel y llegamos a forjar una
amistad muy sólida. Estudiábamos juntos, también salíamos al cine (a ver
películas soviéticas), y éramos en la escuela inseparables. En nuestra
clase nos consideraban los más destacados, los alumnos modelos que
además cumplíamos con todas las “tareas” revolucionarias. Al salir de
clases solo nosotros seguíamos con nuestras pañoletas puestas, cuando
todos los demás se apresuraban a guardarlas pues se sentían ridículos
llevándola siendo ya tan “grandecitos”.

Vienen a mi mente aquellas charlas nuestras donde discutíamos sobre los
libros de marxismo que precozmente nos habíamos leído y también
comentábamos los artículos publicados en la prensa soviética que
circulaban en Cuba. Una de esas publicaciones era el semanario Novedades
de Moscú, que convocaba cada año a un concurso sobre la historia de la
URSS y tenía como primer premio un viaje de 10 días “al país de los
soviets”. Ahí estábamos nosotros en la Biblioteca Nacional recopilando
información para participar. Recuerdo que Gustavo llegó a obtener en una
ocasión una mención que era premiada con una suscripción anual al semanario.

Terminamos la secundaria y aquellos amigos que éramos tuvimos que
separarnos. Gustavo se becó en la Lenin , Yuneiri se mudó de barrio,
Nancy se fue a un Tecnológico y yo para el preuniversitario. Algún
tiempo después supe que Gustavo estudiaba en Moscú, Yuneyri en alguna
ciudad de Uzbekistán y Nancy se había casado. Eran los Años de inicio de
la perestroika y muchos esperábamos que esos aires llegaran a Cuba, tal
vez sin entender mucho qué era aquello, pero sí pensando en que si se
hacía en la URSS, era lo correcto. Así razonábamos no pocos.

Lo que sucedió con la perestroika y el “socialismo real” en Europa del
este es una historia conocida. A mediados de los 90as, el azar o el
destino quiso que de un modo u otro algunos de nosotros nos
reencontráramos nuevamente. Yo ya era un disidente y recuerdo que al ver
de nuevo a Yuneyri dudé en decirle que hacía. Sentí temor en perder la
amistad que habíamos forjado en la adolescencia. Ella, sin embargo, fue
más decidida . Varias horas de conversación me demostraron que habíamos
sufrido la misma desilusión, tanto que ese día mi amiga decidió formar
parte del Partido Liberal Democrático.

Pocas semanas después nos encontramos a Gustavo, le fuimos a visitar,
queríamos saber qué había sido de su vida y qué pensaba de la realidad
que estábamos viviendo. Resultó que el pionero destacado, el primero de
nosotros que ingresó en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, era
un agudo critico del régimen . En él, aunque no encontramos a un
miembro más para la disidencia, si teníamos a un convencido de la
necesidad de los cambios radicales en Cuba. De Nancy supimos que se
había ido del país en el éxodo del 1994.

Un día, mientras conversábamos los tres, alguno preguntó qué era lo que
deseábamos para Cuba cuando creíamos en la revolución, reflexionamos
unos minutos , y todos coincidimos en que siempre habíamos deseado lo
mismo: libertad, prosperidad , y respeto a la dignidad de los cubanos.
Solo que entonces, no habíamos escogido nosotros el camino, se nos había
impuesto y era errado. Ahora éramos nosotros quienes habíamos buscado y
encontrado lo que creíamos el mejor camino, éramos pues también más libres.

Nuestras anónimas historias son la de muchos de nuestra generación.
Somos los hijos de los que eran niños o adolescentes cuando triunfó la
revolución y creyeron que había llegado la libertad a nuestra isla.
Ahora nosotros, con hijos que tienen la misma edad que entonces tenían
nuestros padres, estamos anhelando y luchando para que esa libertad
frustrada llegue realmente a nuestra patria. Dios quiera que ese día no
este muy lejano.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=5263

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