POLITICA
¿Llegó la guerra?
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Ningún habanero vecino del
Vedado, por mucha imaginación que tuviera, pudo pensar que la guerra tan
esperada entre Estados Unidos y Cuba iba a comenzar a mediados de enero
de 2006, cuando los babalawos del barrio La Víbora sacrificaron animales
con el fin de conjurar los malos augurios. Las predicciones de la Letra
del Año no podían ser peores: guerras, desastres naturales, enfermedades…
Justamente cuando los babalawos llamaban a los dioses ante el altar de
Oshún y Elegguá y les brindaban aguardiente, aceite de palmiche, miel de
abeja, chivos y pollos degollados, y clavaban las cabezas de los
animales en distintos lugares de La Habana, el jefe de la Sección de
Intereses de Estados Unidos en Cuba, señor Michael Parmly, instalaba una
pantalla gigante en el quinto piso de la sede, con informaciones
destinadas a la población y censuradas durante años por el gobierno cubano.
Así comenzó la guerra tan esperada desde hace más de 47 años, un día en
que al jefe guerrillero, hoy jefe de estado de Cuba, se le ocurrió
escribirle a una amiga anunciándole que su próximo enfrentamiento bélico
sería con nuestro vecino del norte. Eran los años cincuenta del siglo
pasado. Todavía Estados Unidos no había demostrado enojo con el castrismo.
Estamos, señores, ante una guerra sin armas, sin dragaminas, sin
acorazados, sin anfibios, pero listos los dos bandos a luchar hasta el
fin. Las batallas son observadas por los impasibles vecinos que se
pasean por allí con sus niños y perros, sobre todo en el área que servía
de estacionamiento a los autos de la embajada, donde más de cien astas
terminan en banderas negras, declaración formal para los sordos de
cañón, un Pearl Harbor a la cubana, el heraldo que advierte al enemigo
de la inminencia de las hostilidades.
¿O es sólo un muro de banderas para que los cubanos no lean lo que dice
la pantalla gigante sobre los derechos humanos, declaraciones del Papa,
opiniones sobre Cuba de políticos del mundo libre?
Antes de producirse el primer ataque artillero; quiero decir, antes de
que se izara la primera bandera negra en lucha contra las malvadas
fuerzas del technicolor Imperio y se colocara la primera noticia
impactante en la pantalla con el propósito de mantener bien informado al
cubano, nadie pudo prever que el máximo jefe militar, vestido con
uniforme verde olivo, se presentara a pleno sol junto a su numerosa
escolta en el campo de las operaciones bélicas; quiero decir, en el
Estado Mayor, en el puesto de mando más peligroso de cuantos hubiere, y
bajara de su Mercedes a prueba de balas sin anunciar cuál sería la
próxima batalla -sorpresiva- que estaba preparando.
La guerra llegó, pueden estar seguros, pero no como ustedes se la
imaginaron. Tampoco parece una guerra personal, aunque múltiples vallas
caricaturicen y ofendan al presidente George W. Bush.
Aquellas guerras de emboscadas, francotiradores y trampas explosivas
quedaron en el olvido. Nada de bosques, montañas o junglas para
guerrillas. Ahora se combate desde un lugar seguro, empuñando banderas
en vez de fusiles, para que ni de casualidad los alérgicos estornuden
con el olor de la pólvora.
Bueno sería que si seguimos así, sin guerras de verdad, algún día, para
luchar contra el izquierdismo en Latinoamérica, los Estados Unidos
tengan la oportunidad de acelerar el desarrollo económico de Cuba hasta
convertirnos en el Japón de América.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/mar06/24a8.htm
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